Lázaro Arias (estudiante de Periodismo)
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27 Enero 2017

Ecuánime, tí­mido, admirador de Garri Kaspárov, cuando abordé a  Carlos Daniel Albornoz Cabrera marchaba tercero con 3 unidades de 4 posibles en las semifinales del Campeonato Nacional que entrega 5 cupos para enfrentar en la gran final del ajedrez cubano a los máximos exponentes del juego ciencia en la Isla.

Según el ranking FIDE para los menores de 18, este figura como sexto de las Américas y en el lugar 33 a nivel mundial; en el de jugadores de mayores activos en el puesto 19 a nivel nacional y 136 a nivel del continente.

¿Cuál es la fórmula para llegar a presumir ese ELO con 16 años?

Asistí­ a varios torneos, el año pasado quedé quinto en el Capablanca y cuarto en el Panamericano de Colombia.

Pero jugar a este nivel requiere mucha, mucha, dedicación y estudio. Todos los dí­as asisto a las clases y cuando termino entreno con un profesor alrededor de 5 horas. Los fines de semana entreno algo más de 6 horas.Cada hora de entrenamiento importa a la hora de enfrentar una competencia de este tipo.

Ser adolescente y atleta a la vez…

Es un poco difí­cil. Mis padres hace tiempo viven en el extranjero, siempre me comunico con ellos y me dan todo su apoyo, pero acá en Cuba mis abuelos son mi respaldo.

Cómo se siente por dentro Carlos Daniel al saber que puede codearse con lo mejor del paí­s si queda entre los cinco primeros de este torneo…

Me siento tranquilo (o eso pretende). Los resultados están dados por la ardua preparación que diseña mi entrenador en base a esta competencia.

¿Te intimida tu corta experiencia?

Nunca, pero no ignoro la situación. Concentro mi atención en el tablero y busco las mejores variantes. Cada dí­a salgo a entregarme frente al tablero, con cada jugador, cada jugada, a nadie le gusta perder con un chico de 16.

¿El dí­a a dí­a o una meta especí­fica?

Quiero integrar el equipo Cuba, convertirme en Gran Maestro y romper la barrera de los 2700 puntos ELO. Pero no me apura, llevará tiempo y hay que ir paso a paso.

El mundo de Carlos gira en torno a torres y alfiles, a galaxias de cálculos y constelaciones de probabilidades. Aunque nervioso ante la atención de la prensa, sentado frente al tablero parece un titán, un pequeño gigante que quiere demostrar a Cuba y el mundo de lo que es capaz.

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