«Michael Jackson ha invadido el sector turístico cubano », comentó en broma, y a la vez muy en serio, Luis Morlote Rivas, actual presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), durante una de sus visitas a Santa Clara. En casi una veintena de hoteles existe algún imitador del Rey del Pop, quien se hace fotos con los turistas, baila, canta y hasta regala ¿autógrafos? a sus fans.
En muchas partes del mundo proliferan quienes viven de la personificación del icónico autor de Thriller, pero en las instalaciones dedicadas al ocio en la isla se ha vuelto una epidemia. A ello, sumémosle los espectáculos que mimetizan óperas o el teatro musical al estilo de Broadway, en que los clásicos y trillados temas del Fantasma de la í“pera, Cats, Jesucristo Superstar, El Rey León, Aladino o La Bella y la Bestia, son reproducidos hasta el cansancio.
Una oferta artística, verdaderamente cubana y auténtica, brilla por su ausencia en muchos establecimientos. Se ofrece un producto pseudocultural, muy lejano a la riqueza del arte criollo, con el maquiavélico fin de agradar o congraciarse con los espectadores foráneos. «A los “yumas†hay que mantenerlos contentos », dirían los mercachifles.
La cultura, por desgracia, no siempre se encuentra en buenas manos, y en el ámbito turístico la situación resulta preocupante. Como se ha planteado en los congresos de la Uneac, uno de los errores más comunes en este sector ha sido construir una falsa cultura, mostrada como genuina, pero que distorsiona los valores identitarios.
Hace unos años, en el marco de un evento del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC), un delegado advirtió cómo se presentaban de la manera más burda y grotesca las danzas folclóricas africanas. Y puso como ejemplo a una bailarina que representó a Oshún, la adorada diosa del panteón yoruba, embadurnada de brillos y ¡en hilo dental!
Sobre esta problemática, el ex ministro del sector, Abel Prieto, actualmente al frente del Programa de Estudios Martianos, manifestó:
«No hay nada más patético que disfrazarnos de lo que quisieran los turistas ver en nosotros. El seudofolclor. Disfrazarnos de nosotros mismos ». Y añadió: «Hay playas con supuestos cementerios mayas donde los huesos son plásticos y fabricados en Taiwán... Una comunidad puede terminar siendo una caricatura para el consumo de esa aventura kitsch que se pretende que sea el turismo ».
En disímiles encuentros la vanguardia intelectual cubana ha analizado críticamente la relación entre cultura y turismo. En 1994, cuando se creó el Mintur, se firmó por vez primera el convenio entre ambos ministerios. El incremento y desarrollo del turismo internacional en Cuba durante la vertiginosa década de los 90, conllevó la búsqueda de una estrecha relación y cooperación entre las instituciones culturales y de la industria del ocio, como se había planteado en el V Congreso de la Uneac.
Mas, a inicios de la década del 2000 se interrumpió esa comunicación. Hubo un visible distanciamiento entre los ministerios, lo cual trajo consigo conflictos e incomprensiones de toda índole, incluso situaciones lamentables aún latientes.
En los últimos años, por fortuna, se ha avanzado para revertir la adversa situación. La destacada intelectual Graziella Pogolotti, ante la labor realizada por la Comisión de Cultura, Turismo y Espacios Públicos, de la Uneac, ha manifestado que «se están dando pasos en el entendimiento entre las instituciones, que favorecerá el desarrollo del país, desde el concepto esencial de no hacer cultura para el turismo ».
El presidente Miguel Díaz-Bermúdez, en el pasado congreso de la Uneac, instó a llevar a los turistas hasta donde se hace el verdadero y auténtico arte del pueblo, y no a la inversa.
Nada tenemos en contra del reconocidísimo Michael Jackson, pero no estaría mal conformar espectáculos con figuras emblemáticas nuestras, tan internacionalmente conocidas como el Rey del Pop. En ese sentido, cabe recordar al gran Benny Moré, de quien celebramos su centenario este 2019. Su música, voz y carisma continúan recordándonos la grandeza artística de esta isla, que no necesita apelar siempre a lo foráneo para llenar el alma.
Y aunque en ciertos hoteles los responsables opten porque el Rey del Pop entretenga turistas, el Bárbaro del Ritmo sigue latiendo, más vivo que nunca, en el corazón de todo un pueblo.