La irremediable locura por Tanya

¿Qué sintió al perder el primer lugar del OTI? ¿Por qué regresa a Cuba? ¿Qué hubiera pasado si no se hubiera ido? Tanya contesta.

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Tanya Rodríguez, concierto en El Mejunje, Santa Clara.
La cantante Tanya en El Mejunje. Concierto por la jornada contra la homofobia, la transfobia y favor de las diferencias. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Laura Rodrí­guez Fuentes
Laura Rodrí­guez Fuentes
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17 Mayo 2017

A principios de los noventa el pueblo de Cuba lloró frente a sus televisores. La gente se indignó, vociferó, comentaban el fatí­dico hecho en centros de trabajos y colas de la bodega. Hubo a quien le subió la presión, y los que tení­an radiograbadoras las pusieron ese dí­a más alto que de costumbre, para que todo el barrio sumiera la pena en la voz de la mujer a quien le habí­an arrebatado, sin argumento alguno, el primero lugar en el concurso OTI 1991. Acorralada tení­a que ganar en la voz de Tanya Rodrí­guez. Tanya Rodrí­guez merecí­a más que ningún otro cantante el puesto cimero de aquel festival. Hay quien aún recuerda la expresión de su rostro en cámara al recibir la aciaga noticia.

Ocurrió, entonces, que la desenfadada vocalista hizo un segundo intento en el año 93. De nuevo su canción alcanzó la cima de la popularidad. Esta vez sí­, se decí­an los fans, como buscando, tal vez, el paliativo para aquel fallo anterior del jurado. Pero la rockera volvió a quedar en el segundo peldaño. Y el pueblo de Cuba lloró y maldijo la inconsecuente decisión.

Tanya cantaba diferente, vestí­a diferente, con botas, sombrero, más parecida a los í­conos foráneos que a la usanza de un paí­s tropical ajeno a los modelos de su tiempo. Los adolescentes la imitaban, a pesar de las miradas inquisidoras de sus convencionales progenitores. Fue el í­dolo de multitudes, y las madres nombraron a sus hijas como ella, aunque dejaran de radiarla o presentarla por la televisión  cuando abandonó el paí­s.

Luego de 20 años fuera, Tanya regresó a La Habana en 2013. En Santa Clara, por primera vez después de tanto tiempo, el pueblo fue al encuentro con la diva en El Mejunje, la noche de este martes 16 de mayo.   Acerca de aquellos años en Cuba, la decepción con los OTI y el vuelco de su carrera artí­stica en el extranjero, Tanya responde a Vanguardia.

Tanya, ¿por qué tardaste tanto en regresar a Cuba?

Concierto de Tanya Rodrí­guez en El Mejunje, de Santa Clara, 16 de mayo de 2017.
Durante el concierto, Tanya interpretó sus temas popularizados en los ochenta y principios de los noventa con nuevos arreglos y otros de su actual repertorio. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Yo me fui en noviembre del 93. Al principio no se podí­a venir. Después el Ministerio de Cultura abrió las puertas   y dejó que los artistas que se habí­an ido retornaran. Esa es una de las mejores ideas que han tenido.

Y volcándonos hacia atrás, a los años ochenta, cuando se funda la banda Monte de Espuma, dirigida por el guitarrista placeteño Mario Daly. Fuiste muy popular con este grupo, pero luego tomas tu camino en solitario tras la separación en 1989.

Empecé a hacer mi banda sola. Me costó bastante trabajo porque fue complicado el final con Monte de Espuma. Finalmente, en el 91, me dan la oportunidad de ir al OTI. Creo que ahí­ fue cuando empezó la locura de Tanya, después de Acorralada.

Ese año no te dan el primer premio con ese tema, a pesar de que mucha gente en Cuba lo esperaba. ¿Qué ocurrió con el OTI del año siguiente?

No me aceptaron. En el 92 no me aceptaron. Eso es un misterio. El porqué no lo sé, me lo imagino. Yo mandé Perdida en el tiempo, que ni siquiera la habí­a inscrito en el derecho de autor. En ese entonces aún no tení­a tí­tulo, le puse Sobreviviendo y la envié, pero no. Ahí­ pensé: “ ¿será que la canción es tan mala?” Después, en el 93, no tení­a ningún tema preparado y mandé ese mismo con el nombre que se conoce ahora. Participé, y pasó lo mismo que en el 91, con la diferencia de que al menos esta vez no me dieron el segundo lugar compartido. Después de eso pasaron varias cosas, y en uno de los viajes fuera del paí­s, decidí­ quedarme, y no regresé más hasta el 2013. Veinte años exactamente, como el Conde de Montecristo.

¿Por qué regresas?

Porque desde antes me lo estaban pidiendo. Se iban a cumplir esos veinte años de mi ausencia y ya que me estaban llamando y me decí­an que ya se podí­a. “Dale, ven”, me decí­an. Decidí­ volver, precisamente en noviembre, como una especie de ritual. Hice entrevistas de radio, me presenté en concierto, canté en varios lugares, estuve en la gala de Los Beatles con David Blanco.

Volviendo a los OTI. ¿Te sentiste mal cuando no te dieron el primer lugar?

Claro, porque uno siempre piensa que va a ganar y todo el mundo decí­a que esa era la mejor canción, y me daban las felicidades,  me comentaban que estaba buení­sima. La verdad es que creí­ que iba a ganar. El pueblo también querí­a que yo ganara. No pasó, y sí­, me sentí­ mal. Fue como un tiro al corazón. A veces uno siente la emoción en momentos así­, y luego…

«Es que desde niña siempre soñé con participar en un concurso, como todos los niños. Yo siempre querí­a ganar en todo. Soy signo Leo, imagí­nate. A uno le duele, y más cuando pones todo de ti. Cada cual sabe sus cosas, y yo sabí­a que el tema era bueno ».

Tu popularidad también estaba aparejada a lo diferente que eras respecto a otras cantantes cubanas, a tu proyección escénica, a tu imagen.

Desde que empecé yo era diferente. Era a mi manera, a mi forma. Eso me viene desde la cuna. Siempre fui así­: rebelde, rockera.  Yo querí­a estar a la altura de la música del mundo. Veí­a los videos en í“rbita 1, en Colorama, y me decí­a: “Oye, ¡qué swing tienen!”

¿Y cuáles eran tus referentes musicales?

Escuchaba a Pat Benatar. Lo mismo me gustaba Abba, que Rush. Es que antes de empezar con Monte de Espuma tocaba con un grupo que se llamaba Arte Vivo, cuando tení­a 15 años, hací­amos rock sinfónico. Ellos una vez me escucharon tocar en una Casa de Cultura, y así­ empecé. Ahí­ fue donde me formé en el rock, aunque yo era rockera nata. A mí­ me gustaba Peter Frampton y Kansas con diez años, cuando lo oí­a en la radio. Yo no tení­a ninguna influencia de música americana en la casa. Lo que se escuchaba eran Los Chavales de España, algo de Beny Moré, Ernesto Lecuona…

Concierto de Tanya Rodrí­guez, El Mejunje, Santa Clara, 16 de mayo de 2017.
«Lo bonito del destino es que ahora estoy aquí­ de nuevo », dijo la vocalista. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

¿De dónde proviene, entonces, tu formación musical?

Empezó a medida en que me fui metiendo en la música. En la escuela yo tocaba en los festivales de pioneros con guitarra. Después continué en los de la FEEM (Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media). Hací­a como especie de trova, componí­a mis propias canciones. Después fue que empecé a estudiar en la escuela de superación profesional Ignacio Cervantes. La técnica la aprendí­ allí­. Sin embargo, nunca me gradué del nivel medio de música.

El tema Ese hombre está loco, con Monte de Espuma, tuvo sus detractores en su tiempo, fue mal mirado por personas que no lo interpretaron bien…

Ese hombre está loco puede ser cualquiera. Esa canción se la escribió mi hermano a mi papá, cuando se divorció de mi mamá. Es un tema totalmente social. Imagí­nate, cualquiera puede decir cualquier cosa de una canción. Nosotros la cantábamos y a la gente le encantaba. Un dí­a nos dijeron que no la podí­amos cantar más, y no lo hicimos. Eso coincide con la desintegración del grupo, por problemas internos.

¿Has seguido presentándote fuera del paí­s?

No dedicada al cien por ciento, pero sí­ me he mantenido arreglando y componiendo. Nunca paré de escribir canciones. Tengo millones de temas nuevos. Sin embargo, no me dediqué a cantar solamente. Hice por allá un grupo con lo que quedó de Arte Vivo.   Siempre me he mantenido ahí­, «arriba de la bola ». Es duro, allá hay que trabajar duro como en cualquier paí­s del mundo, no se vive del invento.

¿Qué crees que hubiera pasado si nunca te hubieras ido?

Nada, hubiera seguido y, a lo mejor, ya fuera una vaca sagrada. (Rí­e) Es una pena que no hubieran confiado en mí­ y que no me dejaran ir al OTI, porque, quizá, hasta hubiera ganado y traí­do un premio muy grande para Cuba, que lamentablemente nadie pudo ganar. La vida es así­, es el destino. Lo bonito del destino es que ahora estoy aquí­ de nuevo. Nada es imposible, aunque pensé que no ocurrirí­a nunca. Esta puerta se abrió, y hace falta que muchas otras se abran.

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