Así ha quedado el Hotel Central luego de un extenso proceso de restauración. (Foto: Sadiel Mederos Bermúdez)
Liena María Nieves
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21 Julio 2017
21 Julio 2017
hace 7 años
Con el Hotel Central, de Santa Clara, ha sucedido todo lo previsible siempre que las expectativas son muchas. De la fecha inicial de apertura anunciada para diciembre del 2015 y hasta el sol de hoy, transcurrieron diecinueve meses en los que la población engordó escepticismos, falsos rumores y chanzas.
«Yo los veo encaramáos por los balcones y pintando desde la mañana hasta la tarde. ¡Qué manera de dar brocha! Para mí que llevan todo este tiempo en lo mismo, y por eso no avanzan ». Iliesky, bicitaxero de paso porque en el parque Vidal no puede estacionarse para conseguir pasaje, se acomoda la gorra y me muestra las dos banderitas (una cubana, la otra canadiense) que ondulan sobre el techo de su vehículo. « ¡Falta que hace que esto se nos llene de turistas! ».
Silvino, manisero con 77 años a cuestas, valora el asunto desde una perspectiva más sentimental. «Cuando mis muchachos eran chiquitos los llevaba a tomar helado con bizcochos, todos los fines de semana, a la cafetería que había en los bajos del Central. Ese fue siempre un edificio lindo, pero en cuanto se convirtió en cuartería perdió el brillo y la elegancia. Me alegro de haber vivido para verlo tan renovado, aunque ya no sea un cliente ».
Domingo Ravelo Rodríguez, especialista de la Inmobiliaria del Turismo e inversionista del Hotel Central, confirma lo que muchos calculaban: la reconstrucción de uno de los inmuebles insignes del patrimonio y la memoria histórica de Santa Clara, se ha prolongado durante más de dos años y medio. Sin embargo, tras la barrera de metal que durante ese periodo obstaculizó el paso y la curiosidad de los caminantes, lo único que no se hizo fue perder el tiempo.
El salto de ruina a ícono de la cadena Hoteles E (Encanto), no se alcanza en pocos días ni depende nomás de buenas intenciones. Entre atrasos de orden constructivo comenzaron la obra con la Constructora del Centro y debieron cambiar, a media marcha, por una brigada de Emprestur, variaciones imprevistas en el proyecto inicial, pedidos en espera y préstamos y movimientos de mobiliario, la ciudad ha debido aguardar por una promesa que, a ratos, nos pareció demasiado vulnerable.
Detrás de la fachada
La fiebre constructiva del machadato tuvo en Santa Clara a una de sus consentidas. La Carretera Central unió a la nación y algunos dejaron ver su prosperidad sobre las llantas de un Ford, entre telas y maniquíes o en los nuevos hoteles que se levantaron en las más importantes urbes cubanas.
Era 1929, y el Hotel Central abría sus puertas justo en las narices de la principal plaza de la ciudad, con sus portones de madera preciosa y cristal y su imponente escalera de mármol de Carrara. Dieciséis años después se le realizaría una división en la planta baja para cederle espacio a un banco, y durante la década del 60, surgiría la famosa cafetería que aún hoy añoran los santaclareños.
Hasta principios de la penúltima década del siglo, el Central se mantuvo como hotel, pero las necesidades a resolver en el sector de la vivienda eran (son) tan crónicas y profundas, que se decidió entregar el inmueble como morada para varias familias.
En poco tiempo, la depredación angustiante de los días del Período Especial y la infeliz iniciativa de abrir el centro nocturno Praga en el segundo nivel amén de los tantos años de explotación continua prácticamente inmolaron al edificio.
«Cuando intervinimos en 2015 se habían robado gran parte de los barandales de mármol, por lo cual tuvimos que acudir al Fondo Cubano de Bienes Culturales de Granma, con una gran experiencia en este tipo de trabajos. Buscamos imágenes de la época y similitudes entre los colores, pues teníamos que lograr la mayor armonía posible entre el nuevo mármol y el de Carrara.
«La escalera del Hotel Central tiene un grado de protección Uno, ya que forma parte de los elementos originales de la edificación, al igual que sucede con el grey sevillano con que están decoradas varias superficies ».
En su condición de inversionista, Ravelo Rodríguez ha estado a pie de obra desde el día cero. Habla de cornisas, capiteles, columnas y plastrones mientras ascendemos hacia los niveles superiores del Central. Toca las paredes, alza la vista y reitera, una y otra vez, cuan valioso resulta este inmueble.
«Mientras funcionó como edificio de vivienda, el Central perdió más del 40% del grey sevillano de los pasillos habitacionales. Quizás solo parezcan simples losas, pero la técnica con que se confeccionaban ya no se realiza en el mundo. Se trata de elementos que una vez colocados son casi imposibles de extraer, así que en lo que sacaban cinco o seis completas, destrozaban 40. Nos tocó restaurar el grey existente y, además, reproducirlo para vestir la segunda planta, tal y como lucía en sus inicios ».
La primera versión del proyecto del Central se concibió con 19 habitaciones, pero en pleno proceso constructivo se giraron los timones y la «nave » enfiló por aguas más profundas. Una habitación en el primer nivel, 15 en el segundo y diez en el tercero, impusieron exigencias que trascienden lo arquitectónico.
«Con el Hotel Central se han reavivado técnicas artísticas perdidas en la provincia durante décadas, pues el reto no residía solo en recuperar el inmueble, sino los valores intrínsecos del mismo. En los años 20 del pasado siglo se importaba muy poco desde el extranjero y la mayoría de los elementos decorativos se hacían en el territorio.
«Por ejemplo, la técnica del estuco veneciano que empleamos en los pasillos habitacionales del tercer nivel, no se había visto nunca más en Cuba. Los pasamanos de esa escalera son los originales, rescatados tras un arduo proceso donde se decaparon y se les aplicaron anti corrosivos, y también pudimos conservar la carpintería de las habitaciones del segundo nivel. Además, los artistas de la plástica que trabajaron en la obra son todos de Villa Clara, dado que entre las prioridades de la industria turística resalta el aunar las potencialidades internas para fomentar el desarrollo local.
«El Central mostrará lienzos y piezas extremadamente valiosas, como las esculturas de bronce en las que los orfebres han utilizado los mismos métodos empleados por los artesanos del siglo XVIII y XIX. O sea, que demostramos con creces la calidad, la experiencia y el inmenso talento de nuestros creadores, pues nunca nos propusimos decorar el hotel con donaciones o falso biscuit de importación.
«Para ser fidedignos y leales a la historia del Central, los clientes tendrán acceso a genuinas piezas de escultura, pintura y cerámica. Es decir, será un producto patrimonial y cultural inestimable, cuyo valor aumentará a medida que pase el tiempo ».
Los reparadores del sueño
Con los pies colgados a varios metros sobre la calle; levantando, pieza por pieza, decenas de metros de pisos; modelando en arcilla dibujos de columnas y recomponiendo balaustradas desechas por los años y el abandono, los siete miembros del grupo RESTAURAQ asociado al Fondo Cubano de Bienes Culturales (BFC) de Villa Clara se empeñan, más que en rehabilitar un inmueble más, en devolverle la vida al centro histórico de la ciudad.
Ernesto Cruz Sarduy, arquitecto y jefe del grupo, responde con pocas palabras mi pregunta de por qué se ha dilatado tanto la reapertura del Hotel Central. « ¿Usted recuerda cómo se veían las columnas del segundo nivel, abiertas y a punto de colapsar estructuralmente? Pues cada una de esas columnas demandó más de 20 días de trabajo, y eso fue solo una parte pequeña de los elementos deteriorados de esta obra ».
Pioneros en la restauración de fachadas y con ocho años de experiencia, RESTAURAQ se encargó no solo de la recuperación de los elementos decorativos exteriores de los tres niveles del hotel, sino además de los pisos originales y del revestimiento de los interiores de las habitaciones.
«Los elementos eclécticos de la fachada del Central estaban prácticamente arruinados. La cornisa, por ejemplo, tenía los aceros expuestos y el hormigón en pésimo estado, por lo cual hubo que reconstruir todo, darle tratamiento a los aceros y reforzarlos. Las balaustradas, por el estilo, y en el tercer nivel habían colapsado por completo. Tuvimos que sacarles molde, reconstruirlas y fundir nuevos elementos, ya que lo único reutilizable fue el pasamanos ».
La exquisitez resalta en las terminaciones. Corrientes de aire tibio se esparcen en los pasillos y la luz de la lampistería italiana seleccionada de acuerdo a los códigos estéticos de la época casi nos convencen de que esta será la primera vez del Central, y no una reapertura, 88 años después. Incluso, caminamos sobre el mismo suelo.
«Parece un milagro que se conserven tantos metros de los pisos originales, pero solo pudimos lograrlo seleccionando y extrayendo las losas mejor conservadas para luego limpiarles los bordes, darles lija y pulirlas. Otras debimos recomponerlas, como si se tratara de un rompecabezas, y con ese nivel de detalle cubrimos la «U » del segundo nivel ».
Mientras conversamos con Ernesto, Santa Clara coquetea a sus espaldas. La ciudad respira más allá del balcón del Central y casi es inevitable que ocultemos la sonrisa. «Poco a poco », le digo aludiendo a un futuro utilitario, hermoso y seguro para nuestros inmuebles patrimoniales. Arquitecto y visionario al fin y al cabo, Ernesto señala el coloso en ruinas que es hoy el Hotel Florida.
«Teníamos la esperanza de que en cualquier momento se anunciara la reconstrucción de uno de los inmuebles más hermosos del centro del país y, afortunadamente, el deseo se va concretando. Como institución, aspiramos a participar en los trabajos de restauración de la fachada y los exteriores. Del Florida lo que se debe rescatar es la fachada, pero el Floreale es otra cosa. Su interior constituye un tesoro de la memoria histórica de los artistas de la ciudad ».
Colocando la teja
Las nuevas lámparas del Hotel Central permanecen resguardadas bajo grandes bolsas de nailon, a pesar de estar colocadas a varios metros de altura. «Es por el hollín de los vehículos y, sobre todo, de los ómnibus, ya que tenemos una parada en el mismo portal del inmueble », explica Domingo, el especialista de la Inmobiliaria del Turismo. «Y qué decir de la contaminación sonora. Nos preocupa sobremanera, pues invade la privacidad de los clientes y pone en riesgo a nuestras edificaciones patrimoniales ».
Ernesto y sus restauradores nos muestran las marcas de suelas de calzado sobre las columnas recién pintadas. «Esto ocurre a diario. Ya les indiqué que no pinten más esa área hasta que la apertura sea inminente, porque si no desperdiciamos recursos y tiempo. Necesitamos regulaciones efectivas del tránsito en los alrededores del parque, tal y como se hace en los cascos históricos de otras provincias. O sea, no se trata de prohibir, sino de regular con responsabilidad, rigor y conocimiento ».
«Pueblo y gobierno habrán de estar a la altura para integrarse y colaborar con las necesidades de una ciudad que, finalmente, va cambiando ».