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01 Septiembre 2014

¡Adiós a las vacaciones! El curso escolar 2014-2015 ya toca a las puertas de la diversión y el descanso y avisa que toda Cuba está lista para su inicio. Y aunque determinados centros no puedan abrir sus puertas el 1o. de septiembre, no faltarán aulas ni libros ni maestros para acoger a los casi dos millones de estudiantes matriculados en todos los niveles de enseñanza del Ministerio de Educación.

Como todo inicio, la arrancada de una nueva etapa lectiva constituye una gran oportunidad para plantearnos prioridades, tanto a nivel personal como institucional. De ahí­ la necesidad no tan material de establecer preponderancias y acciones a favor de propósitos que nos hagan mejores personas.

inicio-curso-escolar(Ilustración: Martirena)

Mucho se habla y se ha escrito sobre la necesidad de educar en el conocimiento y, también, en la virtud, de forjar valores y cultivar en niños, adolescentes y jóvenes los mejores sentimientos, los más sólidos principios, a partir de la fuerza del ejemplo.

Sin embargo, la vida ha demostrado que junto al propósito clave de elevar la calidad y el rigor del proceso docente educativo, no ha marchado a la par la formación de valores, aspecto que no compete solo a la escuela, sino también a la familia y la sociedad en su conjunto.

¿Causas? Algunas, hijas de la necesidad y lo perentorio; otras, por apatí­a, por transgresiones de lo estatuido, por enseñar más que por educar o, viéndolo de conjunto, por una educación por mucho tiempo centrada en aspectos de orden metodológico, más que pedagógicos, civiles y morales.

Pero estamos en el momento exacto para retomar estilos, excelencias y tradiciones forjadas desde el mismo nacimiento de la nación, relucida desde sus anales por un magisterio virtuoso y sacrificado, culto, patriótico, revolucionario, martiano.
Se trata de colocar a la escuela en la cota de las transformaciones que van modificando el escenario nacional para transitar parejo con la ruta del golpe principal que se ha trazado el paí­s como estrategia.

En cada escuela y en cada aula tenemos hoy una expresión de lo que somos, de ahí­ que ese sea el escenario propicio para transformar la sociedad, tarea en la cual los maestros y profesores ocupan la primera lí­nea.

Se trata ahora de no permitir en adelante el deterioro de inmuebles, el hacinamiento y falta de higiene; de cerrar de una vez las grietas directamente relacionadas con el proceso de enseñanza-aprendizaje, las fallas en la labor de formación vocacional y la orientación profesional; incluso, de no confundir más una reunión de padres con la escuela de educación familiar.

Este curso no habrá en secundaria básica grandes cambios, pero sí­ adecuaciones y precisiones que requieren atenciones especí­ficas y permanentes, dadas las caracterí­sticas del nivel medio de enseñanza, tan complejo como la adolescencia misma, y que en los últimos años ha sido objeto de muchas y grandes transformaciones, que precisan tiempo y estabilidad para sedimentarse.

En su recorrido por todas las capitales de provincias, la Ministra de Educación ha referido lo imprescindible que resulta jerarquizar la superación permanente y el enaltecimiento y atención a los profesores, así­ como el papel de la familia y de cada barrio hacia los niños y jóvenes, en aras de una mejor utilización y aprovechamiento de la fuerza de trabajo docente y de las capacidades existentes.

También ha reiterado que la flexibilización prevista no puede verse como un relajamiento en la exigencia y de la disciplina, sino como una ví­a que permita ser más creativos y rescatar muchas cosas que se habí­an perdido, entre ellas la asistencia a cí­rculos de interés, laboratorios, bibliotecas, actividades deportivas, culturales y otras. De ahí­ la importancia de organizar el horario docente en función de la idiosincrasia de la población y las particularidades del plantel.

Es elemental, además, crear una atmósfera de acogida, que no es lo mismo que recibir a los alumnos el primer dí­a de clases.

La acogida es diaria, permanente. Acoger quiere decir recibir con sentimiento y entusiasmo, proteger, amparar, propiciar un ambiente de comprensión, cariño y respeto, donde fluya el compañerismo y la sensación de pertenencia.

Pero la educación comienza en el entorno familiar, con adultos interesados en apoyar el proceso de sus estudiantes, de acompañarlos fí­sica, moral y emocionalmente en sus avances, de respaldar a maestros y profesores, y también seguir de cerca las interacciones que se producen en la escuela, no importan las edades.

Honradez, honestidad, respeto a los demás y a nosotros mismos, laboriosidad, patriotismo, sencillez, solidaridad, altruismo, no se logran por decreto ni por generación espontánea. Se trata de valores inculcados desde antes de la cuna, y asentados con el decurso y finalizados solo con la muerte.

¡Adiós a las vacaciones!, sí­. La escuela espera a nuestros hijos en el presente para instruirlos, pero también para hacerlos en un futuro hombres y mujeres útiles y virtuosos. De no ser así­, ni habrá escuela ni habrá futuro.

Que el primer dí­a de clases sea para alumnos, educadores, padres y familiares, el mejor dí­a del año para empezar a pensar y a aprender que de las amargas lecciones de la vida, se sacan las mejores conclusiones.

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