Si algo no produce dudas entre los villaclareños es que Ramón Silverio es un hombre de grandes ideas y de armas tomar. Esta vez, su eterna añoranza por el circo lo llevó a desarrollar uno de los proyectos comunitarios más grandes de este verano.
Silverio, siempre acompañado de su grupo, se llegó hasta algunos poblados recónditos para regalar arte, magia y buenas energías a quienes son más desfavorecidos por la planificación de las instituciones culturales de la provincia.
Seis carpas se han montado, entre otros lugares, en Remate de Ariosa, Bermejal, Braulio Coroneaux, Taguayabón, Cordovanal y Emilio Córdoba. La travesía comenzó por este último sitio, donde los mejunjeros ya son habituales desde casi hace dos años, luego del desastre del huracán Irma.
Cuando llegaron nuevamente allí, a principios de julio, el público los recibió como si fueran un miembro más de la familia. Solo que esta vez traían una propuesta tan atractiva como diferente, que incluía una serie de actividades para todas las horas de día.
Este es uno de los principales ganchos de Las carpas de Silverio, su permanencia en el lugar de la actuación, al estilo del circo pobre que llega al campo. Los artistas duermen en el suelo y toman el café de los vecinos. Los payasos descubren los secretos del clown con los niños. Y la lluvia, el calor y las santanicas se comparten por igual.
Es algo de gente desenfadada, de gente aventurera, de gente que ama más el arte que las comodidades de su propia casa. Gente capaz de seguir a un hombre como Silverio para cumplir, en parte, un viejo sueño y disfrutarlo.
Ya casi acaba el verano y Vanguardia se acercó al padre de El Mejunje para conocer detalles de esa propuesta, que continuará en la parrilla cultural villaclareña.
¿Cómo surgió este proyecto?
Bueno, tal vez sea una vieja idea. Yo era un niño de campo y lo único que llegaba ahí era el circo, un circo pobre, de mala muerte, pero que nos conquistaba con lo atractivo de la vida nómada. Creo que si alguna frustración me quedó, fue no marcharme con él.
«De hecho, desde que tenía la brigada Los Colines, en la montaña, intenté varias veces tener una vida un poco ambulante, cuando dedicábamos más días a presentarnos en distintos lugares.
Cuando mi cumpleaños 70, hablando con Alberto (López Díaz), el presidente del Gobierno Provincial, le conté la historia sin creer remotamente que podía ayudarme e igual ocurrió con Julio Lima Corzo, entonces primer secretario del Partido en Villa Clara. Así, casi por casualidad, reuní las seis carpas que ahora estamos utilizando.
«Mi grupo siempre me ha seguido en su inmensa mayoría, y eso me gusta: todo sale mejor cuando ellos se suman porque de verdad lo desean. Nunca cargo con amargados, sino con gente que lleguen a cualquier sitio y se sienten cómodos ».

¿Qué puede disfrutar el público durante estos días?
Este proyecto es bastante integral porque incluye varias manifestaciones artísticas. Por ejemplo, tenemos una puesta de Juan Quinquín, de Feijóo, una obra que transcurre en el circo. Es un repertorio que yo tenía viejo, pero que ahora se enriquece, pues el público está viendo realmente el circo; los actores salen de las carpas y la escenografía ayuda mucho para crear un ambiente muy especial.
«La segunda noche presentamos Las cabañuelas, que es un clásico de nosotros con más de 30 años, pero al que nadie se resiste a pesar del paso del tiempo.
«Además, reservamos actividades para niños, que son de los más beneficiados con nuestras propuestas. El primer día William Rodríguez y Nelson íguila, los payasos Caramelo y Campi, respectivamente, imparten un taller donde maquillan a los niños y les enseñan algunos de sus trucos, y culminan con una presentación. Es muy bonito porque los pequeños participan de una manera extraordinaria, se motivan mucho por la experiencia.
«También, llevamos un documental muy querido por nosotros: Por primera vez, del ICAIC, y por la noche proyectamos Tiempos modernos, la película a la que se hace referencia en el propio documental. De igual modo, y para seguir a tono con las propuestas, la segunda noche ponemos el filme Juan Quinquín, que está cumpliendo 61 años. Además, presentamos una exposición con parte de mi galería personal, que incluye a varios artistas villaclareños.
«Teníamos otra idea inicial, que la haremos realidad en próximas presentaciones, pero ahora nos fue imposible por falta de tiempo. Queremos realizar un miniespectáculo dentro de cada carpa, con los personajes clásicos del circo pobre: la rumbera, la mujer barbuda, el payaso o un mago, que dignifiquen sus historias a través de relatos. Esto es una tendencia a nivel mundial, y el público puede disfrutar de seis o siete puestas en una hora ».
¿Se ha incorporado algún otro artista al proyecto?
Cuando estuvimos en Taguayabón, que fue la última de nuestras presentaciones, se nos incorporó el grupo Icarón, de Matanzas, con Miriam Muñoz, quien, a pesar de sus 73 años, se negó a dormir en otro lugar que no fuera las propias carpas.
«Nosotros programamos en estos meses la participación de grupos que querían estar con nosotros, como La Salamandra y La Chinche, entre otros, pero que finalmente no pudieron venir por problemas de transporte. Pero este espacio está abierto para cualquiera que esté interesado en cooperar.
«Una idea conjunta de todos los que trabajamos para que la cultura no sea algo exclusivo de las grandes ciudades, y porque compartir con las personas de esas comunidades es una experiencia muy linda, enriquecedora ».
¿Cómo ha sido la acogida de los públicos en estos lugares?
Excelente es la palabra. Creo que nadie se ha resistido a los espectáculos, creo que por lo novedoso de las carpas, bien grandes, llamativas, que captan toda la atención.
«Están la magia y la solidaridad de la gente de campo, que te dicen: “Ven, toma caféâ€, y brindan un lugar para quedarnos o asearnos.
«Me da mucho placer cuando las personas que no están acostumbradas a estos espectáculos nos dicen «los cirqueros », pues es una palabra que me honra y siento que nuestro mensaje les está llegando ».
¿Y cuál es este mensaje? ¿Qué buscan con las carpas de Silverio?
Esta ha sido una forma de llenar nuestra vida de aventuras, que es lo que nos mantiene jóvenes por siempre. El objetivo es llegar a todas las comunidades, en especial a las que están lejanas, y llevarles el espectáculo como mismo lo presentamos en un teatro, como si este fuera el mejor del mundo.
«Nosotros trasladamos para cada lugar 10 o 12 equipos de luces para hacer la puesta, hacemos bien el vestuario, el maquillaje, aunque las condiciones técnicas y las luminarias no sean las mejores, o nos falle el voltaje o llueva, porque aunque sea teatro comunitario, el público tiene derecho a ver la totalidad del espectáculo.
«Montamos cada obra como si fuera un gran teatro, porque ellos se merecen lo mejor de nosotros ».
¿Anécdotas de estos viajes?
Creo que todo puede ser muy simpático o muy dramático, según como se mire. Por ejemplo, en una carpa no se puede estar a las 8:00 de la mañana, por el sol y el calor tan grandes que hay.
«En Taguayabón llovió mucho el primer día, y tuvimos que empezar el espectáculo a las 10:30 de la noche, y aun así se nos mojó parte de las pertenencias y las alfombras de la escenografía. Pero todo es parte de la aventura, de la magia que envuelve cada presentación ».
Las carpas de Silverio culminarán el día 20 sus actividades de verano, pero más adelante continuará este proyecto. Así, los poblados más alejados de Villa Clara podrán disfrutar de nuevos espectáculos y acercarse a la cultura tal como si la «montaña fuera a Mahoma ».