Todos se pusieron de pie como pidió al público el maestro Ernesto Alejo y una cerrada ovación se sintió en el parque Leoncio Vidal, de Santa Clara. Era el justo reconocimiento del pueblo villaclareño ofrecido a la profesora Silvina Fabars Gilall, Premio Nacional de Danza 2014, invitada de honor a la Décima Temporada Para Bailar en casa del trompo.
«Lo que me queda por vivir es para enseñar a la nueva juventud », manifestó agradecida la primera bailarina del Ballet Folclórico Nacional, conocida como La Diosa de Ébano, esa noche del martes 9 de diciembre.
La profesora Silvina Fabars Gilall, invitada de honor a la Décima Temporada Para Bailar en casa del trompo. (Fotos: Carolina Vilches Monzón)
Silvina Fabars es una mujer impresionante. Si no dice tener 70 años de edad, de ellos casi 51 dedicados al arte danzario, nadie lo creería. Su imagen impresiona por su cuerpo erguido, vientre totalmente plano, y un rostro lozano y siempre sonriente. Camina con donaire, como la diosa de la danza que es. En una ocasión en que le preguntaron su fórmula para mantenerse tan bien, contestó:
«El artista tiene que velar muchísimo por su figura, desde la forma de caminar hasta la ropa que usa para cada ocasión. Yo ni me doy masajes, ni voy a hacerme tratamiento para la cara, ni me he hecho cirugía alguna. ¿Qué es lo que sí he hecho? Mucho ejercicio, eso sí. Todos los días hago de treinta a cuarenta abdominales, porque si me tengo que parar delante de un alumno a decirle que está haciendo mal un paso, la mejor forma es demostrándoselo ».
La sangre africana le corre por las venas. Su bisabuela por parte de madre vino de Guinea; el abuelo, de Ghana. También, las raíces haitianas conforman su personalidad. Nacida en Palmarejo (Realengo 18) zona que marca el mismo límite entre Santiago de Cuba y Guantánamo, aledaño al Puente de Cuneira la infancia de Silvina fue muy difícil.
«Como todo campesino pasé mucho trabajo en aquella época. Recogí café, chapeé, desyerbé, corté caña, sembré maíz y boniato, cargué latas de agua sobre la cabeza, paquetes de leña. Tuve una educación, como era antes, en que los abuelos nos criaban y nos inculcaban el respeto. No sabíamos leer ni escribir. Gracias a una tía que trabajaba en una casa en Santiago de Cuba, aprendió a leer y nos enseñó a nosotros. Luego entré a una escuelita pública hasta segundo o tercer grado. Después del triunfo de la Revolución es que pude continuar superándome ».
Dada su ascendencia, la maestra Silvina recibió una gran influencia cultural que en gran medida marcó su vida.
«Tuve la posibilidad de convivir con muchos haitianos. Aprendí de sus danzas, e incluso del idioma, el francés patuá, que desgraciadamente he olvidado por tantos años sin hablarlo. Donde más lo practiqué fue en las recogidas de café. Ahí cantábamos y hablábamos más ese idioma que el español. La mayoría de esas personas provenía de Haití, y aún hay una buena presencia en la actualidad ».
A los 14 años se unió al Ejército Rebelde para luchar contra la tiranía batistiana. Después del triunfo de la Revolución, decide probar suerte en La Habana a raíz de una convocatoria para ingresar al Conjunto Folclórico Nacional (CFN) a principio de los 60, a instancias del actor, dramaturgo y director de teatro Eugenio Hernández Espinosa.
«Tenía un puerquito y lo vendí. Compré un pasaje que costaba 8.20 pesos en la ruta Santiago- Habana. Me presenté a la convocatoria y tuve la suerte de aprobar de entre más de 300 aspirantes. Salimos 16, y me escogieron como cantante. Desgraciadamente tuve un accidente que afectó mis cuerdas vocales y casi pierdo la vida. En mi recuperación tuve un gran apoyo del Gobierno, del Conjunto y de muchas personas a quienes les agradeceré siempre ».
«Al entrar nuevamente al CFN, tenía una cánula puesta en la garganta. No podía cantar más. La administradora me ofreció algunas opciones como peluquera o maquillista y no acepté. Le dije que yo era artista. Luego, los compañeros fundadores del Conjunto me ayudaron mucho, y mi gobierno revolucionario que se portó muy bien con mi tratamiento. Pude sobrepasar todas esas barreras y convertirme en lo que soy, una primera bailarina que no me lo puede quitar nadie ».
«Cuba es potencia danzaria, no solo en la música popular sino también en las tradiciones, y no podemos dejar perderlas », manifestó la primera bailarina del Ballet Folclórico Nacional, conocida como La Diosa de Ébano.
Silvina manifiesta ser agradecida y le apasiona enseñar a otros como hicieron con ella. Igualmente, es una fiel defensora de las tradiciones de nuestro país.
«La danza es mi vida. Trabajo con todas las compañía de este país. Les enseño la esencia de nuestros bailes folclóricos que no podemos dejar perder. Con todos los que tienen un grupo aficionado he tratado de involucrarme para lograr su profesionalización para que cada provincia tenga su agrupación folclórica, y lo he logrado.
«Hay una juventud muy talentosa, pero ciertos intereses ajenos a la danza hacen que los grupos caigan en debilidades que no deben caer. Cuba es potencia danzaria, no solo en la música popular sino también en las tradiciones, y no podemos dejar perderlas ».
Antes de despedirnos, Silvina recordó con marcada nostalgia a sus grandes amigos villaclareños, ya fallecidos, los hermanos Luis y Víctor Vázquez, quienes aportaron mucho a la danza en la provincia. Porque ella cree en el valor de la amistad, que junto al amor, son las grandes fuerzas que mueven al mundo.