Ramón Leocadio Bonachea, con apenas 19 años, marchó a la manigua para sumarse a la revolución iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868.
Hace 134 años fue fusilado en el Morro de Santiago de Cuba el general Ramón Leocadio Bonachea. Hijo ilustre de Santa Clara, resultó el último cubano en deponer las armas en la Guerra de los Diez Años y protagonizó la Protesta de Hornos de Cal, Jarao, en oposición al Pacto del Zanjón.
La Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) en la provincia lo declaró Patriota Insigne de Villa Clara.
El hombre de Hornos de Cal
Nació Ramón Leocadio Bonachea el 9 de diciembre de 1845 en el seno de una distinguida familia santaclareña.
Con apenas 19 años marchó a la manigua para sumarse a la revolución iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868.
Incorporado a las tropas de Camagí¼ey, sirvió a las órdenes directas de Ignacio Agramonte. Como miembro de su escolta participó en el famoso rescate de Sanguily y resultó ligeramente herido en la batalla de Las Guásimas, la más grande de la Guerra de los Diez Años.
Pronto alcanzó altos grados en el Ejército Libertador, y sobresalió por su aguda inteligencia y pensamiento revolucionario.
El 1.o de julio de 1877 le escribió una carta a su primo, el también patriota santaclareño Eduardo Machado Gómez, en la que analizaba la difícil situación que atravesaba la revolución en aquellos momentos:
«Estamos viendo al Ejército desbandarse hombre por hombre, viciarse completamente la disciplina; aprovechándose de los errores cometidos en la Administración [...] A nosotros toca, Ios que nos consideramos patriotas y estimamos en algo el nombre que tenemos y los sacriï¬cios que hemos hecho en más de ocho años de constante lucha contra la dominación española, poner coto en lo que podamos a tales absurdos, a tales desórdenes [...] ».1
El 10 de febrero de 1878 se ï¬rmó el Pacto del Zanjón, y un mes más tarde, el 15 de marzo, el general Antonio Maceo protagonizó la inmortal Protesta de Baraguá.
Entre los pocos que continuaron la lucha y se mantuvieron en los campos de Cuba libre se incluyó el teniente coronel Ramón Leocadio Bonachea.
Durante 14 meses después del pacto zanjonero demostró Bonachea su firme decisión de vencer o morir por la independencia de la Patria.
Su audacia fue puesta a prueba en la toma de Morón, en su paso triunfal por Ciego de ívila y en la marcha de un mes y veintitrés días que hiciera desde la Trocha hasta Remedios, en la cual hostigó los fuertes españoles y reorganizó las fuerzas bajo su mando.
El 10 de noviembre de 1878, el general Calixto García, en su condición de presidente del Club Revolucionario de Nueva York, lo ascendió a general de brigada por los méritos en los servicios prestados a la independencia.
Perseguido y acosado por miles de soldados españoles y aconsejado por amigos que depusiera las armas, Ramón Leocadio Bonachea protagonizó, el 15 de abril de 1879, su famosa Protesta de Hornos de Cal, una localidad inmediata al poblado de Jarao, en Sancti Spíritus.
Del acta levantada para la memorable ocasión, son estas ideas expuestas por el general villaclareño a sus tropas:
«[...] cuando a principios del año próximo pasado tuvo conocimiento de las estipulaciones hechas en el Zanjón, no las acepto por considerarlas perjudiciales para el país [...] En tal concepto e inspirado sólo por su amor a la patria, continuó luchando por la libertad e independencia de ella, arrostrando todos los peligros y dificultades consiguientes [...] ».
Y para no dejar duda de su patriotismo inmaculado, legó para la posteridad su irrevocable decisión de continuar la lucha:
«[...] su resolución de dejar las armas y retirarse obedece solamente al deseo de no interrumpir la reconstrucción del país sin beneficio alguno para la causa de su independencia, bajo la inteligencia de que no ha capitulado con el gobierno español, ni con sus autoridades [...] ni se ha acogido al convenio celebrado en el Zanjón, ni con éste se halla conforme bajo ningún concepto ».2
Cubano antes que todo
En el exilio no cejó Bonachea en su afán de regresar a Cuba. Ascendido a general de división el 7 de julio de 1879, se involucró junto a Calixto García y otros jefes militares en los planes de la Guerra Chiquita.
Mantuvo estrecha correspondencia con Gómez y Maceo, e inició intercambio epistolar con el joven José Martí, cuya actuación comenzaba a ser reconocida dentro de la emigración cubana en Estados Unidos.
La labor conspirativa y proselitista del santaclareño resultó intensa. Cada uno de sus pasos fue seguido por los espías españoles, que no le perdían pie ni pisada.
De un informe conï¬dencial a las autoridades españolas son estas líneas que recogen lo acontecido en un mitin revolucionario celebrado en Nueva York el 22 de julio 1883, y refrendan, además, los ideales independentistas del patriota hijo de Santa Clara.
«Bonachea se levantó y acalorado dijo: Vengo en busca de recursos para haceros independientes. He trabajado sin cesar durante muchos años en Jamaica, Haití, y en Cayo Hueso [...] y si hoy me negáis vuestro concurso os cubriráis el rostro avergonzados. Iré a Cuba a pesar de todos los obstáculos que se pongan ».3
Desde Honduras, Bonachea intenta venir legal a Cuba por razones familiares, tal como hiciera años después, en 1890, Antonio Maceo a su natal Santiago, y le escribió una carta de solicitud al gobernador político de Cuba.
Allí, el hombre de Hornos de Cal le significó a la importante autoridad colonial: «[...] fui de los que tomé parte en el movimiento revolucionario de Céspedes, protesté y protesto contra el Pacto del Zanjón, me sostuve en los campos hasta el 17 de abril de 1879 defendiendo con las armas la causa que creí y creo justa cual es la Independencia de mi patria [...] He aquí lo que he sido, lo que soy y lo que seré, cubano antes que todo y enemigo del Gobierno que nos avasalla y oprime [...] ».4
El permiso, por supuesto, le fue denegado.
A Cuba, pero a destiempo
La impaciencia corroía el espíritu de Bonachea. No pudo esperar mucho más, y en 1884 regresó a Jamaica y desde allí preparó su expedición a Cuba.
En noviembre dio por terminados los preparativos, y el 29 del propio mes salió con 14 cubanos más en el barco Roncador hacia la anhelada Patria. La expedición tenía como objetivo desembarcar por el centro de la isla, por Palo Alto, entre Júcaro y el río de Jatibonico, en el extremo occidental de Camagí¼ey.
Lamentablemente, cada uno de sus pasos los conocía el cónsul español en Jamaica, quien de inmediato informó de su salida.
El 2 de diciembre de 1884 llegó Bonachea a Playa Las Coloradas, al lugar exacto por donde Fidel desembarcaría 72 años más tarde, incluso un mismo día, para mayor casualidad.
Al día siguiente regresó a alta mar, pero fue apresado por el buque español La Caridad, que lo trasladó a Manzanillo y luego a Santiago de Cuba.
Sometido a Consejo de Guerra, el general de división santaclareño recibió, junto a otros cuatro de sus compañeros, la sanción de pena de muerte por fusilamiento.
Horas antes de morir, el 6 de marzo de 1885, José Ramón Leocadio Bonachea Hernández escribió su última carta, publicada 15 días después en el periódico independentista El Yara, de Cayo Hueso.
A sus amigos y hermanos del exilio les pidió se ocuparan de su esposa e hijos: «Yo muero tranquilo, con respecto al pan que necesitan mi señora y mis cuatro niños. Amigos caros, no olviden mi última recomendación, no olviden a esos pedazos de mi corazón, que quedan a cargo de ustedes ».
Y para su sufrida Cuba son estas palabras suyas: «[...] muero [...] con la resignación y el valor que debe morir todo hombre digno y mucho más por lo que es ».5
Referencias:
1 RAíšL RODRíGUEZ DE LA O. Ramón Leocadio Bonachea y la independencia de Cuba, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 12.