
Desde que en Cuba la gente coge un break, el tiempo es más productivo. Y si los cubanos hacemos business es porque “no†entendemos de negocios. í“igame, nuestras jovenzuelas se cambian el look porque les sale más económico que rejuvenecer la imagen.
Entiendan que irse de party debe ser muy divertido porque lleva un toque anglosajón, de la high life.

Ahora es regla y no excepción que nuestros comentaristas deportivos hablen de ranking y no de orden, y nuestros artistas, de casting y no de selección.
Así pasan de boca en boca los extranjerismos: sustituyendo palabras auténticas. Pronunciados al estilo ultraperfeccionista o deformados a la más popular interpretación. Adquieren tal vida propia, que cuando los vemos escritos en su versión original nos parecen salidos de otro planeta.
Cuando la anglosuficiencia inunda la boca de los hispanohablantes, estos pecan por exceso. No hay nada más triste que ver cómo lenguas vecinas, poderosas, destiñen la nuestra, que es vulnerar la nacionalidad y la soberanía nacional.
Sin embargo, como lingí¼istas, somos conscientes de que la interacción idiomática resulta vital. Rara vez, los idiomas se bastan por sí mismos: necesitan de otros para complementarse, para rellenar vacíos inexistentes en las nuevas realidades de países o regiones.
Estos vocablos han ejercido y ejercen una gran influencia sobre el habla del cubano, que es una esponja. Importados directamente de los vecinos del norte, o a través de la emigración de los braceros antillanos, muchos anglicismos llegaron hace tiempo para quedarse: bróder (brother), bisté (beefsteak), blúmer (bloomer), estraple (strapless), estrés (stress)…
Por ejemplo, en la Mayor de las Antillas ya no sorprende un abuelo hablando de iPod y tablets de microwave, wifi, clicks o de Facebook. Ahora entienden, a su manera, lo que es formatear una memoria, escanear un documento o pasarle un e-mail al hijo o el nieto que vive en el exterior.
Dichos anglicismos se pulen en la lengua, naturalmente: se cuecen en un lento proceso de selección natural y adaptación, como la vida misma. Tiempo después, muy pocos habrán de notar que vinieron desde muy lejos, a enriquecer el español que hablamos los cubanos.