Cuando en Guáimaro voces discordantes enarbolaron criterios anexionistas con respecto a los Estados Unidos, un villaclareño, Eduardo Machado Gómez, se pronunció con vehemencia a favor de la plena independencia de Cuba.
Fue un decidido defensor de la idea de echar mano a todos los medios posibles para lograr tan alta aspiración, y así proclamó con enérgico razonamiento la justeza del empleo de la tea incendiaria como elemento válido en la lucha. «Nadie dijo nos reprocharía que continuemos usando ese sistema, que persistamos en hacernos libres, no tan solo por medio del plomo, sino también por medio de la tea y el machete ».
En la defensa de sus principios libertarios cayó el 16 de octubre de 1877 en tierras camagí¼eyanas, donde luego de sufrir graves heridas en el combate, fue brutalmente macheteado.
Había nacido en Santa Clara, el 20 de ese mismo mes, en el año 1838, en el seno de una familia acomodada, lo cual le permitió emprender estudios en el exterior. En los Estados Unidos cursó idioma y literatura inglesas, y teneduría de libros.

Posteriormente anduvo por Europa, donde visitó numerosos países, en los que enriqueció su caudal cultural. En París se aplicó al conocimiento de la lengua y la literatura francesas, e inició la carrera de Ingeniería Civil, que proseguiría más tarde en Alemania.
Hombre dotado de una brillante inteligencia, observador sagaz, el villaclareño llegó a conocer numerosos idiomas; entre ellos, francés, inglés, italiano, alemán, portugués, ruso, latín y griego.
De regreso a su ciudad natal en 1866, fundó el periódico La Época, desde cuyas páginas participó en la campaña reformista que se desarrollaba entonces. Su conocimiento del mundo y de las ideas más avanzadas de su tiempo le hizo comprender la urgencia de transformaciones en la sociedad cubana.
Tras un nuevo periplo europeo, está de vuelta en la isla en 1868, y cuando en octubre Céspedes se lanza a la insurrección, Machado se involucra con otros patriotas de la localidad en el movimiento conspirativo que tuvo su mejor expresión en la Junta Revolucionaria, cuyos miembros se pronunciaron en armas el 6 de febrero de 1869, en las inmediaciones de Manicaragua.
Entre ellos estuvo Eduardo Machado. No fue un dirigente militar, pero sufrió estoicamente en la manigua todas las privaciones de la vida en campaña, como integrante de la Cámara de Representantes de la República en Armas, en la que desempeñó importantes cargos.
Cuando en los primeros días de la guerra los insurgentes villareños dilucidaban el derrotero que tomarían en la contienda, Eduardo Machado fue partidario de marchar hacia Occidente para desarrollar acciones en ese emporio económico del país. Así escribió en su autobiografía:
«Era preciso buscar la salvación avanzando hacia Occidente, destruyendo por sorpresa los grandes ingenios de Colón y Cárdenas, levantando sus negradas y llevando con esas huestes armadas de machetes, el incendio, la desolación y el pánico hasta las mismas puertas de La Habana ».