El programa televisivo Danzoneando, transmitido cada jueves en el canal Cubavisión, representa un aliciente para todo el esfuerzo que hacen muchas personas e instituciones del país para mantener en alto nuestras tradiciones, herencias, idiosincrasia y arte.
El programa televisivo Danzoneando, de manera atractiva, musical y visual, regala a los televidentes obras de épocas diferentes y de todos los tiempos que van desde los conocidos clásicos hasta creaciones de los jóvenes autores. (Foto: Fotograma del programa Danzoneando)
Francisnet Díaz Rondón
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31 Julio 2021
31 Julio 2021
hace 3 años
Conservar la cultura de un país no resulta sencillo, más aún cuando contra ella conspiran, no solo propuestas estéticas foráneas que se imponen por encima de «lo nuestro » con ayuda de las grandes industrias culturales, sino, también, por el desinterés y desidia a la hora de salvaguardar aquello que nos identifica y pertenece.
En ese sentido, el programa televisivo Danzoneando, transmitido cada jueves en el canal Cubavisión en horario estelar, representa un aliciente para todo el esfuerzo que hacen muchas personas e instituciones en varias partes del país y en disímiles circunstancias, para mantener en alto nuestras tradiciones, costumbres, herencias, idiosincrasia y arte.
Protagonizado por el joven maestro Ethiel Faílde y su orquesta con la cual rinde homenaje a su antecesor Miguel Faílde, uno de los grandes precursores del danzón, el espacio no solo ofrece valiosa información y enseñanza acerca del considerado género nacional, sino que convida a sentirnos orgullosos, como cubanos, de ser los creadores.
El programa, conducido y dirigido por Pedro Pablo Cruz, no pretende colocar el danzón en las listas del hit parade, si no de ponerlo en su justo lugar dentro del panorama cultural cubano, en los medios de comunicación y acercarlos de manera atractiva a las nuevas generaciones. Una tarea que en estos tiempos conlleva mucha valentía, entrega y pasión para poder enfrentar prejuicios, incomprensiones y obstáculos, cuando de mantener viva una tradición se trata.
Independientemente de que cada primer sábado de agosto se conmemora en toda la isla el Día del Danzón según lo estipulado por el Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario en ley dictada en 1960, en la cual quedó reconocido el criollísimo ritmo como el Baile Nacional de Cuba el género estuvo durante mucho tiempo relegado en diversos espacios.
Solo los llamados clubes de danzón en provincias y municipios, y algunas orquestas típicas dedicadas a mantener vivas las viejas partituras, se encargaron de no dejar morir del todo el ritmo que sonó en Matanzas por vez primera en 1879, mediante el tema Las alturas de Simpson, de la autoría de Faílde.
Llama la atención cómo el género cubano ha sido y es venerado en otras latitudes en naciones como México, Venezuela, Puerto Rico, República Dominicana, Estados Unidos, entre otros, mientras en su propia cuna representa para algunos una reliquia de museo o tan solo «un baile de viejos ». La Orquesta Faílde, con su líder Ethiel, han echado por tierra esas ideas obsoletas al impregnar su sangre juvenil y atrayendo a las nuevas generaciones.
El programa puede apreciarse no solo en el horario de las 8:30 de Cubavisión. También se halla en páginas oficiales de Facebook de la Orquesta Faílde, Cultura Matancera y del propio canal, así como en las plataformas de Youtube. Una gestión imprescindible en la actualidad por lo que representan las redes sociales comunicacional y mediáticamente.
Danzoneando muestra en sus primeras ocho emisiones de 27 minutos, música grabada en directo, entrevista a personalidades de la música y reportajes, realizados desde el flamante Teatro Sauto (Monumento Nacional), de la Atenas de Cuba.
De manera atractiva, musical y visual, regala a los televidentes obras de épocas diferentes y de todos los tiempos que van desde los conocidos clásicos (Las alturas de Simpson, Almendra, El cadete constitucional…) hasta la obra de jóvenes como Ethiel o el pianista Alejandro Falcón. Una muestra evidente que nuestro danzón sigue vivo, pujante y hay que bailarlo, en un ladrillito o sin él.