
Esther atravesó la puerta de Auschwitz-Birkenau. Encima de su cabeza llegó a leer, en alemán, «Arbeit macht frei ». Y aunque entendía «El trabajo os hará libres », no podía descifrar el sentido de la divisa.
La habían trasladado en tren desde Neuendorf, donde cargaba piedras hacía tres años. Esther Bejarano, que entonces se llamaba Esther Leowy, fue reducida de inmediato al porvenir estrecho de una cifra.
Apenas atravesó el portón, los oficiales de las Escuadras de Defensa (SS) le gritaron a toda su fila « ¡Cerdos judíos!, ahora les vamos a enseñar lo que significa la palabra trabajo ». Poco a poco trasladaron a los discapacitados, a los ancianos y a los niños hacia las cámaras de gas. Abrieron las válvulas y varias decenas de seres humanos murieron, sin grandes aspavientos.
Esther, que apenas valía como fuerza trabajo, fue rapada. Le tomaron el brazo izquierdo, aunque se opuso ligeramente, y le estamparon el número 41 948. Enseguida retomó las cargas de piedras, menos pesadas que su propia incertidumbre.
«No obstante, yo siempre dije “Voy a sobrevivirâ€. Hubo mujeres que no podían soportar los castigos y la humillación de los nazis. Muchas decidieron echarse en las rejas electrizadas. Aunque trataba de alejarlas, el intento no valía la pena », interfiere la anciana de 92 años.
«Les aseguré a las demás prisioneras: “Tenemos que sobrevivir. Y no solo vamos a sobrevivir, también vamos a tomar venganza contra estos nazis horribles ».
Mientras cargaba piedras de un lado a otro, trabajando como un Sísifo inútil, un oficial interfirió su faena. Si lograba tocar el acordeón podría integrar la única orquesta femenina de Auschwitz-Birkenau. Esther sabía que si entraba a la banda aseguraba su vida. Y tocó el acordeón que nunca había tocado.
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A la puerta de los trenes cargados de prisioneros, ante las cámaras de gas, a orillas de las filas de mujeres que iban al trabajo forzado, la acordeonista levantó notas apagadas de himnos fascistas y marchas patrióticas. Frente a los recién llegados que se encaminaban a las cámaras de gas, Esther anunciaba la suerte de los que iban a morir.
«Fue horrible tener que tocar allí. Primero acompañábamos a las presas con música, antes de ir al trabajo y a la vuelta. Después las SS nos dieron la orden de tocar cuando llegaron las personas que iban a lanzar en las cámaras de gas ».
El propio íngel de la Muerte, el terrible médico Josef Mengele, llegó a escuchar alguna vez los acordes de la orquesta femenina de Auschwitz-Birkenau. Y esas veces Esther elevaba, temblorosa, las notas más agudas de Bach y Mozart. Hubiera querido gritar «No crean en la bondad de los seres que aman la música, no sigan el ritmo cadencioso de la orquesta hacia los crematorios ».
Pero la música continuaba. Y las filas humanas accedían, apaciblemente, a las cámaras contaminadas por el gas.
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Esther Leowy no llegó a ser liberada por el Ejército Rojo en 1945. Poco antes, aprovechando un traslado de la orquesta femenina, entre un campo de exterminio y otro, escapó.
Escapó de Auschwitz-Birkenau y huyó de Alemania, después de confirmar la muerte de sus padres, deportados a la ciudad lituana de Kaunas. Llegó hasta Israel y otra vez, cuando no pudo tolerar más la política de ese país contra los palestinos, se marchó: «No podía soportar que mi pueblo castigara a otros pueblos, tal como me habían castigado a mí los nazis ».
«Alemania me recibió con las manos abiertas. Pero yo, en el fondo, no quería volver a la tierra de los asesinos de mis padres ».
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«Ahora vine a Cuba con la idea de superar mi tos, pero sucede todo lo contrario », bromeó Esther antes de comenzar su concierto, la semana pasada, en la sala Margarita Casallas de El Mejunje. El más intenso frente frío de este año sorprendió a la artista franco-alemana en su único viaje a La Mayor de las Antillas.
Hace años, la acordeonista de Auschwitz-Birkenau aceptó la invitación del grupo alemán de rap Microphone Mafia para llevar adelante una campaña musical contra el fascismo. «Nosotros conocimos a la señora Esther Bejarano y le preguntamos: ¿Qué le parece si cantamos Avanti Popolo juntos? », confesó Kutlu Yurtseven, líder de la banda de rap, antes de entonar en Santa Clara el célebre himno italiano.
Y la señora Bejarano no solo aceptó rapear una vez, sino que se unió al grupo para grabar un disco (Per la vita) y luego otro (La vita continua). «Yo quería que le llegara un mensaje claro a la juventud: hay que luchar contra el fascismo. Y pensé que si hablaba a través del rap el mensaje llegaría más fácilmente a los jóvenes ».
Con los músicos de Microphone Mafia su propio hijo Joram, Kutlu Yurtseven y Rossi Pennino Esther gira constantemente por Europa. «Ella no cuida su salud. Quiere aprovechar todo el tiempo que le queda para transmitir un mensaje de paz a la mayor cantidad de jóvenes. Quiere hacer todo lo posible para evitar que resurja el fascismo, y la guerra », se queja el profesor alemán Tobias Kriele, acompañante de la rapera en su viaje por la Isla.

El pasado martes 10, durante más de una hora, El Mejunje recibió a la artista sobreviviente de Auschwitz. La rapera leyó fragmentos de sus memorias y entonó canciones en idioma yiddish, judío, italiano y alemán.
Cuando Esther Bejarano rapeaba en El Mejunje, la pasada semana, la joven Leowy tocaba el acordeón en Auzchwitz-Birkenau frente a las mujeres, los niños, los ancianos, los discapacitados, los comunistas y los judíos que entraron a las cámaras de gas y luego a los crematorios. Y sus padres volvían a ser deportados a Kaunas. Y morían un millón de personas en Auschwitz-Birkenau. Pero el fascismo no podía escaparse de su recuerdo.
La acordeonista de Auschwitz-Birkenau, antes de irse, ofreció conciertos en Santa Clara, Camagí¼ey y La Habana, visitó cementerios judíos e intentó seguir las huellas de la cultura hebrea en la Isla. «Yo siempre quise venir dijo. Tuvimos una invitación para ir a los Estados Unidos, y enseguida pensamos llegar a Cuba. Después supimos que no era tan fácil viajar desde América hacia aquí. Pero dijimos: “Si hacemos un camino tan largo iremos a Cuba. Y si no podemos ir a Cuba, no iremos a ninguna parte†».