Cuando la pandemia impuso el abandono de teatros y centros nocturnos, cuando nos impidió salir a la calle para llenarnos de vida, pensamos que cuidarnos el cuerpo nos mataría por dentro. Esto fue, digamos, durante la primera quincena en casa. Sanos e informados, parecía suficiente. Pero en Camajuaní como en toda Cuba faltaba algo: el arte que no desprecia escenario para demostrarnos realmente lo llamado viralización.
En el territorio, la solución la hallaron profesionales y talentosos aficionados de la casa de cultura Pedro Jiménez Hernández, y los promotores de la biblioteca, el museo, el cine y la librería municipales, con la constitución de las caravanas culturales que intercambiaron con trabajadores en los diferentes consejos populares, promovieron la lectura de cuentos, décimas, testimonios, y la venta de libros de las editoriales Capiro, Sed de Belleza, y del Centro Provincial del Libro y la Literatura de Villa Clara.

Además, los escritores y poetas Alejandro Batista López, Pablo Broche Damas, Ernesto Miguel Fleites y Joel Sequeda Pérez integraron la brigada literaria de la Dirección Municipal de Cultura, y recorrieron instituciones y centros laborales como el asilo de ancianos y la fábrica de torcido Elíope Paz, para así fomentar el quehacer artístico de la localidad.

Otra alternativa fue la creación de la radio revista informativa Estudio Trece ante la inexistencia de una emisora municipal y la necesidad de facilitar la comunicación entre las autoridades y el pueblo durante los períodos de cuarentena (uno en abril y otro en agosto). El espacio transmitido por la frecuencia de los 92.3 MHz FM incluyó un segmento dedicado a la historia y las tradiciones de la zona, con gran aceptación popular.
Bajo la colección titulada Literatura folclórica camajuanense se presentaron varios libros del escritor mayor René Batista Moreno, como Felo García, el muchacho de Falcón; El Decamerón cubano; Limendoux, leyenda y realidad, y Brujas y diablos por los campos cubanos. Asimismo, los números 74, 75 y 76 de la revista Signos (www.revistasignos.com), los 69 y 70 de la revista Umbral, y los títulos Arte popular en el centro de la Isla, de Alejandro Batista, y Carro fúnebre, de Joel Sequeda.

Y cuando septiembre presagiaba una nueva normalidad, Roxana íguila Jiménez, directora de la Casa de Cultura, inauguró la exposición fotográfica Fidel, profeta de la aurora, sobre la presencia del líder histórico de la Revolución cubana en Villa Clara. Una compilación provista por el Archivo de la Oficina de Historia del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba, y se exhibirá en la gran mayoría de instituciones y empresas de la región hasta el próximo 25 de noviembre, IV aniversario de la desaparición física del Comandante.
Entrado octubre y sus buenos pronósticos para la economía y el arte, la Jornada por el Día de la Cultura Nacional explotó en talento, y no solo literario; agrupaciones musicales como Son de Verdad, guitarristas, solistas y bailarines regalaron al público, reducido aún para garantizar el distanciamiento, el añorado espectáculo. En la clausura de dicha jornada se distribuyeron los primeros 50 ejemplares de Y la luz se hizo, una obra teatral de Ernesto Miguel Fleites, salidos de la recién creada editora local Tiras de Pellejo.

Ya hoy, aunque con ciertas peculiaridades, todo vuelve a ser como antes. Retornarán las peñas mensuales del son, danzón, rock, bolero, la de música campesina y la década. Continuarán en la Casa de Cultura las tertulias literarias «Reflejos » y «Miércoles loco », así como el trabajo desde la red digital para entregar al mundo un poco del remedio que todo lo vence: arte.