Luis Orlando León Carpio y Leslie Dí­az Monserrat
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19 Enero 2016

Hagamos el amor y no la guerra, axioma que define a Alex, un chico que decidió llevar una vida sin tapujos, donde confiesa supo imbricar dinero, sexo y una carrera universitaria, de la cual acaba de salir airoso. No rebasa los 25 años, pero conoce la vida nocturna de Santa Clara y La Habana con la precisión de un cartógrafo en un mapa.

Prostitución masculina.(Foto: Ramón Barreras Valdés)Alex, por supuesto, no se llama Alex; pero al calor de esta historia, en la que revela los aspectos más personales de su intimidad, quiso mantenerse en el anonimato. Y nos cuenta que sí­, que de alguna manera cumplió un viejo sueño infantil de ser ingeniero, y ahora viaja a la capital a «hacer las calles », ese acto de salir a buscar un extranjero decidido a pagarle por placer. «Pero lo hago pa’ pasarla bien, ¿tú sabes? Y cobro pa’ sacarle provecho, aunque no me dedico a eso ».

Tonito que tampoco se llama Tonito ni se dedica a eso se define más casero. Desde temprana edad descubrió su atracción por los hombres, sin que ello supusiera ningún cambio drástico en su personalidad. De las noches santaclareñas, las relaciones humanas y el sexo a cambio de dinero sabe un montón: «Tengo unos cuantos amigos que lo practican, puedo hablar sin problemas ».

Por ellos sabemos que la prostitución masculina está presente en Villa Clara; que parece colarse con sutileza en los rincones, sobre todo, de la capital provincial; que algunos la asumen por necesidad y otros por diversión. Tras esta pista se escurrió «Juveniles » para visualizar un fenómeno que muchos reprochan y otros, sin embargo, ya ven natural.

Un viejo oficio

La prostitución masculina es según especificó en entrevista exclusiva para este trabajo el doctor Julio César González Pagés, investigador de temas relacionados con las masculinidades el acto de que una persona del sexo masculino mantenga relaciones carnales con alguien más a cambio de dinero u otro obsequio material. Mayormente se dedican a estos menesteres jóvenes menores de 30 años, y el mercado incluye, fundamentalmente, a hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH).

Aunque a muchos les parezca un asunto moderno, se trata de una práctica ancestral, que ahora se visualiza y genera debate. Así­ lo asegura González Pagés, quien precisa que desde finales del siglo xix ya existí­an estudios del antropólogo Luis Montané sobre la homosexualidad y el travestismo ligados al mercado del cuerpo masculino.

«Se hablaba de prostitución dentro de los barracones de los negros y los emigrados chinos. También, en La Habana de inicios del xx estaban las llamadas zonas de tolerancia, como el Barrio Chino o el teatro Nogueira, donde se hací­an espectáculos de pornografí­a cuyos protagonistas eran hombres a los que se les pagaba », añadió.

Los años 90 constituyeron un punto de giro al interior de la familia cubana y su sistema de valores. A raí­z de la crisis económica, la vida impuso nuevas formas de pensar. Fue la época de la despenalización del dólar y la llegada del turismo al paí­s como medida emergente para oxigenar una economí­a asfixiada.

En este escenario, y según describe Denise Hernández Villar, licenciada en Sociologí­a y especialista en Sociologí­a de Género en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, la coyuntura propició que ciertos núcleos familiares asumieran la prostitución como un medio de sustento.

«En Cuba se invirtió la pirámide social. Se desvalorizó el trabajo y el salario. Muchos profesionales quedaron desamparados, y algunos de ellos optaron por asumir esta práctica como ví­a de escape para el bolsillo.

«A partir de ahí­, ocurre algo inusual. Una práctica mal vista, cuestionada, criticada, condenada y rechazada desde los controles sociales (léase leyes, regulaciones y voluntad polí­tica), desde el punto de vista social ahora cambia su percepción. Un ejemplo: antes una mujer era clasificada como prostituta, hoy se le llama jinetera, luchadora... y en el caso de los hombres, pingueros, chulos... », apuntó la socióloga.

Hijos de la noche

Cuenta Tonito que en este mundo de la prostitución masculina hay tres clases sociales: baja, media y alta. En la primera están los que practican en exteriores (hacer la calle) y cobran 80 pesos en moneda nacional. Casi siempre se da entre cubanos. La clase media incluye a quienes piden 5 o 10 CUC quizás una muda de ropa, un par de zapatos..., y son más exigentes.

«Ahí­ están las historias que se cuentan del baño de Las Arcadas u otros sitios cercanos al parque Vidal. En la llamada Fuente, en los bloques de Pastorita, hay un lugar para esperar a clientes, los llamados puntos. También por la zona hospitalaria », informa Tonito.

Los de las clases altas añade consiguen a los extranjeros mediante internet y hacen citas online. El cobro depende del paí­s de origen: a un mexicano le piden unos 20 CUC y a un norteamericano entre 50 y 60. Basta teclear algunas palabras claves en Google: sexo + chicos + cubanos + tarifas... y afloran en el buscador páginas destinadas única y exclusivamente a estos fines.

«Ellos son más finos, no se dejan ver mucho. La mayorí­a termina en La Habana, donde existen las tarifas más altas y un mercado mejor concebido para este oficio », continúa.

Quizás, en esa búsqueda de mayores ganancias, Alex haya preferido viajar asiduamente a la capital. Y confiesa: «Primero pedí­a 50 o 60 CUC, porque me daba pena; pero después no bajaba de los 80. Mientras más viejo era el cliente, más cobraba. Dependí­a de lo que pidiera, y si era activo o pasivo, aunque yo siempre hací­a el trabajo completo. Pero algunos piden cada cosa... »

De esto último da fe Tonito, quien recuerda con pesar el dí­a en que a uno de sus amigos lo dejaron semidesnudo en medio de la Autopista nacional, cuando le exigieron un servicio que no quiso realizar.

¿Existe violencia por parte de algunos clientes?, inquirimos a Alex.

Muchas veces tení­a que ponerme fuerte, porque si actuaba primero, después no querí­an pagar. Uno ahí­ se pone a formar tremendo espectáculo: que voy a llamar a la policí­a, a gritar, a decir que me violaron...pa’ que se asustaran y pagaran. A mí­ me pasó con un brasileño.

Normalmente este trabajo se hace solo. Quizás se establecen algunas cofradí­as, pero el hombre tiende a concebirse como su propio jefe, a diferencia de los tiempos en que las mujeres quedaban bajo el yugo de la figura del proxeneta.

«A veces nos poní­amos de acuerdo un amigo mí­o y yo para cuidarnos de los que sí­ se dedicaban a eso por completo. Que por cierto, muchos hasta tení­an novia. Mi amigo es peluquero y gana cantidad, a él no le hací­a falta, pero igual salí­a conmigo ».

Acabas de graduarte en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, ¿por qué escoger este camino?

Sé de universitarios que lo practican allá, en La Habana. No soy un caso atí­pico. Lo hací­amos mayormente para ir a fiestas, a restaurantes, a hoteles... a lugares que uno por lo general no se puede permitir. Éramos como guí­as de turismo. Nos declarábamos así­. Llevábamos a los extranjeros a un tour por la ciudad, ellos nos pagaban todo y al final sucedí­a lo que tení­a que suceder.

De la prostitución al sexo transaccional

Para Pedro Chaviano Rodrí­guez, la prostitución es una palabra obsoleta. «Ahora, por ser una categorí­a comportamental desde el punto de vista epidemiológico, lo nombramos sexo transaccional (el propio nombre indica que existe una transacción, una entrega sexual a cambio de una ganancia material o no) », precisó.

Chaviano labora como especialista del Centro Provincial de Prevención de las ITS-VIH Sida y coordina las redes sociales del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) en el territorio.

Desde su experiencia asegura que se reporta un incremento de jóvenes que ejercen esta actividad en Villa Clara. Por lo general, pertenecen a otras provincias y vienen aquí­. Las edades oscilan entre los 19 y 21 años.

«Lo ideal serí­a que no se practicara el sexo transaccional. Tratar de que esas personas se integren a la sociedad; pero si alguien desea hacerlo, no podemos meternos en su práctica, porque esta no se penaliza, solo pedimos que lo hagan responsablemente, con el uso del condón ».

¿Se penaliza o no la prostitución en Cuba?

Aquí­, a diferencia de otros paí­ses, no se le da un tratamiento de delito, sino de conducta antisocial, lo que aparece recogido en el artí­culo 73, apartado 2, del Código Penal », precisa el máster José Ramón González Guadarrama, especialista en formación y desarrollo profesional del Tribunal Provincial Popular de Villa Clara.

«La Ley establece el delito de proxenetismo y trata de personas, y sanciona a quien vive del comercio carnal. Las sanciones dependen de las personas que utilice el proxeneta en el ejercicio de la prostitución, y van de 4 a 30 años de privación de libertad », añadió.

¿Y en el caso de quien ejerce?

Representa la ví­ctima explotada(o), y por lo tanto, no se asume como un delito, sino como una conducta antisocial y puede conllevar medidas de seguridad, entre uno y cuatro años de internamiento en un centro de trabajo especializado o de estudio del Ministerio del Interior. Conocemos que en los últimos tiempos ha surgido esta práctica entre los hombres, pero no han llegado con frecuencia a los tribunales. En ellos resulta más difí­cil comprobar que se dedican a esta actividad.

Así­, como Alex y los amigos de Tonito, otros jóvenes se aventuran a la calle y proponen su cuerpo al mejor postor. Algunos lo definen como una diversión con ganancias, otros lo asumen como un oficio rentable. Lo cierto es que se trata de un fenómeno latente en Cuba, y ante el cual no podemos taparnos los ojos.

«No es más ni peor que en otros paí­ses. Simplemente tiene sus peculiaridades. La prostitución masculina es un fenómeno que debemos analizar y saber qué medidas tomar respecto a estas personas que ven en el trabajo sexual, o prostitución, según quiera decirse, una opción de vida.

«En este caso, se tratarí­a de educar para ver la sexualidad como un disfrute pleno de nuestra individualidad, no como un acto para el comercio », asegura el doctor Julio César González Pagés.

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