Una «locura » llamada deseo

Las adicciones funcionan porque nos proveen el único «narcótico» socialmente lí­cito: el placer. Imagine entonces la capacidad del amor para convertirse en el «estupefaciente» perfecto.

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Dependencia emocional
(Foto tomada de Internet)
Liena María Nieves
Liena Marí­a Nieves
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06 Febrero 2017

La vida de Lily  podrí­a describirse a base de números. Cumplió 32 años y se casó de traje y velo virginal a los 20, a los 24 y a los 27. Tiene dos hijos y tres tatuajes con los nombres de amores pasados y presentes.

Desde niña y hasta los 25 profesó una religión bastante estricta con los temas del «amor libre », pero, tras seis relaciones sin papeles de por medio (y con tanto de vergí¼enza como de exigencias externas), abandonó la fe y dio ví­a libre a los ruegos de su corazón.

Sin embargo, los números de la vida de Lily no solo contabilizan personas y momentos: suponen historias y expectativas que creó con dosis inversamente proporcionales de entusiasmo y confianza. Hasta este dí­a, su «hoja de ruta » sentimental semeja, irónicamente, un mecanismo imperfecto, de esos que, aunque a ratos parezca que funcionan, no tardarán en estropearse.

«Si un hombre me gusta en serio me juego la vida ». Todo o nada. Lily no es mujer de medias tintas ni medias pasiones, y del término «poco a poco » lo único que infiere se resume en hipocresí­a y falso moralismo.

«Desde el primer momento ya sé si lo quiero conmigo, por eso no encuentro necesario esperar para aplazar algo que de todas formas sucederá. Eso sí­, me tiene que atraer de verdad. Si es así­, puede que tengamos una relación a las 24 horas y que vivamos juntos una semana después, ¡y sin cargos de conciencia por mi parte! No tengo motivos para sentirme mal. No hago las cosas por interés, sino por amor ».

O sea, ¿lo buscas o llega por obra y milagro de la suerte?

A cualquiera le encantarí­a estar enamorada siempre y no saber de desilusiones, pero el destino te pone trampas en el camino. De no ser así­, nunca me habrí­a divorciado de mi primer esposo, pero ya ves, me tocó enfrentar traiciones y maltratos.

«No vale la pena vivir con amargura cuando las oportunidades están donde menos las imaginas. A veces vienen de casualidad, sin proponértelo, y creo que ese es mi don. Por regla, es muy raro que esté sola ».

Pero toda ruptura tiene una causa. ¿No le temes a la decepción?

Estoy curada de espantos. No sufro por nadie. Mientras lo merecen, los quiero con las fuerzas de mi alma. Así­ de sencillo. Hoy te amo y te doy lo mejor de mí­ en todos los sentidos imaginables, incluso, económicamente mañana te olvidé y al tercer dí­a estoy lista para lo que pueda suceder. Te repito: no se trata de que viva buscando un hombre para cada mes, pero si lo conozco y me conquista, comienza una nueva historia. ¡El corazón no es jabón que se gaste!

Invariablemente, la expresión de quienes la escuchan desarrolla un patrón de gestos ya predecible. La gente ladea la cabeza « ¿estará hablando en serio? », abre los ojos como platos de postre y concluye con sonrisas enigmáticas. Los más temerarios se atreverán a poner voz a sus pensamientos: « ¡tú estás enferma! ». Lily ya viene preparada para ese tipo de situaciones y, sin incomodarse, apacigua la arremetida. «Lo bueno de mi enfermedad es que la cura, ni duele ni hay que buscarla en terceros paí­ses ».

Le anuncio que estoy casi segura de que su «mal » se llama anuptafobia, un trastorno psicológico que se proyecta como temor obsesivo a permanecer solteros. Luego de una intensa mirada de interés, seguida de una carcajada, me explica es la primera ocasión que «lo suyo » se explica con palabrerí­a cientí­fica y no con alguna groserí­a.

Acto seguido describo una serie de caracterí­sticas que, en su caso, se ajustan como guante. Lily resulta la tí­pica anuptafóbica: dependencia emocional, anulación de los intereses propios por priorizar los de la pareja, inmadurez, problemas de autoestima, temor al fracaso y a la soledad e, incluso, tendencia a venerar al otro. En ese punto pretende indignarse, pero alguien silencia su protesta al recordarle los tatuajes.

El nombre del primer ex se oculta bajo un diseño encubridor, mientas que el del segundo casi un grito entre los omóplatos, aún sobrevive en medio de un corazón rojí­simo y la promesa de que jamás volverí­a a caer en semejante desacierto. De este al tercer tatuaje el perí­odo fue apenas un suspiro de tres meses. Antes de fin de año un nuevo romance le colgó alas y sepultó sus propósitos de cordura.

La semana pasada Lily y yo volvimos a encontrarnos.

«Te digo que no vale la pena quererlos tanto. Se aprovechan, piden más, y no se dan cuenta de lo que una siente ».

Cuando aprendas a valorarte verás la vida y tomarás decisiones desde una perspectiva más clara…

Sí­, es verdad, por eso le voy a dar un chance, ¡pero que no se piense que el amor me domina! Si no funciona, chao, pescáo, porque a rey muerto, ¡rey puesto!

La verdad tras los excesos

Adicción al amor

En 1975, los psicólogos norteamericanos Stanton Peele y Archie Brodsky publicaron el libro Amor y Adicción, una obra altamente reveladora en su época al exponer ante el mundo un nuevo campo dentro de las patologí­as psicológicas: la adicción al amor.

El entonces novedoso concepto describe la naturaleza real de los ví­nculos que unen a estas personas con sus parejas inseguridad, fobia al rechazo, necesidad de legitimación ante la opinión pública, etc. , y propuso, además, un replanteamiento cientí­fico sobre problemáticas como la dependencia emocional y otros trastornos de la personalidad.

El porqué del éxito de las adicciones, aun y cuando se conozcan de antemano los perjuicios a corto y largo plazo, no contienen ningún misterio. Funcionan y ya, pues amén de destructivas e inhabilitantes, nos proveen el único «narcótico » socialmente lí­cito: el placer. Imagine entonces la capacidad del amor y todo lo que se incluye en su «paquete » para convertirse en el «estupefaciente » perfecto.

La colombiana Marisol Ramí­rez Cabrera, psicóloga especializada  en Programación Neurolingí¼í­stica (PNL), manifiesta al respecto que «todas las relaciones de pareja son una oportunidad de evolución personal, de crecimiento, de maduración. Tanto las situaciones positivas como las negativas suman para que los individuos, dentro de una relación, den lo mejor de sí­.  Esta oportunidad de conocerse y conocer al otro en una relación larga y estable, no se da cuando persona es enamoradiza o va de relación en relación, lo cual es perjudicial para el desarrollo del individuo en el marco de una pareja.

«Las parejas son nuestro espejo, son aquellas personas más cercanas a nuestros afectos, con quienes compartimos la intimidad de nuestras emociones, sentimientos, compartimos nuestros logros, nuestros sueños, nuestras metas, nuestras alegrí­as y frustraciones. (…) La pareja es el par, por eso se llama pareja.  

«Si uno de los involucrados en la relación no se comporta como “par” y va de mujer en mujer o de hombre en hombre, sin descansar el rol de conquista, pues no se da la oportunidad de vivir con aquella persona que ya conquistó.  Una persona enamoradiza se impide a sí­ mismo, por miedo a que lo hieran, por miedos internos, por miedos inconscientes, por miedos que ni siquiera conoce ».

Mi segundo testimoniante tiene 35 años y también solicitó discreción sobre sus datos reales. Pide que le llamemos El buen Casanova, pues cree encontrar al amor de su vida con la misma frecuencia que cambia sus medias.

Consejitos para atraer

♥ Según una investigación de la Universidad de California, cuando las mujeres ovulamos preferimos el olor de camisetas usadas por hombres con altos niveles de testosterona.

♥ Si tienes los brazos y el torso abierto, expresas que estás disponible, todo lo contrario a cuando te paras con las manos cruzadas.

♥ John Bargh, psicólogo de Yale, realizó un experimento con parejas en el cual algunos tomaban algo caliente en su primera cita y otros una bebida frí­a. Quienes se decidieron por la caliente juzgaron como «más agradable » a su acompañante, algo que no resultó igual entre quienes optaron por lí­quidos frescos.

♥ De acuerdo con un estudio de la Universidad de Illionis, los hombres tienden a caminar más lento cuando la mujer que va a su lado es de su interés amoroso.

«No es algo que me proponga intencionalmente, solo ocurre una y otra vez, en la calle, en una fiesta o en el trabajo. Me ha sucedido que algunas mujeres piensan que soy un acosador o un aberrado, pues pocas entienden que mi interés por ellas no es solo sexual.

«Les he intentado explicar que mi percepción sobre los seres humanos resulta superior a la de otras personas. Con una sola vez que las vea, puedo sentir si necesitan que las cuiden y las traten bien, y también me gusta fantasear con el futuro que podrí­amos tener juntos.

«El problema es que las muchachas de ahora son muy superficiales y están solo para el tipo bonitillo o para los empates de una semana, y no agradecen la oportunidad de compartir la vida con un hombre maduro que las proteja y las mime. Siempre estoy listo para querer. Es lo que mejor sé hacer ».

La psicóloga social Yolanda Hernández tiene una sección fija en el diario digital Vanguardia.com, de Colombia, y maneja el criterio de que, tras una ruptura, la decisión más inteligente serí­a la de dedicarnos un tiempo a solas, lo cual denomina como «proceso de quererse más ».

Según su experiencia, existen varios pasostomando en cuenta el ritmo propio de cada cual que no habrí­amos de violentar si deseamos recuperar el control de nuestros planes y emociones.

«Lo más saludable, después de terminar una relación, es darse un tiempo de reflexión y un tiempo para revisar  sus metas. Dese la oportunidad de iniciar nuevos proyectos, crecer cognitiva y espiritualmente. Los nuevos   amores   llegarán, pero sin afanes.  
Hay que tener claro que todos los seres humanos son merecedores de amor y respeto; por lo tanto, para enamorarse, es necesario darse la oportunidad de conocer mejor a su compañero y vivir la relación de manera coherente, basándose siempre en la realidad y no en imaginarios ».

Así­ somos...

Si algún dí­a nos librásemos de la callada prudencia con que intentamos sofocar los aullidos de nuestra naturaleza, nos descubrirí­amos rodeados de obsesiones y deseos ocultos entre el pecho y la razón. Sin embargo, nos condiciona la civilidad y el sentido común.

Las conductas autodestructivas lo serán siempre, así­ intenten camuflarse bajo lo hermoso o lo feliz. Muchas veces escuché decir que cometemos errores para superar lo difí­cil, pero nadie me va a convencer de que dar bandazos por el mundo, tras una justificación tan conveniente como el enamoramiento, nos hace superiores en algún sentido.

No obstante, y una vez más, acudo al gran dramaturgo español Jacinto Benavente, pues no existen ni verdades ni equivocaciones absolutas: «Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdrí­a la vida? ».

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