«San Remo » y el inagotable odio de la guerra cultural
La máquina trituradora de artistas en el sur de la Florida, EE. UU, no es en absoluto novedosa, solo ha transmutado su modo de funcionar. Actualmente, el terreno de operaciones se halla en internet y las redes sociales, a las cuales se destina la mayoría de los gastos millonarios del aparato anticubano.
El dúo español Andy y Lucas durante su actuación en el área recreativa del Sandino, de Santa Clara, Villa Clara. Entonces no vieron un ápice de «maldad» en el Gobierno cubano, pues no habían recibido presiones y amenazas. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)
Francisnet Díaz Rondón
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10 Febrero 2022
10 Febrero 2022
hace 2 años
El dúo español Andy y Lucas no lo pensó dos veces ante la disyuntiva de participar como invitados a la versión latina del Festival San Remo Music Awards, previsto para el mes de abril en La Habana, o que les cerraran las puertas del jugoso mercado musical de Miami, en Estados Unidos. Bastaron unas llamaditas telefónicas, cientos de mensajes nada agradables en las redes sociales y la soberbia de ciertos influencers dedicados a destrozar la imagen de quienes no se plieguen a la política anticubana esgrimida desde el sur de la Florida, para que decidieran no asistir.
Igual decisión tomaron el también cantautor Alex Ubago, el cantante y artista mexicano de ascendencia cubana Kalimba, una joven intérprete italiana llamada Denise Faro e incluso algunas figuras de la música de la isla. La presión es mucha, y el dinero también. La maquinaria miamense destructora de artistas tuvo su efecto una vez más.
Según se justificó Lucas, el del dúo, en una transmisión directa publicada en Facebook, algunos amigos lo llamaron para contarle que la «dictadura » cubana estaba encerrando niños y cometiendo atrocidades contra el pueblo. Sin embargo, los cantantes españoles se presentaron aquí hace tan solo tres años, en el 2019 incluso actuaron en el área recreativa del Sandino, de Santa Clara, y no vieron un ápice de «maldad » en el Gobierno cubano. Las presiones y amenazas hacen cambiar percepciones de la noche a la mañana.
La máquina trituradora miamense no es en absoluto novedosa, solo ha transmutado su modo de funcionar. Antes, con gritos, protestas, petardos, aplastamientos de discos con aplanadoras y mandarrias, y un despiadado ataque de improperios y blasfemias por todas las posibles vías de comunicación. Actualmente, el terreno de operaciones se halla en internet y las redes sociales, a las cuales se destina la mayoría de los gastos millonarios del aparato anticubano.
El periodista y escritor Félix López, de la página digital mojitonews.com, no pudo explicarlo mejor:
«Bienvenida la era de las redes sociales. Gracias a las plataformas creadas por Mark Zuckerberg y otros adelantados, la maquinaria destructora de reputaciones se "modernizó" y ganó en inmediatez y penetración. Lo ocurrido en la última década en Miami, solo por mantenernos dentro de esta saga, es de antología. El exilio histórico, analógico y anticuado ha sido desplazado por una nueva industria mediática que decide quién entra, triunfa y tiene el beneplácito del anticastrismo mayamero. Los gritones de la Calle 8 han sido suplantados por medio centenar de youtubers insolentes. Los millones que antes alimentaban radios, periódicos y televisoras…, ahora son disputados por influencers, blogueros y “sicarios†de las redes sociales ».
Y agrega: «Los novísimos luchadores “contra el comunismoâ€, “contra la dictaduraâ€, “contra el castrismo†no han inventado nada nuevo. La industria del odio, el cobrar por destruir carreras y reputaciones, es tan vieja como el diferendo político entre Cuba y Estados Unidos. El rencor como método de lucha. […] No defienden ideales, valores o sentido común. Practican el ciberbullying político (en sus variantes ciberstalking o ciberacecho), como método para chantajear, doblegar y someter a artistas, comunicadores o cualquier persona con un mínimo de influencia sobre la sociedad cubana ». Más claro ni el agua.
Las amenazas desde y dentro del sur floridano han afectado a artistas de todo tipo y nacionalidades. Recordemos a Oscar de León, quien casi tocó fondo en su carrera por cantar en Cuba en los años 80; la brasileña Denise de Kalafe fue fustigada en la radio miamense por su acercamiento a la isla; a Juan Luis Guerra lo trituraron por hacer dúo con Silvio Rodríguez en República Dominicana; un concierto de la gran vedette de Cuba, Rosita Fornés, en Miami se suspendió ante la explosión de un petardo en el teatro donde iba a presentarse; a Olga Tañón y Juanes los acribillaron con improperios cuando el concierto Paz sin Fronteras.
En la presentación de Van Van en los años 90, muchos de los que asistieron debieron tapar sus rostros para evitar cualquier daño a su persona, y hasta el mismísimo Willy Chirino, devenido cantor de lo más rancio del exilio cubano, debió retractarse, casi hasta las lágrimas, luego de cometer el «pecado » de regalarle unas tumbadoras a un grupo musical de la isla con el cual coincidió en Panamá.
Tampoco las artes plásticas se han salvado de la ira anticastrista. Vale recordar aquel triste y cavernícola episodio en que quemaron la obra El pavo real, del pintor Manuel Mendive.
Pocos artistas de la música latina han hecho caso omiso de las amenazas. Tal es el caso del boricua Andy Montañez, quien nunca se dejó amedrentar y visitó Cuba en más de una ocasión. Incluso, el español Julio Iglesias no aceptó que le vetaran venir a la mayor de las Antillas, aunque al final no se atrevió. Y años después, en declaraciones al diario español El País, manifestó que nunca viajó a La Habana porque, sencillamente, le hubiesen puesto bombas en Miami.