Alejandro García Caturla, en otro aniversario de nacimiento, impulsa al «redescubrimiento» de la infinita pasión del jurista-músico por Martí, el periodismo y la historia.
Alejandro García Caturla, un imprescindible en la música cubana y universal. (Cortesía de Jesús Díaz Rojas).
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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07 Marzo 2020
07 Marzo 2020
hace 4 años
De Alejandro García Caturla, el músico remediano, todavía quedan incontables deudas. La composición sinfónica, en última instancia, absorbe otras facetas. Los términos de jurista incorruptible, de afrocubanismo, de vanguardia y universal, resumen la existencia profesional y artística sin muchos parangones.
Al olvido permanecen estudios sobre el Derecho, los vínculos con ciudades donde ejerció como abogado, el apego a Martí, así como la labor cultural desplegada por Caturla. La relación con la poesía mulata y sus cultivadores, y también el periodismo visto desde ángulos de la opinión en publicaciones nacionales, en las cuales están las no especializadas, figuran en el escamoteo investigativo.
En una interesante polémica presentada por Noticias de Hoy en junio de 1945 entre Mirta Aguirre y Edgardo Martín Cantero, sacó a la palestra pública la «Significación de Caturla », según la apreciación que el último de los críticos dejó en la revista habanera Conservatorio.
Son tres artículos. El primero condensa según la Aguirre ideas de Martín Cantero que detallan la «esencia hispánica » de las creaciones sinfónicas de Caturla, quien «subordina el instrumental europeo a la potencia mágica del ritmo africano », dice el crítico.
La periodista toma la palabra en el segundo de los textos. Alega que el «camino es, sencillamente, ir a Caturla y hacerlo sonar. Él será lo que su música nos diga qué es ».
El tercero de los artículos recoge la misiva de Nicolás Guillén. En ráfaga de explicaciones acotó que el remediano es un «músico entrañablemente cubano. Su arte expresa nuestra histórica mulatez […] que en nada puede humillarnos sin que nos rebaje la dignidad americana, la cual no niega lo español ni lo africano, sino lo mezcla y resume ». En última instancia, a contrapelo de lo afrocubano, eso constituye lo valedero.
Del pensamiento de Martí en similar medida se aglomera el sentido por lo cubano, síntesis de educación familiar. Fue también la aspiración de Othón, el hermano abogado y músico, al organizar en febrero de 1931 un Comité Gestor para la Biblioteca Pública Martí, surgida un lustro después.
Una mirada a los seis números de Atalaya, la revista de corta duración julio-septiembre de 1933, que fundaron y dirigieron los hermanos García Caturla, tiene a Martí en el vórtice del pensamiento americanista y universal. « ¿Quién mejor que él, Maestro excelso, puede fijarnos los derroteros a seguir, él que oteó en todos los horizontes y en cada uno dejó muestra de su genio proteico? », exponen en forma de manifiesto al salir la publicación. Ahí está el periodismo de opinión hecho por Caturla.
Antes en Santa Clara, a partir de enero de 1930, La Publicidad le permite por tres años escribir la columna «De la alta cultura », especializada en crítica musical. En esta ciudad, y durante la primera y única presentación artística que hizo en el verano de 1928 en la sala de conciertos del Ateneo de Villaclara, habló de Martí cuando ejecutó al piano La Cathédrale engloutie y La fille aux cheveux de lin, piezas de Debussi.
Similar concepto propagó en enero de 1933, durante el estreno de la Orquesta de Conciertos, en Caibarién, y evocó al Apóstol cubano previo a la interpretación sinfónica de La flauta mágica (Mozart), la suite infantil Ma mí¨re l’Oye (Ravel), La vida breve (Falla), Exaltación (Cowell), Scherzino de Pulcinella (Stravinsky), así como la Rhapsody in blue (Gerswhin), temas del repertorio.
De Caturla, a 114 años de su nacimiento, este 7 de marzo, y a ocho décadas de asesinado de manera absurda, todavía hay mucho por decir.