Sentados en una mesa aguardábamos con la mirada atenta la oportuna entrada de Verónica Lynn por las puertas de El Mejunje. Quizá porque esperábamos a una mujer de 88 años no nos dimos cuenta, hasta segundos después, de que aquella señora elegante, de paso firme y andar desenvuelto que acababa de ingresar al local era a quien buscábamos. En ese momento no pude pensar en otra cosa que en la manida frase de mi abuela, cada vez que la ve en la actual telenovela cubana «Pobrecita, mírala qué viejita e indefensa ».

Ahí estaba la veterana actriz, frente a nosotros, lista para volver sobre los años y contarnos con exacta precisión cada instante de su extensísima trayectoria. Pero no la haríamos hablar tanto, sería imposible abarcarlo todo tratándose de semejante personalidad. Esta vez, en el marco de el Mejunje Teatral, solo queríamos conocer de la Verónica de las tablas.
¿Qué ha significado el teatro en su vida profesional y personal?
Es muy importante no solo para mí, sino para cualquier actor. Aquel que no haya pasado por las tablas no se ha realizado completamente todavía. Yo empecé en la televisión en un programa donde se seleccionaba a aspirantes a actores y cantantes. Había una directora, una señora española actriz de teatro, que vivió muchos años en Cuba. Ella seleccionaba a la persona, le daba un libreto, le hacía leerlo a primera vista y dejaba que «durmiera » el libreto, que se lo aprendiera un poquito, y después decidía.
«Estoy hablándote del año 1954. Ahí conocí a una serie de actores que pasaron por la misma selección que yo, y habían sido aprobados. Pero uno de ellos, Chacho Galiz Menéndez, me pregunta: “ ¿Qué tu quisieras ser?â€. “Bueno,... actrizâ€. “No, no, ¿pero cómo actriz?â€.“Yo quisiera ser buena en radio, en cine y en televisiónâ€. “ ¿Y en teatro?†Yo me quedé así... y dije: “Bueno y en teatroâ€. En ese momento yo quería ser buena en todo, hasta en circo.
«Fue entonces cuando sentenció que “el día que te pares en un escenario vas a saber lo que es actuarâ€. Y eso yo se lo digo a todos los muchachos. Esa cultura viva de trabajar con el público ahí, que tú sientes cuando mueven las sillas, te crea una corriente de retroalimentación única ».
Entonces, ¿considera más gratificante ese afecto de un pequeño público en un teatro que la fama como actriz televisiva?
No, yo no creo. Sí es importante para la realización del actor, pero cada medio tiene su encanto. No prefiero el teatro, prefiero todos los medios. En la televisión te ven miles de personas, pero el cine posibilita que perdure más tiempo tu trabajo, existe la posibilidad de que te vea un público de otros lares.
¿Algún personaje que haya marcado su vida?
Nunca digo que prefiera tal personaje, pero si debo elegir entre los más queridos, tengo a Santa Camila de la Habana Vieja: mi Camila, que estrené mundialmente en Cuba, que era de un autor cubano y sobre un problema cubano. Es una gran obra que marca la transición en nuestra sociedad y en nuestra Revolución.
«Yo, como Verónica Lynn, era primera vez que encarnaba a una mulata cubana, santera de solar. Siempre había hecho obras universales de O’Neill o Moliere, pero nunca un personaje realmente cubano. Camila era una gente sin cultura, pero una mujer muy linda por dentro, muy graciosa, muy amiga de sus amigos, y que amaba profundamente a su hombre y a sus santos. Cuando veo que alguien la interpreta y hace algo feo con Camila, me hace la mulatica chusmita nada más, yo me indigno, porque está hiriendo, lastimando algo mío. Tengo mi sentido de pertenencia.

«Pero me pasa con otro personaje, Luz Marina, de Aire frío, obra de Virgilio Piñera. Es un personaje precioso, cubano, de otro estatus, es blanca, de una familia blanca, además, de clase media. Una representación de la familia del propio Virgilio ».
Estos son algunos de los muchos personajes que ha interpretado sobre las tablas. Son muchísimos años vinculada al mundo teatral como actriz e, incluso, como directora. ¿Cómo valora la vitalidad del teatro cubano en la actualidad?
Hay una onda en el teatro cubano que también ocurre, desgraciadamente, en la televisión. Creo que los especialistas deberían sentarse a conversar al respecto. Una cosa es tener una obra que refleje nuestra realidad y otra es hacer obras tan terrenales que resulten vulgares. Eso no tiene nada que ver con el arte.
«Si estudias Historia del Teatro verás cómo hay obras que reflejan la realidad, y no importa que sean del siglo pasado, mantienen la vigencia, y no son tan burdas. El arte es reflejo de la realidad, no la realidad misma, sino que esta tiene que pasar por un tamiz artístico.
«En el teatro no se debe confundir popular con populismo. Puedes hacer una obra que llegue a todos, pero no se puede olvidar la función del arte de educar a las masas, de elevar su cultura ».
¿Y en el caso de los actores?
Me da mucha lástima con los más jóvenes, con excepción de algunos pocos. Quien nunca hace un Shakespeare, una Gertrudis Gómez de Avellaneda, que haga alguna vez un teatro clásico, un Molií¨re, un O’Neill, un Tennessee Williams, un Virgilio. Si siempre pones a interpretarse a ellos o un amigo, ¿dónde está el reto?
« ¿Cuál es la esencia de un actor? Un actor es alguien que sea capaz de vestirse, de entregar su sangre, su cuerpo, su pensamiento, su vida, su todo a un ser diferente, que incluso es de otra época, que es de otro país, que vive conflictos que tú jamás has enfrentado, y que, no obstante, eres capaz de darle tu piel. Entonces creo que el teatro y la televisión tienen que pasar nuestra realidad por un filtro ».
¿Cree que se pierde la cultura de ir al teatro?
No creo. En La Habana la gente va mucho al teatro, incluso los jóvenes, y aprecian las buenas puestas. Cuando La luna presenta una obra la sala se llena. Carlos Celdrán con su Argos Teatro se llena también.
Háblenos de su vínculo con Mejunje teatral y Santa Clara.
Desde el primer día que llegué, hace muchos años, me cautivó. El Mejunje es un lugar fascinante, que encanta al encantador. En mi experiencia, Santa Clara me ha abierto las puertas, con un cariño tremendo, lo que no me hacen en Pinar del Río, que es mi provincia natal.