Curioso. De lecturas de periódicos antiguos apreciamos informaciones que, al parecer, evidencian dislates. Son archivos que verifican asuntos de Historia y Arquitectura. Las disciplinas van juntas a la hora del recuento de una edificación y su entorno.
Santa Clara, que conozca, tiene dos significativos Monumentos a las Madres, ubicados en instalaciones que guardan relación: sus históricos hospitales maternos. El único que ahora funciona y que arrancó con el nombre de Clínica de Maternidad Obrera de Las Villas, muestra una escultura hacia el lado oeste que, de tantas capas de pintura, perdió la inscripción del artista.
A gritos solicitan en el actual Hospital Universitario Gineco-Obstétrico Mariana Grajales, que intervengan restauradores para no perder la valiosa pieza en piedra fundida en un centro que se inauguró el 23 de mayo de 1959, primero construido por la Revolución en el territorio central. Habrá que investigar. La escultura A mamá en su parte trasera dice en tarja de mármol «13 de mayo de 1949 ». ¿De dónde vino y quién la hizo? Son incógnitas.
Preocupaciones mayores están ajustadas al Monumento a las Madres, ese que aparece solariego en lo que antes fue Hospital de Maternidad e Infancia, justo aledaño a la Carretera a Camajuaní. La escultura, original de Loyda Ramírez de López, profesora de la Escuela de Artes Plásticas Leopoldo Romañanch de Las Villas, sustituyó el vacío que dejó un tiempo atrás otra pieza.
Antes allí estuvo la modesta estatua dedicada al coronel del Ejército Libertador Gerardo Machado Castellón, colocada en el Hospital de Maternidad e Infancia Lutgarda Morales, inaugurado en diciembre de 1929. ¿A dónde habrá ido a parar la pieza hecha por Raimundo Ferrer? Otro misterio en nuestra ciudad.
Una investigación aparecida en la revista Islas, publicación de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas (UCLV), trae un presunto absurdo.
El número 51(161): 96-106, recoge un artículo nombrado “Noble premier de la maternidad santaclareña en vísperas de sus ocho décadasâ€, y declara que la escultura de Loyda Luz Ramírez de López se colocó allí «aproximadamente dos décadas después […]; aunque de mármol blanco, representa la figura de una mujer con un niño en brazos. Desde 1952 hasta la fecha la placa que la acompaña presenta una inscripción que dice: “Las madres son amor, no razón, /son sensibilidad exquisita y /dolor inconsolable. /1952-59†».
Después los estudiosos advierten que «En esta estatua se palpan huellas de balas ocasionadas durante la acción de toma y descarrilamiento del Tren Blindado en diciembre de 1958 ». ¿Cómo es eso? Inadmisible.
Otro estudio salido de la UCLV, y titulado «La rehabilitación de un edificio Academia de Danza. Antiguo Hospital Lutgarda Morales de Machado de Maternidad e infancia, de Santa Clara » (2006), vuelve sobre idéntico dislate.
¡No!, los orificios que tiene la escultura no son obra de disparos, y mucho menos estragos de la Batalla de Santa Clara. En esa fecha, finales de diciembre de 1958, la pieza no estaba en el lugar. El desmentido lo ofrece El Villareño del martes 5 de mayo del siguiente año. Una información añade: «Inauguran el domingo 10 el Monumento a las Madres ». ¿Cómo decir que unos cinco meses antes allí tenían instalada la estatua?
Más datos. El rotativo traslada otra confirmación, aunque tiene una errata en relación con la nota anterior, al señalar el día: «Inaugurado el domingo 9 el Monumento a las Madres », en texto del martes 12 de mayo. ¿Dónde está la confusión de los investigadores universitarios? Ah, pues en el rótulo de la tarja de bronce que colocó el Club de Leones (1952-1959), y el primer año se refiere a la convocatoria del concurso escultórico y la última fecha al emplazamiento.
Por cierto, cuando se descorrió el velo que cubría el monumento, Gabriel Medina García, el único orador de la ocasión, a nombre del Club de Leones, lanzó una refriega contra la «indiferencia del pueblo y especialmente de las instituciones […] que en actos como ese brilló por su ausencia ». Tal vez sea no por el significado de la instalación asistencia que en breve entraría en un período de reparación y tampoco por la originalidad de la escultura. Todo vino, se supone, hacia la apatía por una institución, los “leonísticosâ€, que representaba a lo más rancio de la burguesía en la localidad.