Influencers: lí­deres de nuevo tipo

De los influencers no importó y no importa si eran buenas o malas personas pero comenzaron a mover masas, con un poder que superaba incluso a polí­ticos y lí­deres religiosos.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Carlos Alejandro Sánchez Rodríguez es un universitario de 21 años. Este cubagramer destacado es seguido por más de 25 500 personas. En la foto, con Camila Arteche, otra instagramer influyente en Cuba. (Foto: Tomada de Internet)
Yinet Jiménez Hernández
Yinet Jiménez Hernández
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20 Enero 2020

El 13 de marzo de 2019 fue el peor dí­a para muchos. Hubo lágrimas, arrebatos y hasta histeria colectiva… Facebook, Instagram y WhatsApp habí­an colapsado parcialmente y los popularí­simos internautas lloraron la caí­da de la familia de aplicaciones de Facebook.

Aunque, en realidad, no hizo falta un colapso masivo para que Jessy Taylor se sintiera la peor de todas. En abril de 2019, la joven perdió sus 113 000 seguidores. La compañí­a dirigida por Mark Zuckerberg eliminó la cuenta de Jessy, quien en un aspaviento público tildó de «asesinos » a los trolls (cuentas falsas) que habí­an boicoteado su futuro.

Y quizás estarás preguntándote quiénes son estos aparentes obsesivos y por qué sufren amargamente tales embates tecnológicos. Pues, desde «Juveniles », tratemos de desembrollar la compleja realidad que, por su propia naturaleza virtual, confunde.  

Youtubers, Instagramers, Tuiteros...   ¿qué más?

Para 2016, habí­a un término que revolucionarí­a el concepto de las «figuras cimeras » en redes sociales. Aquellos que, desde su postura de emisores digitales, tuvieran miles de seguidores y pudieran «vender » productos o ideas, «convencer » a otros sobre un tema x, y o z.

Gran parte de ellos no habí­an sido actores, ni músicos, ni modelos, ni deportistas, ni celebrities… Tampoco, santos de la devoción de las televisoras nacionales o internacionales; mucho menos, de diarios o periódicos.

No importaba ni importa si son buenas o malas personas, si incitaban al amor o a la guerra, si tení­an cerebro o en su lugar aserrí­n, si eran profundos o hací­an el ridí­culo… Pero comenzaron a mover masas, con un poder que superaba incluso a polí­ticos y lí­deres religiosos.

Así­ surgieron, sin apenas darnos cuenta, los influencers. Con ellos, grandes comunidades online que respaldan todo lo que hacen o dicen.

Desde su estreno en mayo de 2017, el canal de Youtube Camallerys Vlog ha sido uno de los de mayor influencia en la isla, con 74 000 suscriptores. En Instagram, hoy suma 23 500. (Foto: Tomada de Internet)

Asentados en una red social predilecta o varias a la vez, los bloggers (blog), youtubers (Youtube), instagramers (Instagram), tuiteros (Twitter) y etcétera, etcétera, etcétera, comienzan a dar guerra con llevados y traí­dos escándalos de compra de seguidores y fraudes masivos.
Esos fueron los motivos que impulsaron a la industria de la publicidad a apostar por otros conceptos más recientes aún, como micro y nanoinfluencers; es decir, aquellos que, con un menor número de seguidores y contenidos más temáticos, lograran generar confianza y credibilidad.

Microinfluencers de viajes, moda, desarrollo personal, fitness, hasta de limpieza o mamis ejemplo, pululan en las redes con un séquito de admiradores. Estos «profesionales » se entregan en cuerpo y alma con tanto esmero, que su rol deviene una nueva ocupación, un «cargo público » dependiente de los altibajos del mercado de la red de redes.

El nuevo plato de casa: influencers a la criolla  

La apertura de internet en la isla y su creciente auge han impulsado a los millenials a conectarse con sus audiencias predilectas: ellos mismos. La onda expansiva de esta realidad virtual cuajó un producto de factura mitad criolla, mitad extranjera.  

El grupo Gente de Zona, celebrities y clásicos influenciadores, se ha sabido adaptar perfectamente a las nuevas realidades. Hoy, posee una de las cuentas cubanas mejor posicionadas en Instagram (1.8 millones de seguidores). La foto es muestra de un feed de excelente factura. (Foto: Tomada de Internet)

Cuando a finales del 2014 se implementaron las primeras zonas wifi y salas de navegación en el paí­s, germinaron los youtubers cubanos, a imagen y semejanza de moldes foráneos. Alan x el mundo y Hola Soy Germán, entre otros, fueron convertidos en patrón, por obra y gracia del paquete semanal, que democratizaba la imagen de los «dioses » virtuales.  

Cuba también llegó «tarde » a la red social más fotogénica: Instagram, pero llegó. Ello dio la posibilidad de que los cubagramers de adentro enriquecieran la imagen de la isla que ya circulaba en la red social y demostraran que se podí­an conquistar fieles tribus desde «adentro », a pesar de los costos y la no siempre benevolente conectividad.

Cubanos como Frank Camallerys o Daguito Valdés en Youtube; Alejandro Rodrí­guez Sánchez (@carlosalejandrotv), Anita con Swing (bby_conswing), Erick Wayne (erickwayne_vlogs) en Instagram, cautivan por su visualidad y los frescos e interesantes discursos que logran transmitirles a sus respectivas audiencias.

Daguito Valdés, ingeniero en Telecomunicaciones y Electrónica de la Universidad de Pinar del Rí­o, se ha crecido con su canal Yo Hablo Futbol. Actualmente posee 18 800 suscriptores. (Foto: Tomada de Internet)

Hay otros temas que comienzan a ganar un espacio merecido entre los posts (publicaciones) semanales: la realidad económico-social de la isla, la riqueza de su cultura y de su gente. Le acompaña una buena estrategia para crecer, aumentar el alcance o generar más comunidad, que se traduce en ingresos, poder y, por qué no, estatus.

Sin embargo, solo los lí­deres de nuevo tipo con luz larga, acostumbrados a los vaivenes del nuevo oro mundial, el poder de la información, están preparándose constantemente para ser, a la larga, invencibles. Saben que, en un pestañazo de milisegundos, pueden perderlo todo.

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