
Adolescentes, como cualquiera de los nuestros. Romances sanos y de mariposas en el estómago. Amistades fuertes, de esas que se admiran toda la vida. No son adultos, pero sí jóvenes conscientes de que en El rostro de los días revelan parte del universo de los adolescentes cubanos.

Si bien el guionista eligió el tópico de la maternidad como hilo central, los televidentes cubanos giraron de manera repentina el foco de atención hacia subtramas cuyo centro son cuatro jóvenes personajes: Lía (Liliana Sosa), Sheila (Karla Domínguez), Saúl (Rodrigo Gil) y Marcos (Eddy Briggs).

«Ellos muestran excelentemente un buen grupo de adolescentes cubanos, sus conflictos, situaciones familiares, y la importancia de las relaciones de amistad y de pareja en esta etapa », explica Beatriz Estupiñán, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas.
Cada personaje se desenvuelve en hogares tipo diferentes, que destapan realidades vividas entre cuatro paredes y condicionan sus comportamientos y motivaciones a:
Una Cuba donde muchas familias de profesionales viven en condiciones desfavorecidas económicamente.
Una Cuba donde aquellos que reciben remesas del extranjero logran evadir preocupaciones y responsabilidades. Una Cuba donde no todos los jóvenes quieren estudiar, y muchos de ellos imponen retos a su reloj biológico con la pretensión de crecer, ayudar en casa y ver a la familia feliz.

Una Cuba donde las madres de las muchachas «ahorran » por encima de sus posibilidades para celebrar las tradicionales fiestas de 15.
Una Cuba que se ve sesgada por la emigración, los divorcios y las rupturas familiares en diversos órdenes.
Además, la propuesta televisiva ofrece una mirada de género muy interesante. Y si bien es cierto que, en este sentido, Lía carga en su espalda la mayor fuerza dramática, solo analizando el conjunto de personajes que la complementan podemos valorar sus emociones.
El mensaje de bien público es una verdad de Perogrullo, un secreto a voces: las niñas, las adolescentes y las jóvenes son vulnerables sexualmente, hasta en el propio hogar. Pero hay más: a veces, los padres desoyen a los hijos, y desde su incapacidad de escuchar acaban hiriendo a quienes más aman.
La confianza y el apoyo que se espera en estos casos son sustituidos por el escepticismo, y la víctima termina actuando desde el miedo. Entre toda esta turbulencia, y a pesar de las debilidades económicas, Marcos y Sheila parecen estar en un oasis de estabilidad familiar: ellos logran acaparar la atención de los televidentes.

«Así es, recuerdo mi niñez cuando éramos muy humildes, pero más felices que ahora, sin juzgar a nadie por cómo viste o lo que tiene », comenta un internauta en el grupo de fans de la novela en Facebook.
Aunque conocemos que no es superobjetivo de El rostro…, «quedan fuera adolescentes cubanos con grandes crisis de rebeldía, que tienen problemas escolares, relaciones de pareja inestables y relaciones sexuales desde edades tempranas de la vida », puntualiza la psicóloga Beatriz Estupiñán.


Aun así, en materia de reflexión, la telenovela ha sido un éxito: ha logrado revelar el telón de fondo de muchas familias y reivindicar problemáticas poco antes abordadas por los medios masivos y la televisión nacional.