Liena María Nieves
Liena Marí­a Nieves
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08 Febrero 2016

El 2015 cerró con las perspectivas de la Zona de Desarrollo del Mariel, el crecimiento anual del PIB en un 4%, los tres millones y medio de turistas que descubrieron la isla en el 2015 o los siete mil 841 millones previstos para inversiones de este año, aunque las cifras levitan entre buenas intenciones y aún no consiguen aterrizar en el plato de la mayorí­a.

Caricatura de Martirena sobre los bajos salarios de los ancianos(Ilustración: Martirena)

El modelo económico se reajusta en busca de concretar los cambios en un lapso prudencial y cercano, pero el tiempo no es grato con nuestros abuelos, incapaces de nivelar su marcha con el elevado precio de todo lo que se necesita y consume en este palmo de Isla.

Mientras Cuba envejece a pasos de siete leguas, los estratos sociales se polarizan entre la opulencia y la supervivencia básica. No es un secreto: los miles de ancianos dependientes de una chequera, apenas pueden equiparar sus ingresos con las exigencias de la Oferta y la Demanda, los electrodomésticos por mantener y pagar, el desabastecimiento en la red de comercio y la inoperancia en la ejecución de polí­ticas sociales que no logran mantener los estándares de calidad en servicios tan sensibles como el del Sistema de Atención a la Familia (SAF).

Según los pronósticos de la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional del Poder Popular, para el 2016 se prevé un incremento del salario promedio, que deberá alcanzar la cifra de 653 pesos, y 700 en el caso de las empresas estatales. Si aplicamos un simple algoritmo a nuestra cotidianidad, no habrá que sorprenderse por el hecho de que, aún la satisfacción de las más elementales necesidades, siempre chocará con precios que se le adelantan al aumento por kilómetros.

Son pocos los hogares cubanos en los que no conviven dos o más generaciones. De acuerdo al Anuario Estadí­stico publicado a mediados del 2013 por la Oficina Nacional de Estadí­sticas e Información, la población fuera del rango de edad laboral de 17 a 65 años, en el caso de los hombres, y de 17 a 55 para las mujeres ascendí­a en ese momento a 4 292 023 personas, lo cual equivale al 38,4% del total.

Las pensiones que perciben los jubilados superan los 200 pesos, y varí­an de acuerdo a las empresas u organismos de los que proceden, pero la desventajosa conversión de CUP a CUC, y la invariable posibilidad de que los precios se dupliquen de una semana a otra, tensa el panorama de quienes, en el atardecer de su existencia, deben plantearse un Plan B que los mantenga a flote.

La eliminación de gratuidades innecesarias y subvenciones sin control, reafirma que el destete estatal resulta una estrategia muy bien pensada por la dirección polí­tica de la nación. No obstante, la gran «rueda » de un sistema que se transforma y aúpa nuevas formas de diversificación, se mueve en diagonal para muchos y le pisa los talones a otros tantos. Todaví­a no se palpa ni define el minuto en que el paralelismo entre la economí­a y la sociedad, evolucionen de propósito al beneficio general.

Los ancianos, sin embargo, son los que más confí­an en el futuro; quizás, porque vivieron para contar aquellos dí­as en que la Guardia Rural y el Camino Real les pudo estafar la esperanza. Las bonanzas de la apertura que hoy se vive no cobrarán cuerpo ni alma hasta que la equidad no pueda abrazarnos a todos por igual: la indulgencia y el conformismo no mejoran nada ni ganan batallas.

En esta isla, el humanismo implica mucho más.

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