Parrandas del Centro de Cuba: identidad detrás de la fiesta

Auténticos. íšnicos en el mundo. Ni mejores ni peores. Son ellos, los 18 pueblos parranderos, los 36 barrios, quienes han rectorado su identidad, por siglos.

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Parrandas de Remedios.
Remedios, la cuna de las parrandas. (Foto: Ismael Francisco/Cubadebate)
Yinet Jiménez Hernández
Yinet Jiménez Hernández
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24 Diciembre 2018

El Centro de Cuba no puede vivir sin las parrandas. Porque el ser parrandero es una función vital. Sentir el olor a pólvora, las luces inundando el cielo y los casquillos gravitando sobre la cabeza. Defender a ultranza la melodí­a que percute el barrio sagrado y al cuerpo de baile, multitudinario, que arrolla la plaza. Pactar una «rivalidad » que se resuelve en la fiesta.

Nada ni nadie controlan la paranoia carnavalesca. Más o menos pirotecnia, más o menos colorido y glamour, pero en pie el sentimiento intangible que los define grupalmente. Auténticos. íšnicos en el mundo. Diferentes entre sí­ hasta el infinito, dicen. Ni mejores ni peores. Son ellos, los 18 pueblos parranderos, los 36 barrios, quienes han rectorado su identidad, por siglos.

Cuba también tiene inscritas en la Lista representativa la tumba francesa (2003), la rumba (2016) y el punto cubano (2017).

Primeras fiestas populares en ser incluidas Patrimonio Cultural de la Nación, desde el 23 de junio de 2013. Primeras fiestas populares cubanas, luego de cinco años de arduo trabajo conjunto, en figurar dentro de la Lista representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. En Cuba, primeras fiestas universales.  

Parrandas cubanas, tradición y compromiso

Integrantes de los barrios participando en confección de carrozas y trabajos de plaza de las parrandas
Confección de carrozas y trabajos de plaza en parrandas.
Realización de carrozas y trabajos de plaza para parrandas.
La tradición se mantiene, y varias generaciones de parranderos participan cada año en la construcción de las carrozas y trabajos de plaza. (Foto: SMB)

Piden los niños que le muestren los voladores, tableros y morteros. Han escuchado en casa, o por la boca del pueblo, que el fuego constituye el alma de la parranda. Que su ausencia abofetea la fiesta. Que un pirotécnico es el mejor aliado.

Pero hay más de esos oficios del arte popular vestuaristas, carpinteros, trabajadores de plaza, diseñadores, modelos, músicos, coreógrafos, decoradores, locutores, etc. De generación en generación, esos saberes tradicionales se funden con técnicas modernas, con la única finalidad de mantener vivo el patrimonio.

Exquisitamente cubanos, legí­timamente universales, los temas recreados por las parrandas narran sucesos e historias sincretizados por el gusto del pueblo. ¡Ay de quién revele, antes de la gran noche, las sorpresas de la fiesta que se gestan en las naves-escuelas! ¡Ay del honor de quien conspire contra la confianza de su barrio!

No hay un jurado establecido que imponga victorias y derrotas. El pueblo deviene juez y parte, en medio de una polémica y un reclamo unánime, donde el triunfo se vuelve jolgorio para todos.

«Las parrandas son una necesidad vital de tipo familiar, vecinal, social y comunitario para cada uno de sus habitantes; una expresión auténtica del Patrimonio Cultural Vivo… Es único, además, por su lucidez, dinamismo, diversidad temática y etnodemográfica, oficios y elementos identitarios; por sus valores agregados; por facilitar el sentido de continuidad en las nuevas generaciones, su sentido de colectividad e inclusión; por su resistencia y perdurabilidad », opina Rafael Lara González, remediano, metodólogo nacional de Cultura Popular Tradicional.  

Por ello, de las 40 propuestas llevadas a la 13 Sesión del Comité de Patrimonio Inmaterial de la Unesco, las parrandas del centro de Cuba fueron seleccionadas como procesos culturales representativos.    

Parrandas en Remedios, Villa Clara.
Las parrandas de Remedios son una fiesta genuinamente popular que reúne cada 24 de diciembre a personas de toda Cuba y de otras partes del mundo. (Foto: SMB)

Cuba se ha llenado de júbilo con la noticia. Los medios de prensa nacionales e internacionales han replicado este acontecimiento, vital para la cultura latinoamericana. Sin embargo, ¿qué implica para los hacedores de la tradición legar a la Humanidad esta fiesta?    

Parrandas en Camajuaní­, Villa Clara.
Camajuaní­, otro de los territorios de Villa Clara con un enraizado espí­ritu parrandero. (Foto: Francisnet Dí­az Rondón)
Parrandas de Zulueta, en Villa Clara.
Zulueta despide cada año con   parrandas.
Parrandas en Vueltas, Villa Clara.
Parrandas en Vueltas, Villa Clara. Jutí­os y í‘añacos animan esta fiesta popular en Vueltas. (Foto:  Yordany Lugo López)

Gladis Collazo Usallán, Presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, quien presentó el expediente cubano el pasado noviembre en Isla Mauricio, declara a Vanguardia que el reto se acrecienta. «Hoy el compromiso trasciende: ahora estas parrandas son del mundo. No pueden cambiarse las fechas, porque hay un cronograma a respetar. Las personas que van a viajar de otros paí­ses se planifican porque quieren tener la experiencia ».  

¿Qué otras problemáticas deben superar estas celebraciones?

Hay problemas organizativos. Hay problemas económicos. Pero ni en el perí­odo especial dejaron de existir. También, la pirotecnia se ha convertido en una competencia nefasta. Lo que queremos es que sea una festividad para el pueblo: no pasa nada si hay menos pirotecnia o más pirotecnia. Lo que queremos es seguridad y para eso también estamos trabajando con el gobierno, con el Minint, para asegurar el bienestar de la población y que lo disfrute. Que forme parte de su vida.

Collazo añadió, además, que en este reto los parranderos no están solos. «Ellos deben sentir que ahora tienen el Museo de las Parrandas, en Remedios, para poder proyectarse, para poder planificarse e integrarse, aunque respeten sus propias identidades ». También cuentan con los gobiernos locales, que han de asumir nuevas  tareas en torno a la divulgación, visibilidad y mantenimiento de estas fiestas barriales sin caer en un mal que pudiera lacerar la espontaneidad popular: la excesiva institucionalización.  

San Juan de los Remedios, el comienzo de la tradición parrandera

San Juan de los Remedios es la cuna del resto de las parrandas de la zona central Zulueta, Buena Vista, Camajuaní­, Vueltas, Taguayabón, Encrucijada, El Santo, Calabazar de Sagua, Caibarién, Placetas, Quemado de Gí¼ines, Yaguajay, Mayajigua, Guayos, Zaza del Medio, Chambas y Punta Alegre. Y los remedianos lo asumen con un orgullo infinito.

Mapa con localización de las parrandas en Cuba.
(Mapa: Yinet Jiménez Hernández)  

Barrios de los pueblos parranderos

Remedios: El Carmen (Gavilán) y San Salvador (Gallo)
Caibarién: La Loma y La Marina
Placetas: Zaza y Fortún
Zulueta: Guanijibes (Sapos, color azul) y La Loma (Chivos, rojo)
Camajuaní­: Santa Teresa (Chivos) y San José (Sapos)
Yaguajay: Sansarí­ y La Loma
Vueltas: Jutí­os y í‘añacos
Buena Vista: La Sierra y La Loma
Mayajigua: La Campana y Puerto Arturo
Encrucijada: Chivos y Sapos
Punta Alegre: El Yeso y La Salina
Zaza del Medio: Oriente (Chivos) y Occidente (Perros)
El Santo: Carraguao y Pavo Real
Taguayabón: El Gallo y El Gavilán
Calabazar de Sagua: Sapos y Chivos
Guayos: Cantarrana y La Loma
Chambas: La Norte (Gallo) y Narcisa (Gavilán)
Quemado de Gí¼ines: La Puya y El Perejil

(Con información de Cubadetate)

El chovinismo los invade cuando se habla de El Carmen y San Salvador, de gavilanes y gallos. «La identidad del remediano es algo muy fuerte, algo que hemos definido como la ‘remedianidad’, ese segmento dentro de la cubaní­a que nos distingue. Somos cubanos, pero primero somos remedianos ». Así­ define ese sentimiento Erick González Bello, director del Museo de las Parrandas.

Parrandas en Remedios, Villa Clara, Cuba.
(Foto: Carolina Vilches Monzón/Archivo de Vanguardia)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La historia se remonta a 1820. Pero hoy pocos recuerdan al cura remediano que inició las fiestas y al sentimiento «sacrosanto » que lo impulsó a ganar adeptos para su misa navideña en la ermita de San Salvador. Sin embargo, dos siglos después, cada 24 de diciembre, aunque disimulada detrás de la fiesta, cobra vida la historia.    

Ahora nadie convoca. Nadie impone acudir al compromiso con la tradición. Suenan los tambores. El ruido de los morteros ensordece a los rivales que luchan con sana vehemencia y los fuegos iluminan las figuras humanas que habitan en las carrozas. El cuerpo de baile, multitudinario, arrolla la plaza… ¡y allí­ está el pueblo!    

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