Encima de un montículo se levanta el campamento de La Macagua. Allí solo se escucha al amanecer el cantío de los gallos y algún que otro arriero chillando desde los tupidos arbustos. En ese ambiente apacible, óptimo para la creación y justo en el límite montañoso entre Villa Clara y Cienfuegos, residen los actores y actrices del Grupo Teatro Escambray (GTE).
Fundado en 1968 por Gilda Hernández y su hijo Sergio Corrieri, quien luego ocupó el cargo de primer director, la agrupación se dedicó de lleno a la investigación de la vida campesina, sus criterios y reacciones ante los cambios sociopolíticos que ocurrían en el país. A partir de una postura crítica llevó a las obras todo un contexto histórico y, de cierta forma, reformó la manera de hacer teatro en Cuba en aquellos años.
La obra que Fidel vio tres veces
Una noche de 1969, Fidel Castro subió hasta Topes de Collantes para encontrarse con los actores del GTE. Bajaron juntos hasta la Laguna del Taje, en Trinidad, donde el Comandante se encontraba hospedado. Al llegar, pidió que le mostraran todas las obras del repertorio: Unos hombres y otros, Los cuentos de Onelio Jorge Cardoso, Y si fuera así y Caperucita Roja.
«Cuando terminábamos una, preguntaba si no teníamos más. Ahí amanecimos », recuerda Elio Martín, actor y fundador del grupo, al que se incorporó con solo 27 años. «Estuvimos hablando muchísimo con él y nos sorprendió el sol. Le había gustado mucho y, a partir de ahí, nos envió una guagua Girón, dos casas de campaña, literas, una cocina de campamento, en fin, tuvimos más comodidades ».
Hacia el año 1971 el país sufría una crisis con el abasto de leche a la población. Para la cría de ganado vacuno se necesitaban grandes extensiones de tierra, y la mayoría de estas parcelas estaban ocupadas con viviendas campesinas. Entre los territorios escogidos en el país para las vaquerías de ordeño mecánico estuvieron los aledaños al poblado de La Yaya, donde se concibió el plan genético La Vitrina. Sin embargo, muchos campesinos de la zona se negaban a dejar sus bohíos y entregar sus tierras al Estado, a pesar de la mejora económica que significaba mudarse a los nuevos apartamentos.
«El paso tenía que ser voluntario, pero no podía quedar un pedacito de tierra en medio del campo. Se crearon carreteras nuevas, fue una revolución, pero ellos no querían abandonar su parcela y sus animales », prosigue Elio.
De acuerdo con un estudio riguroso y a partir de entrevistas a los pobladores de la zona, Albio Paz concibe el montaje de La Vitrina y lo lleva a las tablas en 1971. La obra recrea la historia de un matrimonio de viejos campesinos. El hombre muere de una enfermedad y su esposa está renuente a incorporarse al plan.
Durante el velorio se reactiva una polémica entre los vecinos acerca de la decisión.
El funeral devino entonces en una asamblea en la que hasta el público tenía la autorización de intervenir y opinar sobre los sucesos en cuestión. En un debate final, debía resolverse el futuro de la familia. Esta interac ción con el espectador fue uno de los logros puntuales del GTE en las tablas cubanas, y los críticos la tildaron como dramaturgia abierta.
«A veces ocurría que en medio de la representación, un espectador interpelaba a los actores. La obra permitía que en el transcurso de su estructura dramática, el público interviniera modificando la acción. Que nosotros sepamos, eso no había ocurrido antes en el teatro cubano.
«Cuando el Comandante se entera del significado que estaba teniendo la obra en la conciencia de los campesinos, quiso verla y vino al Escambray. En ese momento radicábamos en un campamento en Cienfuegos. Le gustó muchísimo, aunque dijo que estaba un poco fuerte. En el texto no había absolutamente nada que no hubiéramos recogido de boca de la gente. Esa fue la segunda vez que nos visitó ».
En febrero de 1971, Fidel asiste al poblado de La Yaya para su inauguración y presencia nuevamente la puesta en escena. Allí se tomó la histórica imagen en la que aparece junto a Graziella Pogolotti, Sergio Corrieri y Nicolás Chaos, entonces dirigente del PCC en la Regional Escambray.
El último encuentro de Fidel con el grupo ocurrió en la capital durante el IV Congreso de la ANAP, donde, a petición suya, presentan LaVitrina ante los delegados. En la clausura del evento reconoció la importancia del trabajo que había realizado el Grupo Teatro Escambray en la montaña para crear conciencia colectiva a través del arte de las tablas.
A 42 kilómetros de Santa Clara
Mientras Roberto íguila y Arletys González ensayan la nueva puesta de Los dos ruiseñores, una voz estridente se levanta ante los dos jóvenes actores, los reprende, les pide que vuelvan a empezar. Su capacidad para la dirección teatral ha convertido a Rafael González en un maestro admirado por sus pupilos. También fundador del GTE, es el responsable de obras conocidas como Molinos de viento o Calle Cuba 80 bajo la lluvia.
Actualmente, el grupo trabaja en cuatro nuevos espectáculos, entre ellos, Naufragio, una visión sobre las problemáticas sociales del país como la prostitución o la sordidez humana. Está conformado, además, a partir de historias de varios narradores cubanos como Ana Lidia Vega, Guillermo Vidal, Amador Hernández o Laidi Fernández de Juan.
Además, Elio Martín estrenará el próximo 31 de mayo la obra El entierro de la sardina, que parte del teatro popular y se hace eco de las tradiciones de la zona mediante la décima, al punto de que los actores crearon, incluso, un grupo musical para la puesta.
Narra dos historias a partir de dicharachos recopilados de Samuel Feijóo acerca del com portamiento femenino. «Trata sobre las posibilidades que tiene la mujer de triunfar sobre el hombre », agrega Rafael.
Para el 15 de junio también tienen previsto el estreno de El puente sobre el río Marion, del canadiense Daniel MacIvor acerca del reencuentro entre tres hermanas que decidieron tomar caminos diferentes hasta que la enfermedad de la madre vuelve a unirlas.
A pesar de todo este incesante trabajo, el GTE funciona gracias a un presupuesto insuficiente asignado por el Consejo Provincial de las Artes Escénicas. A 48 años de su fundación aún se trasladan con aquellos antiguos carros que continuamente presentan fallos técnicos, y, para colmo, les escasea el combustible para trabajar de manera itinerante. Además, no se ha culminado la reparación de la sede del grupo: el teatro carece de climatización y una de las áreas de hospedaje no tiene electricidad, lo que les imposibilita invitar a otras agrupaciones a La Macagua.
«Las dinámicas han cambiado. Se trata de otra generación, la formada en una cultura citadina. Vivir dentro de un lugar como este no es fácil para ellos. Por tanto, hemos tenido que reestructurar nuestro sistema de trabajo para que puedan ir con más frecuencia a sus casas. Antes solo iban una semana al mes, ahora van todos los fines de semana ».
Alejado de los centros culturales santa clareños, el GTE se renueva tras la partida de algunos actores hacia la capital. Para los jóvenes graduados que realizan el servicio social en la montaña, el «Escambray » es la prueba de fuego, la escuela de la que precisan pa ra demostrar sus habilidades histriónicas y adquirir un nivel actoral notable.