Annia Castillo: «sin el piano me muero »

A sus 20 años de vida artí­stica, Vanguardia se acerca a la pianista Annia Castillo para conocer detalles de su carrera y su relación con la música.

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Pianista Annia Castillo
Annia Castillo cumple este año dos décadas de vida artística. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Laura Seco Pacheco
1915
29 Octubre 2019

Son las cinco de la mañana. Annia se levanta, camina a la cocina y prepara la cafetera. En lo que cuela va hasta el piano y revisa las partituras que dejó la noche anterior, danzas del siglo XIX que rescató de algún archivo de Sagua la Grande. El potente aroma la hace volver al fogón y se sirve la primera de muchas tazas de café.

Tiene tres horas para ponerse al dí­a con ella misma, para montar esas piezas que la traen loca. A las ocho se marcha para la escuela y apenas pone los pies en el piso. Es viernes, así­ que a su regreso al «hogar dulce hogar », tendrá a sus alumnos esperándola para ensayar. Baja un par de veces a la casa de su madre. «Nunca me dedicas tiempo », le reclama la anciana, y Annia asiente mientras corre a una reunión de última hora para acordar los detalles del Encuentro Regional de Música.

Son las nueve de la noche y vuelve a su piano. Sus 20 años de rutina la han enseñado a aprovechar cada segundo, a no perder un instante de concentración. A las 12 se va a la cama y decide mimarse con una hora más de sueño, todo un lujo para una mujer tan entregada a las notas y melodí­as musicales.

Annia Castillo no se detiene, encadena un trabajo con otro, un ensayo con otro, y el piano reina en su vida. Son dos décadas entregada a la las notas musicales, a las partituras y a la investigación, dos décadas en que el tiempo se ha convertido en su principal aliado y enemigo.

¿La música llega a ti de forma casual o es una herencia familiar?

Un poco de ambas. Tengo influencias de familiares que no conocí­ y que eran músicos, pero nadie cercano. Por lo demás todo ocurrió de la forma más habitual: cuando estaba en la primaria realizaron la convocatoria para la Escuela Vocacional de Arte (EVA). Fui y aprobé, pero no cogí­ plazas y la perreta que armé en mi casa fue tremenda. Es que yo querí­a ser músico, tocar piano, aunque no estaba consciente de lo que significaba.

«Fui con mi mamá hasta la escuela y me paré frente al antiguo subdirector y le dije: “A mí­ me pones en trompeta, en tambor o en lo que sea”. No me sirvió de mucho, pero hubo fallos en los ingresos y por corrimiento entré…y hasta el dí­a de hoy ».

¿De qué te graduaste?

Estudié piano los siete años de nivel elemental y luego del pase de nivel fui para la Escuela Nacional de Arte (ENA), en La Habana. Cuando me gradué vine a trabajar para la EVA y a los dos años me certifiqué como pianista solista.

«La enseñanza superior la hice 10 años después por una serie de felices consecuencia y gracias a personas como Enrique Pérez Mesa, Ivette Gómez y Rosalí­a Capote, quienes me abrieron el camino y me comprometieron para realizar las pruebas del Instituto Superior de Arte (ISA) ».

¿En cuántos proyectos estás inmersa al mismo tiempo?

Lo primero es mi carrera como solista y lo otro que tiene un gran peso para mí­ es la escuela el Centro Provincial para la Enseñanza Artí­stica pues desde hace dos años estoy frente al departamento de música.

«Dentro del sistema de enseñanza artí­stica, y vinculado al Grupo de Investigación de Las Villas, también organizo el Concurso Regional de Piano, muy vinculado al Evento de Patrimonio Musical de nuestra provincia, en el que también participo.

«También toco en el Dúo Expresión, en el que trabajo con una clarinetista, y que lleva ensayo y montaje del repertorio. Además, tengo pensado montar otro dúo junto al violinista de Ars Nova, donde defendamos la música patrimonial desde el punto de vista histórico.

Igualmente, me desempeño como pianista del grupo de Liz Castillo, algo muy diferente a lo que realizo habitualmente pues me acerco a la música popular, al jazz, la fusión y me alejo un poco de la música de concierto.

«Tampoco puedo dejar fuera la investigación y mi estudio, que son las bases de mi trabajo docente y profesional. »

Son muchos trabajos a la misma vez, ¿cómo logras organizar tu tiempo?

Bueno, yo necesito que el dí­a tenga 88 horas y no 24. Me levanto bien temprano y con el café me pongo a estudiar. Sobre las ocho me voy para la escuela hasta las cuatro. Los ensayos los voy alternando y los viernes y sábados también vienen mis alumnos. Dí­a libre, solo los domingos y, a veces, los dedico a estudiar. No tengo un chance en mi vida para descansar, pero no me pesa.

«Para mí­, es importante economizar el tiempo, dedicarme completamente a lo que hago. Cuando digo “Voy a aprenderme esta partitura”, trato de hacerlo de la manera más eficiente, para cuando vuelva a ella al cabo de unas horas o unos dí­as, pueda retomarla sin problemas. He aprendido a emplear toda mi atención en lo que hago porque no puedo perder un segundo.

«Siempre trato de trabajar sobre lo perfecto y evitar los fallos. No quiero ni puedo acomodarme a tocar con errores, así­ sea un simple ensayo. »

Hablas con tanto entusiasmo sobre tu trabajo y me pregunto: ¿qué serí­a Annia Castillo si no tuviera un piano?

Nada. Nada en este mundo. Cuando me paso dí­as sin tocar, por cualquier situación, mi cuerpo lo siente. Hace un par de años tuve que estar un mes fuera de la provincia por razones personales, y a los cuatro dí­as exactos empecé con un sí­ndrome de abstinencia: caí­ en un estado de ansiedad, me dolí­an las articulaciones de los dedos, me deban calambres en la madrugada, mareos de la cervical, se me engarrotaron las manos.

«Yo no puedo parar de tocar, sin el piano me muero. Es que me cambia todo, la vida, el pensamiento. A veces necesito unos dí­as de descanso, pero tienen que ser regulados, no pueden ser más de tres.

«Tampoco me puede faltar la escuela. Para mí­ dar clases es tan importante como tocar o tomar café. Cuando veo a mis alumnos al piano siento que he plantado una semillita que ha ido germinando: son una extensión de mí­ misma porque en ellos he puesto todo lo que sé, mezclado con todo lo que ellos puedan aportar. Es un campo que uno siembra y lo cuida, lo cultiva y lo protege del mal tiempo y las plagas y al final da frutos.

«Dar clases me ayuda incluso en mi propia carrera, a tomar decisiones sobre el camino, a extrapolarme y buscar nuevos puntos de vista. Me obliga a superarme todo el tiempo, a informarme, a escuchar todo tipo de música ».

Y entre tanto ajetreo profesional, ¿cómo logras hacer un espacio para tu familia y para ti misma?

Es complejo. A veces mi mamá se queja de que le dedico poco tiempo y tiene razón pero es que a veces no puedo visitarla más tiempo o sentarme a conversar con ella por horas. ¡Y eso que vive al lado de mi casa! Con mi hermano ocurre parecido.

«A veces no puedo ni para realizar las tareas domésticas. En ocasiones he tenido que lavar y limpiar durante la madrugada pues por el dí­a no he tenido chance entre tantas obligaciones.

«En cuento a mi vida personal tengo que confesar que soy una vieja. Casi no salgo, solo al teatro o a algún evento artí­stico. Pero salir por salir, por simplemente pasarla bien sin responsabilidades laborales, no recuerdo cuando fue la última vez que lo hice. No voy a una playa hace años y menos a una fiesta. Y realmente está mal porque necesito desconectar de vez en cuando.

¿Cuáles son esos artistas que más admiras y han influenciado tu trabajo?

Son muchí­simos, pero no me pueden faltar Daniel Barenboim y su esposa la chelista Jacqueline du Pré; Martha Argerich, una de las grandes pianistas mujeres de la historia y Alfred Brendel y Vladimir Horowitz, grandes maestros de principios del siglo XX.

¿Y en el caso de músicos cubanos?

Ahí­ tengo a Andrés Alén, una persona que admiro profundamente y pretendo tocar su obra en mi concierto de aniversario; Hernán López-Nussa y Jorge Luis Prats, un tremendí­simo artista con un anclaje enorme en el panorama internacional y que ha llegado a tocar incluso con la filarmónica de Berlí­n.

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