El 20 de julio de 1876, las fuerzas del general Manuel Titá Calvar irrumpieron en Santa Clara, la más importante plaza atacada en la contienda del 68 por los insurgentes cubanos. Horas antes, bajo un torrencial aguacero habían partido desde un distante lugar conocido como Corojito, y cerca de las 9:00 de la noche avistaban ya el resplandor de la ciudad.

Inmediatamente, Calvar organizó la columna para el combate: puso una parte de la infantería a las órdenes del teniente coronel Rafael Rodríguez; la otra, bajo el mando del teniente coronel Mariano Torres, y la caballería, dispuesta en pequeñas partidas para proteger el movimiento de los infantes. En tanto, el Cuartel General, con 30 hombres, ocuparía un camino que comunicaba la urbe con un campamento español, al sur, de donde podría recibir refuerzos el enemigo.
De acuerdo con la versión del cronista cubano Fernando Figueredo, «el teniente coronel Rodríguez avanzó por La Pastora, mientras el de igual grado, Torres, lo hizo por la fábrica de gas. El primero se lanzó sobre un cuartel que contaría cien hombres de retén, mientras los otros se dirigían hacia la Plaza de Armas, donde estaba el cuartel principal ».
Relata el historiador, que Rodríguez asaltó enseguida su posición, y cuando las fuerzas de Torres llegaron a su objetivo, encontraron a los españoles expectantes, avisados por los tiros provenientes del enclave hostigado por el otro grupo.
«El fuego se generalizó inmediatamente que se comprendió la situación. Rodríguez logró desalojar la fuerza del cuartel, la que batiéndose en retirado hubo de replegarse sobre la plaza, incorporados a los que eran atacados por Torres… », refiere Figueredo.
Al tiempo que se desarrollaban los enfrentamientos, algunos establecimientos comerciales ubicados en las inmediaciones de la refriega fueron saqueados por los patriotas, quienes a la una de la madrugada abandonaban la ciudad, después de incendiar varios almacenes, y de sufrir 14 bajas: cinco muertos y nueve heridos.
La operación reportó para las armas cubanas un cuantioso botín, consistente en ropas, prendas, dinero, además de un centenar de fusiles y más de 20 000 proyectiles.
A lo largo del proceso emancipador cubano, Santa Clara experimentó en otras dos ocasiones la presencia en sus calles de tropas libertadoras, toda vez que en marzo de 1896 penetraron las huestes del coronel Leoncio Vidal, muerto en el lance, y 62 años más tarde, los rebeldes dirigidos por el Comandante Ernesto Che Guevara tomaron la ciudad, para convertirla, para siempre, en territorio libre de Cuba.