Los cuatro años que pasó en el Combinado del Este le angustiaron de tal manera que preferiría morir diez veces antes de volver a vivir un solo día tras las rejas. A 270 km de su casa. No conocería al nieto hasta mucho después, «para preservar la fantasía de que su abuelo estaba de viaje y llegaría en cualquier momento, de sorpresa, con un camión de bomberos bajo el brazo y un perrito de regalo ».
Dice, sin embargo, que nunca se fue completamente de Santa Clara. Un buen amigo se encargó de que en cada visita le llevaran el Melaíto del mes. A veces lograba conseguirle dos o tres ediciones, y, de no encontrarlo, lo «rastreaba » a como diera lugar. «Aunque esté “manoseadoâ€, no importa. Pero por lo que más quieras, mi hermano, ¡mándame uno! ».
Y no entendía la esposa que revolviera, desesperado, dentro de la enorme bolsa de las visitas, y no precisamente porque buscara el congrí perfumado con laurel. Vivía entonces en pausa, a paso corto, y la única manera de vaciarse el pecho de nostalgias inexpresables, incomprensibles se hallaba en aquel periodiquito flaco.
«Me perdí muchos momentos importantes de mi círculo familiar, y esa es una cruz que cargaré mientras exista. Sus visitas me daban la oportunidad de hacerme sentir como padre y esposo, aunque me llenaban de tristezas y remordimientos.
«Alegría, lo que se dice alegría, solo con Melaíto. Ellos Pedro, Linares, Roland y Martirena nunca lo sabrán, pero fueron la razón de que en un sitio tan duro como una cárcel, yo pudiera encontrar amigos, que es lo mismo que hablar de aliados y protectores. Al principio solo se los prestaba a unos santaclareños que encontré allí, pero se regó como pólvora. Me los pedían los guardias y los reos que estaban, incluso, en otras alas del Combinado. Así fueron olvidándose de mi nombre. Para todos yo era, simplemente, el “melaíto†de Santa Clara ».
Podría decirse entonces que, de alguna manera, te salvó.
Fue una puerta abierta a mi ciudad, a mis calles, a mi casa, a los problemas del villaclareño; el vínculo para no perder la condición de ciudadano activo. Melaíto es Cuba con sus claroscuros; pero, más que todo, fue mi mejor protección contra la soledad.
Conocimos de esta historia de humanidad al límite y no pudimos dejar de pensar en cuántos testimonios similares habrá por ahí, silenciados bajo el peso de las décadas o la reserva de sus protagonistas. Medio siglo es bastante tiempo para cualquiera, y más en una isla de poca gente y mucha alma.
Medio siglo… ¡nacieron y murieron tantos! Sin embargo, Melaíto no se ha detenido en archivar páginas y coleccionar premios: 50 años después continúa atrayendo como gigoló criollo, creando memorias y abrazando amigos. ¿Amigos nomás? Digamos, mejor, hermanos de causa y de risas.
Melaíto constituye el «vicio » de cada diciembre para humoristas gráficos de Cuba y de los cinco continentes. Un veterano con «pegada », un látigo con cascabeles en la punta.
Que sean entonces ellos, los que pintan «muñequitos », quienes tracen su versión personal sobre el más dulce del humor cubano.
Palante y DDT, los hermanos de la capital
Asisten en «cuadro apretado » en cuanto se extiende la invitación, y soplan velas junto a Melaíto por el placer de celebrarles «la gracia ». Los caricaturistas de Palante y DDT infaltables, imprescindibles hablan de amor y de humor, de compromiso con la verdad, y, en tierra villaclareña, de amistad y admiración.
Ismael Lema íguila (Lema) no recuerda el dato exacto de cuándo comenzó a colaborar con la tropa de Pedro, Roland, Linares y Martirena: solo sabe que «hace muchísimo tiempo que conecté con ese equipo maravilloso. La publicación aporta enormemente al humor del país, pero es una lástima que no se divulgue de forma impresa por el resto de las provincias, pues la reclaman todos los que la conocen y disfrutan con sus chistes ».
A Narciso Martínez (Narciso) no se le olvidan aquellos días de la década de los 80 cuando comenzaron a vender los ejemplares de Melaíto en 23 y L, justo en el corazón del Vedado habanero.
«Era una locura. La gente los compraba todos porque en ese momento se convirtieron en un aliciente para el humor cubano, y es así como aún se ve y se siente el trabajo que realizan. Melaíto es un hijo de Palante que se le ha ido por encima no solo por la calidad de sus trabajos, sino por llenar un vacío importante en la prensa del centro del país e, incluso, en los medios nacionales.
«Tocan los temas justo donde hay que hacerlo, pero no de manera impropia, sino con una naturalidad y un humor criollo estelares ».
Jorge Sánchez, caricaturista de Palante y redactor de la página «Sexo sentido », de Juventud Rebelde, se unió a la «brigada » de Pedro Méndez en 1976, «cuando no era más que un camilito estudiando en Santa Clara.
«Para mí, Melaíto es lo máximo en el humor cubano. Esta tropa es genial, tanto los que quedan de la vieja guardia como los nuevos que van llegando. Me invitaron para hacer junto a ellos el mural con el tema de la indisciplina social, y acepté de inmediato, para que todo el mundo vea que Melaíto es la plena representación del precepto martiano de que la sátira es para la sociedad como un látigo con cascabeles en la punta. ¡Felicidades por sus 50 años, y que cumplan 50 000 más! No me canso de decirlo: Melaíto es mi escuela ».
En 2013, en plena celebración de los 45 de la publicación villaclareña, Ramiro Zardoya Sánchez (Zardoyas) develó en entrevista con Rayma Elena Hernández que la esencia del más antiguo de los suplementos de la editora Vanguardia transpira un «estilo San ta Clara », descrito como «humor con texto, con una gráfica apegada a la premura del editorial y, a la vez, con calidad ». Cinco años después, de vuelta a la ciudad, Zardoya mantiene la misma percepción y coincide con los criterios de sus colegas de Palante, Moro y Yoe:
«Melaíto muestra su consagración por defender durante 50 años el humor, y para cualquier publicación o proyecto resulta muy difícil poder sostenerse tanto tiempo. Ellos han sentado un precedente, pues todo caricaturista tiene que conocer qué se ha hecho antes ».
Arístides Fernández (Ares) habla de Melaíto en términos de «familia », y lo valora desde una dimensión universal.
«Han demostrado el buen humor que se puede hacer en Cuba, y no necesariamente desde la capital. Son un colectivo que ha tenido la fortuna de rodearse de un ambiente cultural y político que no solo potenció la propia existencia de la publicación, sino su trayectoria social durante 50 años.
«Melaíto logró tanto que hoy cuentan con el mejor salón de humor gráfico que se realiza en la isla. O sea, evolucionaron de un encuentro de carácter local hasta convertirse en un prestigioso evento internacional, y esto nos deja muchísimas lecciones, como la de sobrepasar las dificultades y ver el fruto ».
Jorge Alberto Piñero Estrada, el Jape de DDT, abrevia su sentir con una sinceridad aplastante: «Melaíto es como si fuera de mi familia ».
Y las palabras de Adán Iglesias (Adán) llegan con tanto filo y delirio como la propia mocha de nuestros humoristas. Su idea se resume, básicamente, en que «de estar en la capital, hubieran desbancado a todos los periódicos humorísticos que existen en el país. Ello no quiere decir que tengan menos calidad por eso, sino al contrario: estoy reafirmando el hecho de que la situación geográfica siempre influye en las propuestas, en las exposiciones, etc.
«Melaíto es una escuela de profesionales muy seria, con mucha constancia; un referente tremendo para todos los que se dedican al humor gráfico y han tenido la oportunidad de participar en el mejor salón que se hace en Cuba, desplazando otros como la Bienal Internacional del Humor, en Cienfuegos. Incluso, desde el punto de vista de conceptos, es más moderno que sus semejantes.
«Ya tienen un salón internacional y se les conoce mundialmente desde hace rato, pero la organización y la seriedad con que se empeñan en su trabajo, dota al evento y al colectivo mismo de inigualable profesionalidad. Los felicito por sus primeros 50 años y les deseo que continúen haciendo este tipo de humor ».