Concluyó la 31 Feria Internacional del Libro y la Literatura en Villa Clara y sobre ella se han suscitado disímiles opiniones. Toda la razón tienen quienes señalaron la casi nula disponibilidad de títulos nuevos, un tema que los organizadores del evento explicaron muy bien desde el principio por los diferentes medios, entre ellos, el programa radial de opinión Alta tensión, de la CMHW.
Resulta conocida la difícil situación que vive el país, desde hace poco más de dos años, con la disponibilidad de papel y cartulina, lo que ha provocado un atraso considerable en la impresión de obras de muchos autores. No obstante, la decisión de seguir adelante con el principal evento de la literatura no debe verse como un capricho, sino como el gran esfuerzo de las instituciones culturales involucradas, a pesar de las dificultades.
¿Qué beneficios traería suspender la Feria por falta de novedades editoriales luego de dos años de ausencia debido a la pandemia de la COVID-19? ¿La venta de textos es lo único importante? Por supuesto que la comercialización constituye un elemento fundamental. Incluso, aunque mucho menos que otros años, en esta edición se vendieron un total de 40 831 ejemplares de 2528 títulos, con una recaudación de poco más de 689 000 pesos.
Los cinco libros más demandados fueron: Aquello estaba deseando ocurrir, de Leonardo Padura; La era del conspiracionismo, de Ignacio Ramonet; Mi papá salió del closet, de Mildre Hernández, las Obras completas de José Martí y libros para colorear.
Pero más allá de la recaudación, debemos valorar la Feria como una oportunidad de ver, escuchar y compartir con grandes figuras de las letras que visitan la provincia, además de los autores del patio. No todos los días se tiene la dicha de departir con premios nacionales de Literatura, Historia, Ciencias Sociales, Crítica, Edición, o con otros prestigiosos galardonados a nivel internacional.
Aquí estuvieron Víctor Casaus, Virgilio López Lemus, Waldo Leyva, Alex Pausides, Caridad Atencio, Rigoberto Rodríguez Entenza, Antonio Armen-teros, Jesús Losada, Rito Ramón Arocha, Pedro Pablo Rodríguez, Laidi Fer-nández de Juan, Omar Valiño, entre otros reconocidos intelectuales.
No siempre se goza del privilegio de escuchar una conferencia o participar en un taller con excelentes investigadores, ensayistas, compiladores o personas que fueron amigos o compañeros de otros grandes autores que ya no se hallan entre nosotros, y nos cuentan anécdotas y vivencias.
Así ocurrió con el librero y escritor colombiano Álvaro Castillo, quien sostuvo una cercana amistad con el célebre Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, o con Fina García Marruz y Cintio Vitier; y cuánto se disfruta escuchar a los propios autores abordar as-pectos de su vida y obra en el espacio La Hora de la Verdad, que, des-de hace varias ediciones, conduce el escritor Arístides Vega Chapú, o en el Café Di-Verso, a cargo de Luis Manuel Pérez Boitel.
Otras propuestas en la reciente edición fueron muy disfrutadas por el público, como las ocurrencias del Club del Poste, integrado por los poetas Ricardo Riverón, Yamil Díaz, Jorge Luis Mederos (Veleta) y William Calero, quienes «aconsejaron», con décimas humorísticas, a quienes les pidieron ayuda para peculiares situaciones personales o la inauguración del proyecto de promoción artístico-literario «Sigfredo Ariel», en la tienda-librería Delfín Sen Cedré, de Artex.
También tuvo lugar el programa artístico con las presentaciones de agrupaciones como Alejandro y sus Ónix, los conjuntos folclóricos Awó Aché y Oché, Yudelkis Pérez y su grupo, EllaSon, Raíces, el Ensemble Estudiantil «Agustín Jiménez Crespo», estudiantes de danza del Centro Provincial para la Enseñanza Artística y el conjunto danzario Nuestra América, así como los septetos Habanero y Cubanacán, que celebraron sus 100 años, y los grupos teatrales Alánimo y Teatro sobre el Camino.
A todo ello sumemos las actividades de extensión a la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (UCLV), el Centro Provincial para la Enseñanza Artística, comunidades, unidades militares o centros penitenciarios, donde miles de personas que por diversas razones no pueden llegar al centro de la ciudad también accedieron a la fiesta de las letras.
Para las próximas ediciones sí sería un paso positivo programar mejor las actividades, para que no coincidan en horario, como ocurrió en no pocas ocasiones. Además de buscar la manera de, si se sus-pende o cambia alguna, avisar con antelación.
La Feria Internacional del Libro y la Literatura continúa siendo uno de los eventos más populares en Cuba. Ante las adversas circunstancias, debe readecuarse y reinventarse, pero nunca dejar que se pierda. Porque, como bien expresara el poeta, escritor y cineasta Víctor Casaus: «Lo malo de los libros no es que se agoten, lo malo es que se agoten los lectores».