Juan Valentí­n Lorenzo Ginori: «Vivo con la intensidad de mi tiempo »

Declara el Dr. en Ciencias al recibir la categorí­a docente especial de Profesor Emérito de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas.

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Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
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30 Septiembre 2018

Juan Valentí­n Lorenzo Ginori es un hombre realizado. Prefiere que lo vean entre los tropiezos y las bondades de la cotidianidad, y no ser valorado con adjetivos sobredimensionados ni halagos grandilocuentes. De su padre aprendió las lecciones más honestas de la vida. Un técnico electricista que partió, definitivamente, en 1999, y quien lo motivara a seguir el camino del oficio. A él le dedicó el mayor de los regalos cuando logró convertirse a los 21 años en todo un ingeniero electricista en la graduación universitaria de 1969.

Desde entonces se traza el camino de este esperanceño que dí­as atrás recibió la categorí­a docente especial de Profesor Emérito de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas (UCLV).

Osana Molerio Pérez, rectora de la Universidad Central  «Marta Abreu » de Las Villas entrega condición de Profesor Emérito al Doctor en Ciencias Juan Valentí­n Lorenzo Ginori.
La Dra. Osana Molerio Pérez, rectora de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas, entregó al Doctor en Ciencias Juan Valentí­n Lorenzo Ginori el diploma acreditativo de su condición de Proferor Emérito y un cuadro de José Martí­. (Foto: Cortesí­a de la familia)

 No es un extraterrestre ni alguien encerrado en la burbuja exclusiva del magisterio. Marchó a alfabetizar con solo 13 años, y más allá de la docencia y la investigación, se declara amante del deporte. El fútbol, el béisbol y el voleibol los disfruta como espectador; sin embargo, el atletismo le fascina para mantener el bienestar fí­sico. De la música prefiere varios géneros, y aunque confiesa no ser gran bailador, tampoco es un cero a la izquierda.

Ya suma 70 calendarios; de ellos, cinco décadas de ejercicio profesional. Como ingeniero electricista en telecomunicaciones y electrónica buscó los espacios más gustados porque no habí­a tenido vocación para desempeñarse en otras esferas.

Un currí­culo de más de 30 páginas descubre a esta persona de bien, y entre tantas responsabilidades, méritos, participación internacional, tutorí­as, asegura que le ha quedado tiempo para vivir.

«Siempre he estado pendiente de mi hijo y mi cónyuge. Quizá no les he dedicado todo el tiempo que hubiera querido, pero llevé una vida familiar bastante estable también con mis padres, y no pudiera realizar mis labores sin la cooperación de mi esposa ».

Durante la ceremonia de entrega de la condición de Profesor Emérito, el primer nombre que Ud. mencionó fue el de Maritza. ¿Qué representa en su trayectoria?  

Juan Valentí­n Lorenzo Ginori y su esposa Maritza Pérez Fabelo.
Una vez en casa el laureado comparte el diploma con Maritza Pérez Fabelo, su esposa, y colaboradora en todo lo alcanzado. (Foto. SMB)

Dentro de poco celebraremos las bodas de oro. Ha compartido conmigo buenos y malos momentos. Y ahí­ está Maritza Pérez Fabelo como apoyo fundamental. Lo que he dicho es un acto de justicia, a lo mejor por ser graduada de Psicologí­a, con 45 años de ejercicio, sabe llevar muy bien su profesión.

Entre todas las ramas, ¿cuál ha sido el momento más difí­cil?

Cuando por necesidades de la UCLV me nombraron jefe del Departamento de Fí­sica. Estuve seis años. Habí­a sido profesor de la asignatura como alumno ayudante. Ello me enseñó que la Fí­sica tiene sus complejidades y guarda distancia con lo que uno aprende en las carreras de ingenierí­a.

¿Contratiempos?

Quise cumplir esa encomienda a fin de mejorar mi formación en Fí­sica, y eso me apartó de la lí­nea que llevaba. Cuando concluí­ la responsabilidad tuve que recuperar ese tiempo, y pasé al Centro de Estudios de Electrónica y Tecnologí­a de la Información, aunque nunca he abandonado la docencia, tanto de pregrado como de posgrado.

¿Un solo momento difí­cil?

Hay otro. Asumí­ las funciones de decano en la Facultad de Ingenierí­a Eléctrica. Requerí­a consagración y estuve dos años en ese cargo. Debido a la intensidad de las responsabilidades, mi actividad como docente e investigador se deprimió.

En los complejos tiempos del perí­odo especial, ¿cómo logró vencer obstáculos para llegar puntual y ejercer los compromisos profesionales?

Aunque parezca paradójico, fue una de mis mejores etapas. Fidel planteó que el desarrollo de las ciencias podí­a vencer todas las limitaciones, y se le dio mucho auge a la investigación cientí­fica con la creación de nuevas dependencias dedicadas a ella. Me designaron director de lo que era el Centro de Electrónica y Tecnologí­a de la Información. íbamos en bicicleta a diario, a pesar de que la alimentación no era la mejor, y como soy de buen apetito, algunos platos que no resultaban del agrado de mis colegas me los cedí­an en el comedor de la Universidad. Increí­blemente en esos años completé mi formación como cientí­fico.

 

Pequeño dosier

♦ Se graduó en 1969 en la UCLV, y obtuvo su doctorado en Ciencias Técnicas en 1982, con 34 años y sin estar liberado de sus funciones. Máster en Ingenierí­a en Telecomunicaciones en el Instituto Superior Politécnico José A. Echeverrí­a, La Habana, 1975. Profesor Titular Consultante de la Facultad de Ingenierí­a Eléctrica de la UCLV e Investigador Titular.

♦ En el centro de estudios superiores ha sido jefe del Departamento de Electrónica (1974-84), vicedecano (1985-86), director del Centro de Estudios de Informática (1986), jefe del Dpto. de Fí­sica (1986-1991), director del Centro de Estudios de Electrónica y Tecnologí­as de la Información (CEETI, 1992-2001 y desde 2004 hasta 2009), y decano (2002-2003).

♦ Tiene más de 160 ponencias, siete libros y 12 premios CITMA. Ha impartido diversos cursos y seminarios de posgrado, sin descartar el asesoramiento de 14 tesis de maestrí­a y diez tesis doctorales. Es miembro de los comités académicos de los programas de maestrí­a en Señales y Sistemas, y del Comité Cientí­fi co de Doctorado en Informática. Resaltan sus conferencias en universidades de México y Canadá, así­ como sus estancias investigativas en instituciones de España, Bélgica, Brasil e Italia, entre otros méritos.

¿De qué manera ha tenido que ver con la Ingenierí­a Biomédica?

Constituye una rama importante de la tecnologí­a. Realizamos aplicaciones en colaboración con el Centro de Neurociencias de Cuba para el almacenamiento de las señales dirigidas a electrocardiogramas, encefalogramas y otras variantes, sin descartar el estudio de pacientes a través de algoritmos novedosos, y estas experiencias se publicaron en revistas internacionales.  

«Otros estudios recayeron en la variabilidad de la frecuencia cardí­aca, y en el mejoramiento de la calidad de las imágenes médicas obtenidas mediante la tomografí­a axial computarizada (TAC), entre otros ».

La carrera de Ingenierí­a Biomédica quedó establecida en la UCLV, y de pronto desapareció...

Luego de siete años de ejercicio decidieron dejarla solamente en la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverrí­a de La Habana (CUJAE) y en la Universidad de Oriente. Llegamos a graduar de 150 a 170 profesionales, y en la actualidad impartimos posgrados para los diplomados en esa carrera que laboran en las provincias centrales.

Si tuviera la posibilidad de modificar aspectos de la docencia actual, ¿cuáles cambiarí­a?

Los programas están siempre en cambio y actualización según los tiempos. Hay que aplicar la dialéctica, y un componente fundamental del trabajo del profesor es la concepción adecuada de los contenidos de cada modalidad de estudio.

Desde su punto de vista, ¿qué requisitos debe cumplir un buen profesor?

Un dominio profundo de las disciplinas que imparte, un caudal de actualización, conocimientos de los principios pedagógicos básicos y mucho respeto hacia los alumnos. Nunca puede considerarse insulsa una pregunta. Y tengo la satisfacción de contar con un estí­mulo creado por la FEU (Federación Estudiantil Universitaria), consistente en la Tiza de Oro, según la visión que poseen los estudiantes de sus docentes.

Con toda sinceridad, ¿ha ocurrido que los alumnos le hagan preguntas que no ha sabido responder?

Sí­. Me encanta que suceda. Del estudiantado he aprendido mucho. Es también un aula dentro de otra. Cuando enfrento una asignatura trato de resolver la mayor cantidad de dificultades del libro de texto. Hay algunas muy difí­ciles y voy dejando la solución para después. Da la casualidad de que en un curso de maestrí­a un alumno muy bueno se refirió a un problema que él no habí­a resuelto, ni yo tampoco. Eso me costó casi dos noches sin dormir hasta que le llevé la respuesta.

Entre la Matemática y la Fí­sica, ¿cuál prefiere?

Tengo más ví­nculo con la primera, y sustenta más las asignaturas que he impartido, aunque la Fí­sica es la ciencia madre del método cientí­fico. En el Departamento de Fí­sica crearon un diploma para reconocer a los fí­sicos por naturaleza, y tengo el honor de que haya llegado uno a mí­. Admiro la Fí­sica, aunque no soy especialista.

¿Y entre la docencia y la investigación?

La docencia tiene un papel fundamental en la formación del investigador universitario. Al impartir asignaturas se adquiere una disciplina universal. Prefiero la investigación, a pesar de que la docencia tiene un rol importante, y me gusta mucho la tutorí­a.

¿Es cierto que Ud. le pronosticó un buen futuro a Miguel Dí­az-Canel Bermúdez?

Lo tuve en mi aula en la época en que yo fungí­a como jefe de la carrera de Electrónica. Era un estudiante destacado y lo vinculé como alumno ayudante. Tenemos incluso un artí­culo conjunto escrito para una revista. Él terminó su tesis en el Instituto Técnico Militar José Martí­ (ITM), mantuvimos el ví­nculo, y lo animé a que trabajara en la UCLV. Así­ lo hizo como profesor durante tres años.

«Por sus caracterí­sticas integrales, en cierta oportunidad le dije que llegarí­a muy lejos. No me equivoqué. Nos hemos reencontrado varias veces y siempre recuerda ese detalle ».

Doctor en Ciencias Juan Valentí­n Lorenzo Ginori.
Momento en que Juan Valentí­n Lorenzo Ginori pronunciaba las palabras de agradecimiento por el otorgamiento de la categorí­a docente especial de Profesor Emérito. (Foto: Tomada del sitio de la UCLV)

¿Qué le ocurrió a Lorenzo Ginori con un brazo enyesado?

Tuve un accidente durante un corte de caña y me enyesaron el brazo. Soy normalmente derecho, y los alumnos pensaron que se suspenderí­an las clases. Pero se llevaron una sorpresa al ver que utilizaba la mano izquierda sobre el pizarrón. No habí­a escapatoria.

¿Y en los Juegos Criollos de 2003?

Era entonces decano de la Facultad de Ingenierí­a Eléctrica y convocaron a un maratón masivo. Yo corrí­a unos 5 km tres veces a la semana, y el trayecto competitivo estaba previsto desde la zona de El Gigante hasta la Universidad. Cuando llegué al punto de partida solo encontré a tres profesores de Educación Fí­sica y unos diez estudiantes del equipo de atletismo. Nadie más. No me quedaba otro remedio que participar, y ni hablar de los resultados. No fui el último en llegar porque uno de los estudiantes se lesionó durante la carrera y concluí­ en la penúltima posición.

Entre tantos distintivos, ¿cuáles no dejarí­a de mencionar?

Las órdenes Frank Paí­s de I y II grados, y la orden Carlos J. Finlay, conferidas por el Consejo de Estado; la categorí­a docente especial de Profesor Emérito de la UCLV y la de Académico de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC).

¿Cómo ve Lorenzo Ginori a Lorenzo Ginori?

Alguien que ama su profesión, que trata de darlo todo sobre la base de ser cada dí­a mejor persona, y el que desea años de lucidez para formar a las nuevas generaciones y a los cientí­ficos. «Un cubano que comparte las realidades de su paí­s y vive con la intensidad de su tiempo. Quien ve en el futuro un reto y un compromiso de entregarle las mejores cosas para contribuir a que resulte exitoso. Ah…, y quien seguirá viendo el tren universitario como el medio disponible para llegar a mi primer y único centro de trabajo: la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas ».

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