Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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24 Junio 2015

Las complejas sonoridades retumbaron en los confines de un territorio desde el cual el compositor estableció la renovación creativa del sinfonismo de vertiente afrocubana en el continente americano.

De acuerdo con criterios del jurista-compositor villareño, sus ideas, timbres, motivos, temas y montajes eran elaborados con una sorprendente complejidad. El suceso musical le valió reconocimiento nacional y foráneo entre los más importantes creadores y directores sinfónicos de Europa y los Estados Unidos, lugares en los cuales se divulgaron sus sorprendentes piezas consideradas de hallazgos armónicos caracterizados por la diversidad de registros.

Orquesta Sinfónica de Villa ClaraLa Orquesta Sinfónica de Villa Clara, bajo la batuta de Irina Toledo Rocha, sumó a su repertorio algunas de las más importantes composiciones de Alejandro Garcí­a Caturla, el renovador de la música afrocubana. (Foto: Tomada del perfil de facebook de Telecubanacán)

Garcí­a Caturla, quien en la tercera década del pasado siglo creó la Jazz-Band Caribe, en Caibarién, y cursó estudios especializados en Paris con la maestra Nadia Boulanger, «retornó » a su Villa de misterios, historias y leyendas, de la cual jamás se ha escapado. Estuvo revivido, con su sonoridad inconfundible, en el tercer movimiento de la Suite Remediana, gala que festejó la noche del martes el advenimiento del Dí­a de San Juan, fecha del aniversario 500 de surgido el encuentro-fundador entre aborí­genes y españoles en la costa norte del territorio central cubano.

De Garcí­a Caturla se escuchó el Son en Fa, interpretado por el Trí­o Trovarroco, pieza de absoluto laberinto en el cual se funden trinos campestres, propios de la cubaní­a y las ensoñaciones que se prenden al ávido oí­do del receptor cuando capta la contagiosa melodí­a.

Similar dimensión registró la Berceuse campesina, pieza surgida, luego de experimentos sonoros, hacia 1938. También allí­ Garcí­a Caturla hace confluir trinos campestres y aires renovadores. En la interpretación de la pianista Annia Castillo y Zorimé Vega Garcí­a, se demostró la genialidad universal del remediano a partir de un sinfonismo vital para cualquier época.

Con dos de las Tres danzas cubanas (1927), la Sinfónica de Villa Clara, dirigida por la maestra Irina Toledo Rocha, avivó el empeño por incorporar en el repertorio un legado creativo sin muchos parangones en la música cubana del pasado siglo, momento en el cual el abogado-compositor, junto a Amadeo Roldán, rebuscaron en las raí­ces de la identidad del ser nacional, como apuntó el narrador Alejo Carpentier.

De esas composiciones La danza del Tambor y La danza Lucumí­, no muy usuales en el actual repertorio de las Sinfónicas nacionales, la huella experimental de Garcí­a Caturla retomó fuerzas en tiempos que, desde diferentes regiones del mundo, la búsqueda de la huella de los ancestros africanos, y su mezcla con la idiosincrasia ibérica, redefinió la cultura cubana en la identidad del ser caribeño.

Es la época de la renovación vanguardista, y de la impronta del espí­ritu clásico de Mozart o Beethoven, y de la pujanza de los nacionalistas rusos que integraron el Grupo de los Cinco, así­ como del esplendor alcanzado por Stravinski, junto a escritores que, de la estatura de Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Emilio Ballagas y José Zacarí­as Tallet, hicieron de las artes una confluencia de compromiso social y cultural.

El Canto de los cafetales, grito de rebeldí­a compuesto por Garcí­a Caturla, en interpretación del Coro Provincial de Villa Clara, dirigido por Yolanda Martí­nez, estremeció a San Juan de los Remedios, allí­ frente al atrio de la iglesia Parroquial Mayor San Juan Bautista, escenario de una gala artí­stica que abrió el camino a la celebración del medio milenio de fundada y asentada una cultura que, desde la criollidad, definió el alma del mestizaje y la nacionalidad.

Así­ estuvo entre nosotros Alejandro Garcí­a Caturla, el jurista y el músico, asesinado en su ciudad natal en noviembre de 1940 cuando actuaba en funciones legales. Su legado sonoro, de mestizaje, vanguardia artí­stica y renovación musical, lo convierten en el más universal de todos los remedianos: un hombre inconfundible e incorruptible con las partituras, la dirección orquestal, o el cumplimiento estricto de las leyes vigentes en su tiempo.

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