Los accidentados en las Parrandas de Remedios que permanecen hospitalizados reciben esmerada atención médica, así como disímiles muestras de apoyo del pueblo y las instituciones.
Adrián Enrique y su madre reciben la visita de Lázaro Eduardo Ochoa Waterman, presidente de la Asamblea del Poder Popular de Remedios. (Foto del autor).
Francisnet Díaz Rondón
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28 Diciembre 2017
28 Diciembre 2017
hace 6 años
Las llamadas telefónicas y constantes visitas de familiares, amigos y autoridades institucionales no cesan en las salas de quemados de los hospitales Pediátrico José Luis Miranda y Universitario Clínico Quirúrgico Arnaldo Milián Castro, de Santa Clara, desde el fatídico accidente el pasado 24 de diciembre en las tradicionales parrandas de Remedios, producto de una explosión en el área de pirotecnia del barrio San Salvador.
El pueblo quedó consternado y sumido en una tristeza generalizada ante la tragedia más grande que se recuerde en décadas de festejos. Aún no se conocen las causas precisas del hecho y muchos se preguntan cómo sucedió porque, paradójicamente, este año ambos barrios dispusieron de mucho menos fuego que en parrandas anteriores.
Mas, como expresara Lázaro Eduardo Ochoa Waterman, recién electo presidente de la Asamblea del Poder Popular remediana quien junto a otros miembros del organismo visitaba a los pacientes en el momento de este reportaje lo importante ahora es la recuperación de los accidentados y prestarles todo el apoyo necesario al igual que a sus familiares.
De las 22 personas hospitalizadas inicialmente aún permanecen en cama 19 (trece adultos y seis menores) en estado estable y pronóstico reservado según el parte médico dado a las 3:00 de la tarde del miércoles 27 de diciembre quienes reciben toda la atención del personal médico, enfermeras, especialistas y trabajadores que cada día se esmeran en entregarles lo mejor.
Las muestras de solidaridad llegan de todas partes, y la preocupación del Partido, el Gobierno e instituciones como Salud o Agricultura, la cual ha apoyado con la alimentación, y del pueblo en general, ha constituido un bálsamo para pacientes y familia.
Con la esperanza entre las manos
Amada Gutiérrez Moronta, madre del menor Alejandro Esquerri Gutiérrez, de 14 años de edad, se mantiene alerta ante cualquier llamado de los médicos en el írea 4 donde se halla la sala de quemados del hospital infantil. Los familiares la apoyan en tan duro momento; los vecinos y amigos no cesan de comunicarse y mostrarles su solidaridad.
Amada no tiene cómo corresponder a tantas muestras de afecto, lo que también representa un aliciente para enfrentar la situación. Para acompañar al niño la familia se rota desde las 11:00 de la mañana hasta el día siguiente, todos con la fe de ver al muchacho en casa recuperado.
«Sería bueno que (el niño) tenga visita todos los días, pues solo son los martes y jueves. Vienen gente de Remedios a verlo, sus amigos, familiares y muchas personas. Llaman a diario, el teléfono no para, y los médicos y enfermeras lo atienden de lo más bien », expresó.
El sentir de Amada igualmente lo experimentan Pedro y María Caridad del Río Pérez, padre y tía del paciente Guillermo Enrique del Río Ruiz, de 15 años, quienes se sienten agradecidos por las muestras de cariño del personal médico y del pueblo remediano.
«El trato y atención a los niños ha sido muy bueno. (El accidente) fue sorpresivo, nadie lo esperaba », manifiesta Pedro. Por su parte, su hermana alega que «en un fuego normal no hubiera pasado nada, pero sucedió. Le agradecemos mucho al personal médico, a la prensa, la radio y la televisión por las informaciones, y al pueblo por el apoyo », dijo.
La experimentada enfermera Carmen Josefa Navarro Valdivia es un ejemplo de altruismo de los profesionales de la salud que anteponen su labor ante intereses personales. Sin importarle la interrupción de sus vacaciones, acudió solícita cuando le pidieron trabajar en el cuidado de los niños remedianos. Dice que en sus más de cuarenta años de trabajo no había visto un caso de tal magnitud.
«Nosotros nos entregamos totalmente por tal de sanar y salvar. Aunque no nos tocara trabajar, acudimos y continuamos sin descanso. Se les está haciendo las curas correspondientes y ponemos mucho cuidado para que las heridas no se infecten ni reciban gérmenes, algo muy importante en el quemado », expresa.
El doctor Jesús Sánchez Pérez, director del hospital pediátrico, asegura que los niños disponen de todos los recursos humanos y materiales para su recuperación, y han recibido la visita de especialistas y funcionarios del Ministerio de Salud Pública y de varios hospitales de La Habana para evaluar las necesidades y prever todo lo necesario.
Luchar y salir adelante
El joven Adrián Enrique del Río Ruiz, de 24 años, mantiene en su mente el instante del accidente como una pesadilla. Las parrandas ha sido una tradición entre la familia, aunque ahora la mala suerte les ha hecho una mala jugada.
«Como fanático he tirado voladores de vez en cuando. Tenía puesto el pulóver que identifica a los artilleros y pasé al área de la pirotecnia. Mi hermano y yo estábamos presentes en el momento de la primera explosión, y cuando mi padre fue a buscarnos, ocurrió una segunda mucho más fuerte que nos cogió a los tres », cuenta.
A pesar de las terribles curas, y la incomodidad del vendaje, Adrián Enrique mantiene un gran entusiasmo y no se rinde ante la dura prueba que le ha puesto la vida.
«Pienso que voy a salir adelante, estoy comiendo bien, tengo buen estado de ánimo. Ahora, solo esperar que pase el tiempo », expresó.
Por su parte, Lázaro íngel Méndez González (Tito), actual presidente del barrio San Salvador, elogia la atención recibida y manifiesta que la parranda debe seguir adelante, pero mejorando en muchos aspectos.
«Estábamos haciendo la actividad de la parranda y al parecer el fuego no tenía la calidad necesaria. Empezó a explotar raro, a muy baja altura. Un muchacho estaba con el saco de morteros que se incendió, y fui a auxiliarlo. Aquello parecía que tenía dentro una olla a presión. Escucho que me gritan «Tírate al suelo », y yo estaba lleno de candela. Luego me van sacando y quitándome la ropa, y me montan en un carro de bomberos. Ahí escuché la segunda explosión que afectó a más personas.
«La atención ha sido increíble. Todo el personal desde la que limpia el piso hasta un profesional, la atención ha sido exitosa. Atentos a la temperatura, a las necesidades que tengamos, cuando nos van a bañar, que es lo más difícil, lo hacen con el amor más grande del mundo. Merecen el reconocimiento por el trato que les dan a todos los enfermos aquí.
«Las parrandas no pueden morir. Ese hecho cultural llegó para quedarse, y vendrán generaciones y seguirá la parranda. Esto es una guerra más, y como les decía a los compañeros, el trago de la victoria se bebe en la copa del sacrificio. Hay que sacrificarse porque las parrandas cada día sean mejores, y como dijo Fidel, cuando las cosas salgan bien, hay que luchar porque sean mejores, y cuando se hagan mejor, luchar por hacerlas perfectas », expresó.
Hasta el miércoles 27 de diciembre del 2017, en el parte dado a las 3:00 p.m., los pacientes se encontraban en los siguientes estados:
Hospital Pediátrico José Luis Miranda:
Crítico extremo: Lázaro José Bruzain Díaz (11 años), Alejandro Esquerri Gutiérrez (14) y Damián Guerra Salazar (15).
Crítico: Daniel Alejandro Blanc Ruiz (12) y Guillermo Enrique del Río Ruiz (15).
Muy grave: Michel Enrique del Río Crespo, 15 años.