No es un hombre común el que arribó en la mañana sabatina al Complejo Escultórico Ernesto Che Guevara, de Santa Clara. A su mediana estatura la cubría esa guayabera roja, quizás para vestir con uno de los colores presentes en las franjas de su bandera, como símbolo de identidad, y así el independentista puertorriqueño Oscar López Rivera, quien fuera el preso político más antiguo del mundo, desató esas emociones reservadas por largo tiempo.
Para él fue asistir al encuentro con una historia protagonizada por grandes de América, pues todo lo que ayude a consolidar una mejor apreciación de lo que son las luchas justas ayuda nutrirse de energías y esperanzas.
No se considera un guerrillero urbano, sino un activista de la comunidad boricua en la lucha por su independencia, su único «delito » cometido, y por el que sufrió casi 36 años de injusta prisión en una cárcel federal estadounidense.
Sin embargo, permanecer entre rejas le dio mucha fuerza porque sabía que lo hacía por una causa noble en la que estaba presente la Patria. Ni siquiera aquellos años, entre 1986 y 1998, en que estuvo totalmente aislado dentro de un cubículo monocromático del que salía a ver el sol y a tomar aire fresco solo dos veces a la semana, le hicieron quitar de su mente y corazón al borinquen querido.
Este 18 de noviembre llegó el momento de avanzar hasta el Memorial que guarda los restos de Guevara y sus compañeros de guerrilla; el sonido de un arroyuelo matiza ese ambiente de selva que el sitio trata de ofrecer.
De pronto el silencio, la mirada hacia el nicho que mantiene una estrella iluminada. Después un ramo de príncipes negros, junto con la bandera de Puerto Rico, depositado con su hija Clarissa.
A pocos pasos, una pausa frente a la llama eterna con las correspondientes explicaciones, y una solicitud de retornar ante el Che en momento privado.
Imagino que volaron los pensamientos por ese mundo mejor que deseamos construir ante tantos holocaustos e irreverencias contemporáneas, y sin mostrar agotamiento recorrió el Museo que atesora parte de ese legado que vincula al Che con Santa Clara, así como el Mausoleo del Frente de Las Villas, como otro tributo a la memoria histórica.
Previamente el luchador independentista intercambió con Julio Ramiro Lima Corzo, miembro del Comité Central y primer secretario del Partido en Villa Clara, y Osnay Miguel Colina Rodríguez, su homólogo en la capital provincial, sobre los impactos del huracán Irma sobre tierra villaclareña y el proceso de recuperación con el esfuerzo extraordinario del pueblo y otras instituciones en contraste con lo ocurrido en Puerto Rico.
López Rivera comentó que resulta penosa la situación de su país y la actitud de los Estados Unidos, y ponderó el papel de la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, quien se enfrentó al presidente Donald Trump por la respuesta inadecuada tras el devastador paso del huracán «María ».
Estas horas vividas en el centro del país marcaron la sensibilidad de Oscar, el hombre que estando preso dibujó algunos retratos del Che para que le trasmitiera más fuerzas y energías.
«Espero que al llegar a Puerto Rico pueda compartir con mis compañeros las horas vividas en Santa Clara. Esto es parte de ese sueño. Me llena de vitalidad para seguir adelante », dijo junto a la comitiva que le acompaña, integrada por Edwin González Vázquez, delegado de la misión de Puerto Rico en Cuba, y Tania Parra Fonseca, funcionaria del ICAP designada para la atención a esa isla caribeña, entre otros funcionarios.
El Libro de Visitantes al Complejo Escultórico se abrió, y el ilustre huésped dejó plasmado: «El Che vive en este corazón boricua y espero viva en las mentes y corazones de todos los amantes de la justicia que hoy luchan por un mundo mejor y más justo. Que viva el Che, que viva la Revolución Cubana, que viva Puerto Rico libre, que viva Fidel ».
Y así siguió en su tránsito también por la historia.