
Cuando se habla de los grandes receptores de nuestras series nacionales de béisbol en los años sesenta, el nombre de Ricardo Lazo González es referencia obligada.
Fallecido hace cuatro décadas, el 4 de septiembre de 1977, a consecuencia de un accidente de trabajo, integró junto al caibarienense Lázaro Pérez Agramonte el binomio de los mejores enmascarados de los primeros años de la pelota que se juega en Cuba después de 1962.
Lazo formó parte de la selección criolla campeona mundial en la cita de Costa Rica, 1961, donde la Mayor de Las Antillas alcanzó su primer título en estas lides posterior al triunfo de la Revolución.
Estuvo en la plantilla de los que se coronaron en los Juegos Panamericanos de Sao Paulo, 1963 y los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Juan, 1966 y fue miembro de la representación del Verde Caimán que obtuvo el subcampeonato en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, 1967 y un decepcionante cuarto puesto en los CentroCaribes de Kingston, 1962.
Esta destacada figura de la receptoría estuvo entre los 116 jugadores que echaron a andar las series nacionales el 14 de enero de 1962, temporada en la que lució el uniforme del equipo Habana.
Participó en once certámenes y tuvo el honor de ser uno de los cuatro peloteros que intervinieron en la seguidilla de cuatro cetros conquistados por Industriales entre 1963 y 1966, que todavía constituye récord para las series nacionales.
En ese grupo, además de Lazo, se incluyen Jesús Jufré y dos estelares del deporte de las bolas y los strikes en el archipiélago, el serpentinero Manuel Hurtado, reconocido por su gran inteligencia para lanzar y Urbano González, el hombre de mejor vista en la historia de estos torneos que ya andan por su versión 57.