La cámara como fusil

No solo en Angola al fotorreportero Manuel de Feria le tocó disparar el obturador para atrapar la historia. Cincuenta años con la cámara en ristre, le hicieron merecedor del reconocimiento de colegas y lectores de Vanguardia

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Mercedes Rodríguez García
Mercedes Rodrí­guez Garcí­a
1300
23 Agosto 2021
Manuel de Feria Garcí­a, fotorreportero de Vanguardia, en 2006.
Manuel de Feria Garcí­a en 2002, cuando se desempeñaba como fotorreportero de Vanguardia.  (Foto: José Hernández Mesa)

Ha muerto Manuel Isauro de Feria Garcí­a, el fotorreportero con infinitos capí­tulos de vida detrás del lente de las tantas cámaras que utilizó, reparó y conservó durante 51 años de ejercicio profesional en  Vanguardia, al que llegó en 1970 y del que nunca se alejó pese a su jubilación en 2016.  

A su paí­s lo conocí­a de este a oeste y de norte a sur, y con exactitud de geógrafo ubicaba ciudades, sitios, poblados, rí­os, presas y hasta charcas y cascadas.  

En viajes de trabajo visitó otras tierras allende el mar: Alemania, durante el X Festival de la Juventud y los Estudiantes; Angola, como corresponsal del periódico Verde Olivo Internacionalista, y Haití­, acompañando una delegación de médicos cubanos. Pero ninguna permaneció hospedada tanto tiempo en su mente y  corazón como  ífrica, a donde aterrizó en marzo de 1983, ocho años antes de que finalizara la Operación Carlota con la salida del último soldado cubano.  

Un año de fotorreportero en Angola le permitió la cobertura de centenares de sucesos sobrehumanos y actividades singulares, algunos muy distantes de la redacción, ubicada en el edificio Inverno Sol, en Luanda, la capital.  

En viaje de una provincia a otra, disfrutaba observando cómo la pradera terminaba abruptamente y, sin transición alguna, cedí­a su dominio a la muralla verde. Unas veces por aire, otras por tierra, la selva, majestuosa y enigmática, lo hechizaba con su belleza. Tal vez por eso quiso un dí­a tragárselo en un beso mortal. Mas, un golpe de suerte le salvó la vida.  

Por la insistencia de sus compañeros de albergue, decidió cancelar el boleto de partida hacia Lubamgo. Antes de tocar pista, el avión explotó. Hubo 135 muertos. Fue un sabotaje de la UNITA. Angola era un trance diario, aunque se estuviera como civil. Como reportero gráfico andaba siempre delante del acontecimiento, en una caravana, en un recorrido, en una emboscada, en una evacuación, siempre husmeaba el peligro y se corrí­an riesgos.  

El fotorreportero Manuel de Feria junto a la periodista Mercedes Rodrí­guez Garcí­a.
Con la autora de este trabajo durante la celebración del 57 aniversario de Vanguardia, el 8 de agosto 2019. (Foto: Ramón Barreras)

Una tarde, en Huambo, puso a prueba tenacidad y audacia. No se sabí­a con precisión la   zona recién ocupada por la UNITA, de ahí­ que lo llamaron y le preguntaran si desde el aire podrí­a tirar fotos del lugar. Sin pensarlo dos veces dijo que sí­. Mas, una vez dentro del helicóptero no lograba las tomas que querí­a. Descendieron. Entonces buscó una tabla larga y fuerte, la ató a los patines de aterrizaje y se amarró a ella. Desde allí­ tomó las imágenes, aun a riesgo de ser descubierto y exterminado por el adversario.  

Para este hombre de mente ingenieril no existí­an imposibles. Jamás lo vi como se dice ahogarse en un vaso de agua. Aunque Angola, me confesó un dí­a, «fue muy difí­cil, muy difí­cil ». Por eso tal vez permaneció siempre al borde del tórrido camino africano. De allá trajo una discreta gorra negra que conservó y usó solamente en las coberturas que entrañaban peligro o cierto riesgo, como ciclones y huracanes. (Testigo soy de más de una entrega de Certificado Al Valor).  

Con la misma intensidad vivida «junto a los árboles, las malezas y los quimbos, De Feria disfrutaba como pocos esa osadí­a anónima del trabajo cotidiano en su tierra de palmas, valles y montañas, con sus obreros, estudiantes, campesinos, artistas, cientí­ficos, polí­ticos…    

Durante sus largos y fructí­feros años de fotorreporterismo De Feria tuvo la posibilidad de acompañar a Fidel en decenas de visitas y recorridos por el territorio central.  

Para él no habí­a una misión más importante que otra, aunque sí­ más complejas y peligrosas. «Nada más parecido que una cámara y un fusil ». Lo repetí­a cada vez que podí­a a sus colegas, a sus alumnos de Periodismo cuando les impartió clases en la Universidad Central:  

«Ni con uno ni con otro se puede fallar. Al enemigo hay que liquidarlo con el primer disparo… La mejor imagen no tiene que estar entre medio centenar de fotogramas, sino entre los tres primeros ».  

Despedida laboral de Manuel de Feria Garcí­a, al acogerse a la jubilación en 2016.
El semanario Vanguardia despidió de la vida laboral al entrañable De Feria, hombre que dejó su huella en la historia fotográfica de la provincia. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Pero siempre, Angola recurrente. Ya sin las minas que herí­an los caminos y la carne. Angola. Ya sin los puentes destruidos por la naturaleza o la metralla.  

«El avance de la vida en campaña, el fragor de la guerra, de la solidaridad y el amor a nuestros semejantes, nos convirtió en mejores seres humanos, profesionales y revolucionarios […]  

«Los cubanos saldamos una deuda con ífrica. En aquella oportunidad el blanco fue la imagen. Me tocó disparar el obturador para atrapar la historia », aseveraba orgulloso.  

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