Pasan y pasan los días, los meses, un año, y en Villa Clara la lucha contra las ilegalidades parece una épica batalla contra molinos de viento. Por solo poner un ejemplo: en solo una semana se habían efectuado más de 522 inspecciones, que detectaron 463 violaciones, y de ahí que se pusieran 431 multas, para un importe de 615 815 pesos.
Si a estas alturas las cifras alarmantes, la reiteración del tema en los medios de comunicación, los llamados de atención a las autoridades municipales, a inspectores, (re)vendedores, trabajadores por cuenta propia y administrativos no han sido suficientes para poner un stop a las actividades delictivas, ya va siendo hora de tensar aún más las cuerdas.
En medio de una pandemia mundial, con la difícil situación alimentaria de nuestro país, sobrellevando el reordenamiento económico, además del asfixiante bloqueo de Estados Unidos, para decirlo en buen cubano, le ronca que todavía haya quien viva para «ponérnosla más mala ». Según informó a Vanguardia el teniente coronel Carlos Alberto Morales, segundo jefe de la Policía en Villa Clara, las principales violaciones están relacionadas con el engaño al consumidor, alteraciones de precios, afectaciones a la entidad estatal, mercancías ocultas, actos de favoritismo y uso incorrecto de la mascarilla (como si fuera poco).
Irail Trujillo ílvarez, director de la DIS, aportó recientemente datos preocupantes sobre la capital villaclareña. Por ejemplo, en el punto de venta El Melocotón, en seguimiento al producto tomate, se detectó un faltante de 3484.97 pesos; lo mismo sucedió en la EIDE Héctor Ruiz, donde «desaparecieron » 13.53 kg de refresco instantáneo, 66.43 kg de sal, 172.9 libras de papa, 26.8 kg de carne de res y 3.26 kg de gallina. Los faltantes parecen ya algo normal, y en la UEB Logística (Acopio) también se descubrió como irregularidad la falta de 234.96 libras de tomate, 58.9 kg de azúcar y 49 kg de pollo, entre otros insumos.
Pero esto no es todo, pues si de precios abusivos se trata, las bebidas se llevan los premios. La DIS intervino ante trabajadores por cuenta propia del consejo popular Hospital que comercializaban la cerveza Hollandia a 70.00 pesos, cuando debía ser a 50.00, y refrescos de 330 ml a 30.00 pesos, de 20.00 estipulados. El mismo caso para el tan buscado pomo de refresco de cola, cuyo precio anda entre 90 y 150 pesos, y la malta Bucanero, que ha llegado a los 60.00 y más.
Los operativos policiales tampoco paran. Ahora lo que se usa es la «talla del tur » automóviles de renta por divisa, alquilados para trasladar, con aparente impunidad, grandes cantidades de mercancías, aunque sería saludable que alguien les avisara a los perpetradores asiduos a ese modus operandi que la policía ya está al tanto. Los municipios de Placetas, Caibarién y Manicaragua ganarían la emulación delictiva si de esta treta se habla, ya que 23 ciudadanos han sido procesados por este motivo.
Aunque varía la táctica, el delito es el mismo. El teniente coronel Carlos Alberto Morales explica que estos sujetos han llegado a pagar hasta 500 CUP diarios a la persona que renta el carro y luego lo presta para estas actividades.
En el municipio de Placetas se procesó a un técnico de Rent a Car que reservaba autos para el traslado de productos y se encargaba de hacer las prórrogas por vías no autorizadas, entre otras gestiones. Transtur, al realizar su evaluación, dictaminó daños a vehículos ascendentes a 15 816 pesos. Los autos se utilizan fundamentalmente para mover alimentos y productos de primera necesidad como jabón, detergente, aceite y carne, entre otros.
La Villa de los Laureles es uno de los municipios con alta incidencia delictiva, según las autoridades policiales. Un caso curioso tiene que ver con cinco personas que fueron procesadas recientemente por actividad económica ilícita: en los registros realizados se ocuparon 4000 paquetes de galletas y 254 cajas de cerveza, que pasaban de una vivienda a otra mediante un agujero de aire acondicionado que había en la pared. En esa localidad se encontró, además, un tanque de 55 galones, enterrado en un patio, que contenía detergente y ruedas de cigarros.
Los ejemplos son tantos que se podría llenar periódico y medio, pero ese no es el objetivo de este comentario. Sí, la lucha ha sido constante; sí, la policía y el cuerpo de inspectores están en todo, y sí, persisten las ilegalidades, los abusos, el robo, el abandono, la mala complicidad y el daño inescrupuloso al pueblo trabajador. Si la exigencia no da resultados, pues habrá que ser más persistentes, rigurosos, críticos; se tendrán que hacer las preguntas que nadie quiere escuchar y averiguar de dónde salieron las cantidades de pomos de aceite y otros tantos artículos cuya procedencia no es la cola de la tienda en MLC, donde los revendedores «luchan ». Que la soga no vuelva a romperse por el lado más débil, que es lo mismo que decir por el más obvio.
Para culminar me amparo en una de las canciones de Moneda Dura, porque a veces la música lo explica mucho mejor: «La calle está muy dura y no alcanza el dinero, las buenas intenciones no llenan los calderos, uno vive como puede para mal o para bien, pero yo tengo la culpa, y tú la tienes también ».