Narciso Fernández Ramírez y Leslie Díaz Monserrat
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21 Febrero 2018
21 Febrero 2018
hace 6 años
Según dicta un viejo refrán: «írbol que nace torcido, jamás su tronco endereza ». Así surgieron las dos mayores áreas comunes (conocidas popularmente como candongas) de la provincia: Las Flores y Los Framboyanes, ubicadas ambas en la zona hospitalaria de Santa Clara. La primera, en las inmediaciones del Hospital Provincial Universitario Arnaldo Milián Castro, y la segunda, a un costado de la Universidad de Ciencias Médicas Dr. Serafín Ruiz de Zárate Ruiz.
¿Y por qué, si en la ciudad hay un total de 12 áreas comunes en Villa Clara suman 53, son precisamente estas los focos rojos del desorden y las ilegalidades en la provincia? ¿Por qué allí el fenómeno ya linda con el clásico relajo, y en el resto, sin ser exactamente modelos de apego irrestricto a las leyes, no sucede igual?
En busca de respuestas a tales entresijos, un equipo de reporteros de Vanguardia se dedicó durante dos semanas a buscar opiniones diversas con el objetivo de dilucidar el asunto y construir, desde el pensamiento colectivo, una mirada justa del fenómeno.
Con guitarra y con violín
Cuando se habla del tema candonga, los criterios suelen ser diversos como la propia vida y no exentos de contradicciones.
El pueblo, quien sufre los aciertos y desatinos en la instrumentación de lo establecido legalmente para este tipo de actividad no estatal, tiene opiniones divergentes. Unos las defienden a capa y espada, pues alegan, sin que les falte razón, que resultan una alternativa necesaria ante el desabastecimiento del mercado estatal; otros lo crucifican, por lo abusivo de los precios y el acaparamiento de los productos.
N cuyo nombre no decimos porque así lo pidió va a la candonga siempre que ha necesitado algo inexistente por lo «legal ». Allí está, mucho más caro, pero al menos lo encuentra. Afirma que el otro día necesitó puntillas y las encontró en Las Flores: $50.00 pesos en moneda nacional por un paquetico, pero hallarlas le permitió resolver un problema urgente en su vivienda.
Por su parte, R piensa de manera semejante, aunque afirma que siente dolor al ver cómo todo lo que está escaso o ausente en las tiendas estatales se halla «a pululu » en ambas áreas comunes.
A es profesora de Ciencias Médicas y pasa a diario por el lugar. «Ya casi ni puedes caminar para entrar a la universidad por uno de sus accesos laterales, por causa de los kioscos amontonados. Eso sin mencionar lo que afea el entorno, pues parecen verdaderos quimbos africanos ».
Sin embargo, cuando estás por tiempo prolongado en un hospital lo estético deja de ser importante, al menos para L, quien tuvo a su madre ingresada casi por tres semanas en el «Arnaldo Milián ». Agradecida es poco para lo que siente, ya que pudo alimentarla durante tantos días gracias a la existencia de los alimentos adecuados durante las 24 horas. En este caso, la candonga fue providencial.
«Llegó un momento en que hasta gratis me facilitaban el caldo que tomaba. Sin contar que yo, al residir fuera de Santa Clara, también tenía que ir allí ».
Desde dentro, Emilia Arteaga Quesada, representante sindical de los trabajadores por cuenta propia en Las Flores, ofrece su punto de vista. Es fundadora del lugar y vende alimentos ligeros.
Afirma que actualmente suman más de 200 afiliados, y tienen en orden el pago de la cuota sindical y el Día de la Patria. En fecha reciente hicieron cuatro donaciones de sangre como afiliados al Sindicato del Comercio, la Gastronomía y los Servicios y cooperan además con el proyecto Para una sonrisa, de la sala de Oncología del Hospital Pediátrico Universitario José Luis Miranda.
«Sobre la venta de alimentos se habla bastante bien. Las personas que tienen familiares hospitalizados nos agradecen el servicio que les brindamos, y nunca hemos tenido un brote de enfermedades ni alguna queja. Realmente lo que nos falta es que nos construyan los kioscos que nos prometieron para poner el lugar más bonito, que se quiten los nailon improvisados; en fin, eliminar las “feúras†que allí tenemos ».
Refiere Emilia que cada día, entre las 8:00 y 11:00 de la mañana, pagan el impuesto correspondiente por el espacio arrendado, a razón de $10.00 pesos MN por cada metro cuadrado. «En mi caso tengo seis metros y medio y pago $65.00 pesos, y a fines de 2017 aporté 34 000 pesos en MN a la ONAT.
«Los trabajadores nuestros están preocupados, pues los acusan de revender todo lo que no hay en las TRD, cuando muchas de esas cosas son importadas de otros países. Yo sé que no las pueden vender, pero eso ocurre en toda Cuba por igual. En ese sentido, creo se deben tomar decisiones que amplíen las posibilidades para el trabajo por cuenta propia », precisó.
Para Linet Pérez García, secretaria general del Sindicato de Comercio y Gastronomía en Villa Clara, hay que establecer diferencias entre las dos áreas.
«En Las Flores todo funciona mejor, aunque nos preocupa que el lugar está muy feo, sucio. Dijeron que se iba a mejorar cuando se traspasó a Comercio, pero no se ha hecho nada. Lleva así más de un año y eso genera indisciplinas.
«Los Framboyanes tiene otra situación. Inicialmente el trabajo sindical era igual que en Las Flores. Ahora, nadie se hace responsable de lo que allí sucede a diario ».
El propio vicepresidente del Gobierno en Santa Clara, Osmani García López, precisó que en Los Framboyanes hubo antes un administrador. «Eso ocurrió cuando pertenecía a Comunales, pero en 2016 el área se le entregó al Grupo Empresarial de Comercio. Al final no le pusieron administrador y todo quedó igual. Se hicieron algunas acciones, mas el asunto se detuvo y así continúa hasta ahora ».
La historia del problema
En un inicio, donde radica hoy Las Flores hubo un organopónico dedicado al cultivo de flores, de ahí el nombre que hereda. Mientras, el área de Los Framboyanes ocupó un parquecito aledaño a la Universidad de Ciencias Médicas y adoptó la denominación por esos frondosos árboles que distinguen el lugar.
Con la ampliación del trabajo por cuenta propia (TCP) a partir de 2009 y, sobre todo, con la aprobación de las resoluciones 41 y 42 de 2013, del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), que norman atribuciones, deberes y derechos, y alcance de la actividad no estatal, aparece la posibilidad de que los consejos de la administración municipales (CAM) aprueben las áreas comunes de sus respectivos territorios.
De ese entonces a la fecha, en cada uno de los 13 municipios villaclareños fueron surgiendo y aprobándose lugares similares, hasta llegar a los 53 que funcionan hoy.
En los últimos años se han sucedido varios intentos por ordenar y regular la actividad, pero no siempre se obtuvieron los resultados esperados. Incluso, estos trabajadores no estatales mostraron su inconformidad al argumentar que ven vulnerados sus intereses, fundamentalmente cuando se les prohibió revender productos de las cadenas de tienda o aquellos que son importados.
En junio de 2016, una información publicada por Vanguardia con el título «Nuevas disposiciones en Santa Clara para el trabajo por cuenta propia », explicitaba algunas de las acciones a acometer en la cabecera provincial en pos de regular la actividad, y citaba declaraciones del entonces vicepresidente del Consejo de la Administración Municipal, Jesús Manuel Sánchez Villalobos:
«En este minuto, se trabaja en el área común Las Flores, luego de su traspaso al Grupo Empresarial de Comercio. Algunas de las medidas emergentes radican en la determinación del alcance de las actividades por cuenta propia que allí se ejercen, dada la explosión de kioscos dedicados a la reventa de artículos de las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) ».
Un año más tarde, en un comentario publicado en la página 2 del semanario provincial edición del 17 de junio de 2017titulado «Contra el desorden », el periodista describía la situación.
En Villa Clara funcionan 53 áreas comunes para el ejercicio del trabajo por cuenta propia.
«Allí, en esos espacios para los cuentapropistas, todavía no se le ha puesto el cascabel al gato, pues predominan manifestaciones de ilegalidades e indisciplinas que conspiran contra su buen funcionamiento y son objeto permanente de descontento popular. Hoy el foco rojo de la provincia está en varias de las áreas comunes de Santa Clara, con mayores incidencias en las llamadas candongas de Los Framboyanes y Las Flores. La primera, sin administrador siquiera, muestra un hacinamiento y un desorden desconcertantes; y la segunda, aunque realiza una necesaria función social para quienes asisten o tienen un enfermo en los hospitales cercanos, por la variedad de alimentos, mezcla indiscriminadamente otras actividades no siempre bien fiscalizadas y violatorias del alcance de las patentes de los trabajadores por cuenta propia que allí trabajan. Se suma la presencia en ambas de un buen número de vendedores ilegales ».
Mientras, en Los Framboyanes y Las Flores, como en la pelota, el asunto de las irregularidades pica y se extiende.
El otro lado de la moneda
Las autoridades que encabezan los organismos que tienen que ver con estas áreas comunes ofrecen opiniones diversas.
La especialista de Empleo de la Dirección Provincial del MTSS, Yunia Abreu Torres, aclara que el alcance de cada actividad está bien normado y «se viola constantemente, pues la Resolución 42 prohíbe la venta de productos importados o adquiridos en la red de establecimientos comerciales, y estos están a la vista en estos puestos de venta ».
El vicepresidente del Gobierno santaclareño explica que la nueva norma que estudia el país para regular el alcance del TCP y, por tanto, eliminar las «distorsiones » que han proliferado con el tiempo, permitirá terminar con el «invento ».
De la Resolución No. 42 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (22 de agosto de 2013)
No.
Actividad
Descripción del alcance
72
Modista o sastre.
Confecciona, arregla y transforma ropas, realiza trabajos simples y complejos de sastrería y costura a la medida. No incluye la comercialización de ropa de fabricación industrial o importada.
89
Productor o vendedor de artículos varios de uso en el hogar.
Confecciona y comercializa artículos de uso doméstico, utilitarios u ornamentales, producidos por el u otro trabajador por cuenta propia. No incluye artículos adquiridos en la red minorista o importados (efectos electrodomésticos, muebles, ropa y calzado, entre otros).
El Dr. Alberto Martínez Torres, jefe del Departamento de Higiene de los Alimentos y Nutrición del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología de Villa Clara, también coincide en que resulta necesario mantener los puestos para la venta de alimentos, pero recalca en que no existen allí las condiciones sanitarias adecuadas.
«Las candongas resuelven un problema, pero eso no significa que tengan que funcionar bajo esas dificultades. Afortunadamente no ha existido un brote epidémico, pero sí existen las condiciones para que se produzca ».
Y si no tienen condiciones, ¿por qué funcionan? ¿Con qué licencias?
Salud Pública no está autorizada a imponerles multas a los trabajadores por cuenta propia.
No existe una licencia sanitaria para la comercialización en esos puntos. De hecho, nunca hemos dado una licencia para un área de comercialización. Las modalidades de licencias sanitarias previstas por la ley están para los puntos de venta. O sea, los solicitantes las han recibido, pero no para esa área, sino para un punto de venta. Luego, por decisión del Gobierno, se aprobaron ambas áreas comunes, por lo que algunos de los que ya tienen su licencia las utilizan para trabajar allí, aunque se les otorgaran para ejercer en otro tipo de lugar.
«Para que un trabajador por cuenta propia obtenga su licencia, necesita garantizar un número de especificaciones y regulaciones que establece la Resolución Ministerial 240 del Ministro de Salud Pública, por ejemplo, la calidad del agua corriente, el manejo responsable de los residuales, el expendio de un tipo de producto autorizado, con almacenamiento en frío, sin posibilidades de contaminación cruzada o ambiental…
«Sin embargo, las candongas han crecido y las personas invirtieron allí sin que hubiese un proyecto, una microlocalización. Construyen encima de una fosa, y cuando llegan los inspectores y les dicen que no pueden continuar, la reacción es muy fuerte », asegura.
Explica el doctor que la búsqueda de una solución para esta problemática ha transitado por diferentes fases.
«En un momento determinado pasamos por allí, se retiraron un grupo de licencias sanitarias en el área de Las Flores y luego, por decisión gubernamental, tuvimos que entregarlas de nuevo. Hoy la mayoría de las licencias están vencidas, mas no las hemos renovado, esperando una solución definitiva.
«Además, Salud Pública no está autorizada a imponerles multas a los trabajadores por cuenta propia, solo pueden hacerlo la Dirección Integral de Supervisión (DIS) y la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Nosotros podemos paralizarles el servicio y retirarles la licencia sanitaria, pero la mayoría de ellos no la tienen.
«Sin embargo, las reacciones hacia nosotros resultan preocupantes. Cuando nuestros inspectores han entrado, han enfrentado dificultades de todo tipo; incluso, agresiones ».
¿Se puede enderezar lo que nace torcido?
Para Digna Morales, directora del Grupo Empresarial del Comercio en Villa Clara, el asunto resulta muy complejo, y, en el caso de Los Framboyanes, asegura: «Si designo un administrador y cobro el espacio, estaría legalizando ilegalidades ».
La funcionaria recuerda que en 2015 el sindicato de ambas áreas comunes, pero principalmente de Las Flores, solicitó que los atendiera el Comercio.
«En un momento determinado el Consejo de la Administración Provincial tomó el acuerdo de traspasarnos las áreas y teníamos la convicción de que realmente podíamos resolver el problema, sobre todo, en lo referente a la atención al personal.
«Hicimos una reunión con todos los trabajadores de Las Flores en la que les explicamos cuál era la línea a seguir. Finalmente logramos poner una administración y organizar más o menos el lugar, pero hicimos también promesas que nunca pudimos cumplir. En mi criterio personal, sentí que había mentido.
«A Los Framboyanes decidimos no entrar. Cuando les cobráramos el espacio y pusiéramos allí un administrador, habría que convivir con irregularidades que hacía rato estaban y que nadie de los facultados para hacerlo había eliminado ».
Y es que la solución tiene que ser, necesariamente, multisectorial. No se trata de tirar el sofá por la ventana o dejarlo ahí, a la vista de todos, porque no se sabe qué hacer con él.
«Y es que la solución tiene que ser, necesariamente, multisectorial ».
Ahora, cuando ya se ha llegado al extremo de dejar hacer, el reto está en hallar una salida favorable para todos los implicados, en la que habrán de primar la disciplina y el apego a la ley.
En este caso, quizás el viejo refrán no deba aplicarse ineludiblemente. Aunque en las candongas hoy predominen el descontrol y la ilegalidad, el esfuerzo conjunto de todos, incluidos el Gobierno y los trabajadores por cuenta propia, podría enderezar el tronco para que comience a crecer en línea recta.