Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
5632
05 Mayo 2015

Cerca del poblado Dos Caminos, en las márgenes de los rí­os Guaninicún y Ulloa, en el oriental San Luis, el ingenio La Mejorana fue escenario de una reunión crucial entre tres jefes de la Revolución Cubana iniciada el 24 de febrero de 1895, José Martí­, Antonio Maceo y Máximo Gómez, quienes protagonizaron una enigmática cita de la cual todaví­a la historiografí­a hace sus especulaciones. En cambio, a 120 años de aquel acontecimiento, la unidad era la esencia definitoria de los acuerdos.

Pieza de Yasser Lezcano sobre la reunión de La Mejorana.La Mejorana, pieza de la exposición Dicha grande, de Yasser Lezcano. (Foto: Tomada de la edición digital de Juventud Rebelde)

Los intercambios de pareceres entre aquellos hombres ocurren el 5 de mayo en la casa de Germán ílvarez, administrador de la colonia de cañas de aquel ingenio.

El historiador Pedro Pablo Rodrí­guez lo catalogó como «un choque, de concepciones y liderazgo » sin que el movimiento independentista quedara dividido.

Las divergencias no están divulgadas del todo, aunque en los apuntes del Diario de Campaña (De Cabo Haitiano a Dos Rí­os), Martí­ dejó constancia de la acritud del momento, y su testimonio es el más completo de todos los que hasta el momento se conocen.

En tal sentido constituyó la equivalencia entre el pensamiento y la mano en una guerra final que debatirí­a los destinos de la Cuba colonial.

Fue el último intercambio decisivo en la cual intervinieron Maceo y Martí­ para debatir asuntos de las operaciones independentistas, y constituyó el hecho más trascendental de la Revolución de 1895 tras el arribo a costas orientales de las expediciones que trajeron las primeras oleadas de jefes mambises.

Con lujo de detalles Martí­ relató el ambiente entusiasta, «como de fiesta », dijo, cuando describió lo que acontece en el batey del ingenio, incluso el almuerzo en el cual intervienen 18 hombres bajo la fronda de un framboyán.

Gómez preside la mesa, al centro, y Maceo estuvo a la izquierda, mientras Martí­ se ubicó a la derecha del Generalí­simo. Allí­ se dirimirá la manera de organizar una guerra que, de acuerdo con sus caracterí­sticas, será necesaria. Los puntos de vistas no del todo tienen coincidencias.

Apuntó Martí­ que «Castro Palomino, Maceo y G hablan bajo, cerca de mí­: me llaman a poco, allí­ en el portal: que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno: una junta de los generales con mando, por sus representantes, y una Secretarí­a General (...) Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación: « ¿Pero usted Ud. se queda conmigo o se va con Gómez? » Y me habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo, y su representante ». En el escrito se advierten las contradicciones entre los poderes militar y civil que acontecieron en las guerras anteriores, la Grande de Diez Años, y la Chiquita, después.

El mando militar sin interferencia de civiles era el criterio de Maceo. En tanto Martí­ aspiró al equilibrio con el «Ejército, libre, y el paí­s, como paí­s y con toda su dignidad representada », criterio que apoyó Gómez, y Maceo, a pesar de las discordancias por la convocatoria a una Asamblea de Delegados para formar gobierno, aprobó enviar cuatro delegados por la provincia de Oriente y subordinarse a tal decisión.

Un dí­a antes de caer en combate en Dos Rí­os, en carta a Manuel Mercado, el amigo mexicano, Martí­ reiterará tal criterio cuando afirmó que «revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas que antes le opuso una Cámara sin sanción real (...), a la vez sucinta y respetable representación republicana, la misma alma de humanidad y decoro (...), que empuja y mantiene en la guerra a los revolucionarios ».

Un mes después, el 16 de junio de 1895, Maceo al escribirle a Gómez, afirmará que «la última vez que nos vimos usted, Martí­ y yo, creí­a un poco prematuro la formación del gobierno, pero hoy lo exige la pujanza de la revolución », hecho que, en medio de aquella discusión de La Mejorana entre los jefes revolucionarios, dio razón al planteamiento republicano que expuso el Apóstol en su humildad organizadora de un pueblo en plena efervescencia contra el poder colonial establecido en Cuba.

Por supuesto, allí­ no solo se lidiaron los asuntos de los poderes militar y civil para el transcurso de la guerra. Martí­ es rotundo cuando registró que a Maceo lo «veo herido, lo quiero me dice menos de lo que lo querí­a ». La referencia se trasladó a los momentos en el cual se gestó la expedición del «Honor » y Flor Combret asumió la dirección del grupo en el que vení­a Maceo, quien al siguiente dí­a, más allá de una ira infecunda, invitó al Delegado y a Gómez a su campamento militar con el propósito que inspeccionaran las tropas mambisas.

Del Diario de Campaña de Máximo Gómez nada hay reseñado, y las dudas sorprenden sobre los asuntos que intercambió con Maceo, quien de acuerdo a algunos historiadores tení­a motivos de irritación contra el Generalí­simo por convocar a una Asamblea de Delegados para constituir el Gobierno de la República en Armas.

Muchas especulaciones en torno a La Mejorana se advierten en los análisis imposibles de integrar por la ausencia de apuntes significativos en las páginas personales de los Diarios de Campaña de los jefes convocados a aquel ingenio.

Martí­ ofrece el testimonio más abarcador, pero incompleto, tal vez para evitar cualquier información que pudiera beneficiar al enemigo en relación con los planes definitorios de la guerra.

Cierto que sobre aquel 5 de mayo de 1895 hay una carencia de evidencia histórica exacta de la trascendental conversación entre Gómez, el General en Jefe, Maceo, el Lugarteniente, y Martí­, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, alma de la Revolución. A pesar de cualquier discrepancia del momento, incluso de las rencillas o «resabios » acumulados por los años, un tema era crucial: la guerra y la unidad absoluta de los cubanos para lograr la independencia.

En esas ví­a laborarí­an sin descanso los tres revolucionarios.

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