Laura Rodrí­guez Fuentes y Carlos A. Rodrí­guez Martí­nez
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02 Febrero 2017

Entre todos sus privilegios decimonónicos, Cuba ostentó el primer ferrocarril de Iberoamérica y séptimo del mundo. Antes que España y Portugal, antes que México y Argentina, antes que Brasil y Venezuela, la Mayor de las Antillas trazó sus propios caminos de hierro. Y las locomotoras echaron a andar entre cañaverales e ingenios.  

Luego de la inauguración del primer tramo de ferrocarril La Habana-Bejucal en 1837, se completó definitivamente la lí­nea hasta Gí¼ines; se echaron otros caminos de hierro desde Matanzas y Cárdenas; se enlazaron Puerto Prí­ncipe y Nuevitas. En pleno siglo XIX, bajo el imperativo de una economí­a plantacionista y azucarera, a ritmo vertiginoso, otras ciudades, puertos e ingenios de Cuba se unieron a través de las lí­neas férreas.

Estación de Ferrocarril de Santa Clara, Cuba.
Foto tomada en 1925, luego de que la estación de Santa Clara fuera reconstruida. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Tras la necesidad de conectar las fecundas comarcas cañeras de Cienfuegos y la antigua región de Villaclara, la burguesí­a azucarera de la Perla del Sur decidió afincar el camino de hierro entre ambos territorios. Y ante la llegada del ferrocarril, en 1860, la villa de Santa Clara erigió su primera estación ferroviaria, un edificio colonial que no conocemos, ni siquiera, por grabados de la época.  

Fatalmente, en 1895 un incendio devoró la antigua estación de madera. Ese mismo año, con premura, se levantó otra edificación adjunta a un salón para viajeros, cortesí­a de doña Marta Abreu de Estévez.

Tres décadas después, en 1925, la terminal fue reparada totalmente: desde entonces comenzó a lucir ladrillos y techos de madera y tejas. (Esta intervención capital justifica las fechas 1860 y 1925 que pueden distinguirse en la sobria fachada de la estación).

Después de atravesar el siglo XX, en 2011, la terminal de trenes cerró al público a causa de serios problemas en la estructura del techo. No obstante, el proyecto para la inversión no comenzó hasta el 2012 y, finalmente, la ejecución no se inició hasta 2014. El pasado 28 de enero, luego de tres años de reparación capital, la estación de ferrocarril de Santa Clara fue reinaugurada.

Joya ecléctica de la ciudad

Con una inversión que ascendió al monto total de 1,8 millones de pesos, la reparación de la estación ferroviaria «Marta Abreu » fue ejecutada por la Empresa Constructora del Centro   y el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC).

Interior de la Estación Ferroviaria de Santa Clara, Cuba.
Durante la reparación se trató de preservar elementos originales del edificio, y fueron eliminados otros que atentaban contra el concepto inicial de la construcción. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Antes de iniciar la restauración de la terminal, el Centro Provincial de Patrimonio Cultural (CPPC) indicó una serie de regulaciones orientadas a mantener el estatus patrimonial del inmueble. Guillermo Jesús Pérez Alonso, especialista de la oficina de Monumentos y Sitios históricos del CPPC asegura que en la restauración se consideraron los valores históricos, ambientales y arquitectónicos  del edificio.

Tal proyecto no solo fue aprobado por el Centro de Patrimonio, sino que también contó con la anuencia de la Comisión Provincial de Monumentos, un órgano integrado por especialistas y profesionales de varias instituciones que evalúan el proceder constructivo en edificios patrimoniales.

«En este caso el proyecto no transitó por la Comisión Nacional de Monumentos porque la estación aún no ostenta ningún declaratoria como Monumento Local o Nacional, aunque sí­ constituye un inmueble emblemático de la ciudad ».

Según Guillermo, durante otra intervención que data de los años ochenta del pasado siglo, se alteraron varios de los rasgos originales del edificio. Pero esta vez confiesa el especialista se trataron de subsanar equí­vocos y realizar transformaciones en aras del espacio y la funcionalidad.

Patio de la Estación Ferroviaria de Santa Clara.
Patio y andén ferroviarios. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Andén de la Estación Ferroviaria de Santa Clara.

«Le quitamos al inmueble una serie de detalles que fueron apareciendo con el tiempo y que no guardaban relación ninguna con su concepción original, como la escalera que lleva a la cafeterí­a, y que prácticamente invadí­a el salón de espera. La intervención también tení­a que responder a necesidades actuales. Por eso, tratamos de suprimir todos los añadidos que afectaban la utilidad del lugar ».

Durante la restauración del edificio se respetaron los valores que permiten considerarlo una joya ecléctica de la ciudad, aclara el especialista entrevistado. Aunque se trató de conservar los elementos originales, algunos, como los aleros o el sistema de molduras exteriores, tuvieron que ser reproducidos con otros materiales. Al mismo tiempo, se concibieron las rampas para discapacitados y otros detalles ajustados a la contemporaneidad.

«Nosotros estuvimos supervisando el trabajo. Fuimos testigos del proceso, como si se tratara del nacimiento de un hijo », declara el arquitecto. Sin embargo, por mucho que las autoridades competentes velaran, la restauración del andén con materiales no apropiados terminó desluciendo en parte el resultado de las obras. Guillermo, de todos modos, considera que fue «perfectamente factible emplear la madera del andén en el techo del edificio y, así­, salvar la estación ».

«El que pasa en tren y no llega a la ciudad añade el especialista se lleva la imagen de este edificio. Siempre, cuando miro la estación la comparo con el Teatro La Caridad. Son dos obras cumbres de la arquitectura en Santa Clara. Y quizá ahora sea el momento de plantearse su posible declaratoria como Monumento Local o Nacional ».

Puertas abiertas

Pasajeros en la Estación Ferroviaria de Santa Clara.
Mejoraron las condiciones del salón de espera para las personas que aguardan por los trenes nacionales.  
Cafeterí­a de la Estación Ferroviaria de Santa Clara.
También cuenta con una nueva cafeterí­a, que deberá superar la exigua oferta de su apertura. (Fotos: Ramón Barreras Valdés)

Con sus puertas recién abiertas al público, la terminal cuenta con un moderno servicio de información, una cafeterí­a y tres baños (uno para a impedidos fí­sicos). Además, se habilitó un salón para las ferromozas, un sistema de custodia de equipaje y dos servicios sanitarios en el andén.

Yunior Alfonso Ruiz, director de Ferrocarriles en Villa Clara explicó a estos reporteros que «el andén principal se remodeló completamente, al igual que el túnel para trasladarse debajo de la lí­nea. Ahora nos resta la reparación del segundo andén, que debe concluirse en el mes de febrero ».

De la Estación Ferroviaria de Santa Clara parten trenes locales o regionales hacia Vega Alta, Los Arabos, Sagua la Grande y la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas. Además, desde aquí­ se generan otros viajes hacia Santiago de Cuba, Guantánamo y La Habana.

«Antes, todos los pasajeros se concentraban en una estación pequeña (conocida popularmente como Estación de Morón). Habí­a muy poco espacio, los asientos no alcanzaban ni eran tan cómodos como estos ».

¿Y la estación de Sagua la Grande?

Estación Ferroviaria de Sagua la Grande, Cuba.
(Foto: Arelys Marí­a Echavarrí­a)

Mientras la Estación Ferroviaria de Santa Clara abre sus puertas a los pasajeros, el edificio de la terminal de trenes y ómnibus de Sagua la Grande amerita restauración. A pesar de su estado ruinoso, la antigua estación de ferrocarriles de la Villa del Undoso se mantiene como uno de los inmuebles de su tipo más bellos y gráciles del siglo XIX  cubano. Baste mencionar que forma parte del centro histórico urbano de Sagua la Grande, declarado Monumento Nacional en 2011.

«La estación de Sagua se está proponiendo para una inversión señala Yunior Alfonso Ruiz, director de Ferrocarriles en Villa Clara. Pero es un inmueble superior al de Santa Clara y exige un presupuesto mucho mayor. Como hay que remodelarla atendiendo a sus requisitos patrimoniales, la UEB Ferrocarriles de Cuba en el centro no cuenta con presupuesto para un proyecto de semejante envergadura ».

Lamentablemente, «este año añade el funcionario no podemos hacer inversiones de peso en ninguna estación. Por ahora solo podremos concluir  la reconstrucción de las terminales de Remedios   y Ranchuelo ».

Sin embargo, ahora «puede escucharse en las calles que la población aprecia el resultado final. Eso implica que hubo éxito con el proceso », se ufana el arquitecto Guillermo Pérez Alonso. Y, si en buena medida la satisfacción de la gente reconoce la comodidad y el confort concedidos al antiguo edificio, también debe valorarse, en ese sentido, la cuidadosa ejecución de las obras.  

«El Ferrocarril solicitó nuestros servicios aclara Katia ílvarez Rivera, subdirectora comercial del FCBC. Los artistas que trabajaron allí­ sintieron un alto grado de satisfacción por lo que representa la estación para Santa Clara ».

Por su parte, los viajeros también agradecen la reapertura de la terminal. Mientras Yudith Pérez espera un tren que arribará desde Oriente, ha tenido tiempo para otear el nuevo panorama de la estación. «Antes estábamos hacinados en otro lugar. En cambio, ahora todo está bastante cómodo. Aunque la cafeterí­a no tiene variedad de ofertas, al menos funciona 24 horas. Quizás la terminal necesite más limpieza », valora la pasajera.

Muy cerca, Heriberto Pardo concede la razón a Yudith. «Urge también reclama el viajero la instalación de teléfonos y televisores en el salón ».

Por su lado, Alexis Mollet Moya, jefe de turno del cuerpo de seguridad y protección, sabe que ahora los custodios deben redoblar sus esfuerzos para proteger la estación del vandalismo. «No podemos dejar que los pasajeros se acuesten a dormir sobre los bancos, o que pongan maletines sobre los asientos. Claro que faltan detalles: los televisores, los ventiladores; necesitamos que la turbina funcione sin problemas… »

Pero, aun con tales imperfecciones, los pasajeros villaclareños o los viajeros de toda Cuba, podrán disfrutar de una estación que, con toda su historia encima, luce buen gusto, confort y funcionalidad. Mientras los trenes llegan, la espera deberí­a ser ahora más grata.    

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