«Si yo naciera en esta época, ¿saben lo que quisiera ser?: deportista », así dijo Fidel Castro por los años 70, cuando todavía tomaba una pelota de básquet en las manos y la hacía girar hasta encestarla. El tercer hijo de íngel Castro y Lina Ruz, además de rebelde nació deportista aquel 13 de agosto de 1926. «Fue una afición espontánea », diría años después.
De pequeño, según le comentó al periodista Ignacio Ramonet en el libro Cien horas con Fidel, correteaba en el caserío de Birán, ponía trampas para cazar tomeguines y aprendía a nadar en los arroyos de aquella manigua del Oriente cubano. Quedó como un excelente exponente de la natación, o al menos así se lo creyó cuando en el balneario del colegio La Salle se tiró un clavado desde el trampolín de mayor altura.
«Yo debí ser clavadista le explicó a Ramonet porque recuerdo que cuando llegué allí, la primera vez me lancé del trampolín más alto, en una especie de desafío entre adolescentes: ¿quién se tira? pam, me tiré, por cierto, de pie, menos mal que no me tiré de cabeza, estaba bastante alto el trampolín, pero me lancé sin pensarlo mucho ».
Pero, definitivamente, al que luego se convertiría en hacedor de la Revolución Cubana le apasionaba una disciplina en específico: el baloncesto. Fidel tiene cientos de fotos jugándolo y por si no fuera suficiente, están sus palabras.
«Me interesaban mucho los deportes y en séptimo grado practicaba, sobre todo, baloncesto, el fútbol y la pelota. Siempre me gustó mucho el deporte, me sirvió de entrenamiento e invertía las energías en todo eso ».
El joven Fidel se posicionaba cerca del tablero en la cancha de básquet. «La posición que yo tenía en la defensa era delantera y en el ataque, más atrás », aclaró en una entrevista al periodista italiano Gianni Miná. Pero en esas letras, también deja la impresión de que al fútbol llegó primero, inexplicablemente para muchos.
«Por lo general jugaba delantero derecho, porque soy derecho, aunque practicaba también con la zurda. Practicaba bastante en la escuela. (...) De muchacho me gustaba el fútbol. Iba a verlo incluso desde que estaba en cuarto grado, en quinto grado; era bastante fanático. Después lo practiqué »
El amor por el deporte lo «obligó » varias veces a salirse del protocolo, como en 1971, cuando recorrió buena parte de Chile en medio de una visita gubernamental. En Iquique al norte del país, Fidel se entusiasmó y jugó un corto partido. El ya Comandante en Jefe se puso la camiseta con el número 12. Antes había practicado en Chuquimata, pero la altura de la región no le ayudó para dejar una buena impresión. En cambio, a nivel del mar, en Iquique, se juntó con algunos guardias de la Fuerza Armada Chilena y fabricó un equipo competente. Del otro lado tenía al grupo de periodistas que cubrían la visita.
«Ganó el equipo de Fidel por 32 a 14. Fidel anotó 14 puntos. Terminó el encuentro y Fidel dio, a grandes zancadas, la vuelta olímpica », escribía en una crónica el chileno Bernardo Guerrero.
De cualquier manera, los 88 años del Comandante se han visto marcados por algún acontecimiento ligado al deporte. Sea el básquet, la natación, el ajedrez o el béisbol, que a tono de broma le sirvió para «enmarcarse » entre los estadounidenses.
«Lo que más saben de mí los norteamericanos es que me gusta la pelota. Claro, me gustan otros muchos deportes, pero cada norteamericano que nos visita me trae o una pelota, o un guante, o un bate, o un libro con una biografía de una gran estrella con la biografía de muchos, con los índices, los campeonatos, todo, a mí me identifican y eso es bueno como un deportista y como un pelotero », dijo en 1995. De esa afición natural de pequeño nació uno de los baluartes de la Revolución Cubana, su movimiento deportivo. Desde los Juegos Olímpicos de Roma 1960 hasta los de Londres 2012, Cuba ha conquistado un total de 196 medallas; 67 de oro, 63 de plata y 66 de bronce. El artífice de estos logros está hoy de cumpleaños.