Recuerdos en el corazón de una carta

Una carta inédita de Haydée Santamarí­a despierta los recuerdos de Rosario Gladys Rodrí­guez López, í­ntima amiga de la familia Santamarí­a Cuadrado.

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Rosario Gladys Rodríguez, amiga infancia de Abel y Haydée
Rosario Gladys Rodríguez, amiga infancia de Abel y Haydée. (Foto del autor).
Francisnet Dí­az Rondón
Francisnet Dí­az Rondón
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19 Octubre 2017

Toma en sus manos la vieja carta, la ojea como si fuese la primera vez. Las letras trazadas por su amiga eterna Haydée Santamarí­a Cuadrado parecen hechas ayer, aunque ocurrió hace 64 años. Cada palabra destila recuerdos llenos de risas, juegos, azúcar, cachaza, dulces, novios…, pero también dolor, lágrimas, orgullo, Patria.      

Rosario Gladys Rodrí­guez López sostiene en sus manos la misiva, hasta ahora inédita, que le enviara su entrañable amiga Yeyé cuando cumplí­a prisión en la cárcel de Guanajay, luego de los sucesos de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953. La Heroí­na del Moncada rememora la última vez que habí­a visitado el central junto a su novio Boris Luis Santa Coloma, el sufrimiento enorme que le provocó la muerte de este y Abel, y a la vez su admiración por aquellos hombres.

La anciana decidió hacerla pública luego de tantos años para cumplir con los deseos de su también entrañable amiga y coterránea Aida Santamarí­a, quien le pidió donarla a la Casa Museo de 25 y O, en el Vedado capitalino, donde vivió un tiempo Abel y Haydée, y se reuní­an Fidel con otros jóvenes del naciente Movimiento.

«La mantuve guardada mucho tiempo. No se la mostraba a nadie, porque no iba estar enseñándola como si fuera un trofeo. Haydée me la envió a mí­, es algo personal. Aida me insistió en que la donara al museo. Además, cuando yo muera, quién sabe lo que suceda con la carta, mejor darle un buen camino ahora. Claro, primero hice una copia. Silvio (Rodrí­guez), el trovador, me la fotocopió. No iba a deshacerme de ella del todo, ¿no? », expresa sonriente.

Rosario Gladys ya no es aquella niña del central Constancia (hoy Abel Santamarí­a), Encrucijada, que tuvo el privilegio de cultivar una hermosa amistad con los hermanos Santamarí­a Cuadrado, pero cuando lee la carta su memoria retrocede varias veces en el tiempo. Residente en la capital cubana, a sus 86 años de edad no puede visitar con asiduidad su tierra natal la última vez ocurrió hace casi tres lustros, no obstante, el amor por el ingenio y los suyos se mantiene intacto como la chimenea del antiguo coloso.      

  «Los Santamarí­a eran mi familia »

«En el central habí­a mucha pobreza. Tení­amos solo una escuela, pero la pasábamos de maravilla: las fiestas, el rí­o, la playa en Nazabal… Nosotros éramos un grupo tremendo: Abel, Haydée, Irma, Aidita, la más chiquita, no nos perdí­amos una. Estábamos en todo, en la escuela, los bailes, jugábamos pelota. Y sin dinero resolví­amos como podí­amos. íbamos a divertirnos a los campos, tierra adentro: Barrenechea, Dos Hermanas, El Purio, Tunicú, a donde fuera a pie, a caballo, en “chispa” o en el jeep de Nicanor que mi hermano se lo cogí­a y manejaba.

«Los Santamarí­a me acogieron como parte de la familia. No solo los más jóvenes, también los mayores. En el central viví­an dos tí­os, Nicanor y Benedicta, la mamá de Fito con quien Abel se trasladó para La Habana, y en Encrucijada viví­an Enrique, Ricardo y Remigio. Yo me consideraba su familia, nos querí­amos, al igual sucedí­a con mi hermano y mis padres. Y con Abel…

«Hay una fotografí­a en la que salgo al lado de Abel. Él era muy martiano. En las fiestas de fin de curso el doctor Eusebio Lima Recio lo preparaba para que recitara completo Los zapaticos de rosa. Siempre con su ropita blanca. Abel era muy amigo, muy sincero, muy humano, muy humilde. Me impactaba su sinceridad y su amistad. Siempre divertido, fiestero, bailador, y ayudaba a todo el mundo ».

«Y Yeyé y yo éramos como hermanas. Cuando triunfó la Revolución ella y Aida me llevaron para La Habana. Haydée querí­a que me fuera con ella para Casa de las América, pero no me atraí­a ese trabajo. Me quedé con Aida en Asistencia Social de la que fuimos fundadoras en Cuba. Era lo que a mí­ me gustaba, me gusta y lo practico con todo el mundo ».

«De niñas siempre andábamos juntas. Recuerdo cuando en el ingenio se celebró la boda de Orlando y Marí­a Teresa, dos muchachos del grupo, Yeyé fue con Boris, que era lindí­simo, muy atractivo. Y la  prima de ella, Irma, y yo la cogimos con él. Lo sacamos a bailar, le dábamos besitos, tomábamos cerveza juntos. ¡Cómo la mortificamos! Bueno, nos dio las 4:00 de la mañana en eso a nosotros cuatro, y dos o tres muchachitos más que se quedaron.

«Los Santamarí­a eran muy buena gente, de verdad. Estaban económicamente mejor que muchos de nosotros y siempre nos ayudaban. El mismo jeep del tí­o Nicanor era la ambulancia del ingenio, a dónde hubiera que ir. Éramos como familia ».

El Moncada, la muerte, la noticia

  «Cuando pasó lo del Moncada, alguien me avisó y dije: “Ahí­ están   Abel y Yeyé”. Salí­ corriendo para casa de Nicanor, donde estaba Irma y entré por detrás para que el viejo no me viera. Irma y yo fuimos para casa de la otra hermana Aida, que ya tení­a a su niña, Karí­n, de unos cuatro meses. Le avisamos, pusimos el radio y dan las noticias. No decí­an nada de los muertos.

«Enrique, el otro tí­o, se enteró del asalto en Encrucijada y llegó como a las 9:00 de la mañana. Él llevó a Joaquina y a Benigno a Santiago de Cuba, cuando regresaron nos enteramos de lo sucedido. Los guajiros vení­an de lejos a ver a Joaquina. Fue un impacto grande.

«Cuando nos dijo que Yeyé le contó que a Abel le habí­an sacado los ojos y se los enseñaron para que hablara, y que ella respondió: “Si ustedes le sacaron los ojos para que hablara y no habló, yo no voy a hablar tampoco”. Aquello fue a llorar todo el mundo.

«Cuando Yeyé sale de la prisión de Guanajay, donde solo autorizaban visitas de padres, madres e hijos, va para el ingenio. En cierto momento veo que va para el baño, fui detrás de ella y le dije: “Yeyé, no te voy a perdonar nunca que no me hayas dicho lo del Moncada”. Me explicó que Abel y ella decidieron no involucrarme porque, como yo cosí­a, ayudaba a mi familia. Pero, a mí­ eso no me importaba.        

«Luego del asalto me incorporé con Aida a la lucha clandestina contra la dictadura. Llevaba correspondencia a Santa Clara, entre otras actividades, hasta que triunfó la Revolución ».  

 Ellos no murieron en vano

  «A través de la Asistencia Social se hicieron grandes obras, que nunca se han publicado. Aida no era de la gente de estar en la prensa ni de darse publicidad. Pero, las trabajadoras de la asistencia hicimos un trabajo grande, sobre todo en la erradicación de los barrios insalubres. Ese barrio de Las Yaguas, en La Habana, ¡óigame! Es una historia.

«Las casitas eran de guano y yaguas, habí­a cientos. La gente muy pobre llegaba y hací­a su casa con los materiales que tuviera. En el famoso reparto José Martí­ fue donde se les hizo las viviendas a todos los que sacamos de aquel lugar, que fueron miles de personas.  

«Nuestro deber consistí­an en atender y asistir a todo el mundo. Hay una historia con una de mis compañeras, Chiqui, quien vive aún. A ella y a mí­ nos tocó Cuatro Caminos para ayudar a las prostitutas. Recuerdo un caso que nunca he olvidado de una muchacha loca que viví­a en un tugurio con un niño de unos dos años amarrado como un perrito. Lo tení­a en el piso con un poquito de agua y le daba la comida en un pozuelito. Me impactó muchí­simo.

«A las que estaban en la prostitución í­bamos a buscarlas por la tarde y terminábamos de noche. Claro, los muchachos del Ejército Rebelde nos amparaban. Llevábamos a las muchachas a una casa en el Cerro preparada con todas las condiciones.

«Ellas asumí­an muy bien salir de ese mundo. Se metí­an en eso porque no tení­an opción, no habí­a donde trabajar, viví­an sin futuro. Agradecí­an mucho que las ayudáramos, hasta   el punto que una todaví­a me llama por teléfono. Yo le digo a usted que si no hubiese sido por esta Revolución, yo no sé qué fuera de nosotros.

«Y pienso que Abel, Boris y todos los demás jóvenes dieron su vida por darnos un mejor futuro a todos, para acabar con la miseria que habí­a en este paí­s. Mucha gente no se imagina cómo se viví­a en los barrios marginales a donde fui muchas veces como trabajadora social: esos niños desnutridos, las muchachitas obligadas a prostituirse, las ciudadelas insalubres… Sin duda alguna, ellos no cayeron en vano.

                       

      CARTA INÉDITA DE HAYDÉE SANTAMARíA A SU AMIGA ROSARIO GLADYS RODRíGUEZ (*)

                                                                                                                                                                                                                                     

                                                                                                                                      Nov. 6 - 1953

                                                                                                              Reclusorio Nac. de Mujeres

                                                                                                                                          Guanajay

 

(Fotocopia de la carta).

Querida Gladys:

                                                      He recibido tus dos cartas, una en la prisión de Boniato y la otra aquí­, no te habí­a contestado, en estos casos está uno que no sabe que escribir, bien dices, cuando esté en esa todo será distinto para mi, aquella alegrí­a, esa que estaba dispuesta no solo para ir ha la fiesta, sino para forjarlas, todo eso termino para mi, recuerdas mi ultimo viaje a esa, que felicidad habia en mí­, como no lo iba hacer, que mas podia pedirle ha la vida, recuerda tú he Irma como celebraron a Boris, como me fastidiaron con lo bien parecido que era, como tenia cosas, que feliz y orgullosa me sentia entre los dos, pues tu vistes Gladys el orgullo mio con esos dos cariños, tan distintos cada uno pero tan grandes los dos, si hoy te digo que mi orgullo es mucho mayor, y que te acostumbraras cuando me veas llegar con la cabeza muy alta y muy dispuesta, no para la fiesta y el baile, si para algo mucho mas probechoso, quisas estas penas tan grandes hayan sido para encontrarme ami misma y asombre a muchos en esa cuando me den el pesame y les conteste, que no pesame se da cuando una muerte ocurre por enfermedad o accidente, pero nunca cuando esto es mas gloria que muerte, tu vistes Gladys que aquellos dias no me cambiaba por ninguna mujer, pues hoy mucho menos, te aseguro que hoy esto no se lo sedo ha nadie, quieres mas dicha que si tuve el mejor de los hermanos y el mejor de los novios en vida hoy despues de muerto son mucho mejores, mucho mas grandes y poderosos, asi que cuando me vean no encontraran a la Haydee vencida que casi todos esperan, encontraran a una Haydée que quisiera mas novios y mas hermanos, para mas novio y hermano dar, Bueno Gladys saluda a Maria y Vine y dale esta carta a Dionisio el quizás la comprenda muy bien y para ti un abrazo de Melba y mio.

                                                                                                                                                                                  Haydée

                                                                                                                                                      Nota: Contesta y cuéntame de esa.

 (*) En la transcripción del documento se respetó la ortografí­a original.

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