XXIX Salón Territorial de Arte Popular: un Salón descomunal

De cara a la XXX convocatoria, a los especialistas resta seguir asumiendo, con rigor, los retos del certamen.

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El reconocido artista de la plástica Kevin Gálvez, uno de los premiados en el Salón Territorial de Arte Popular 2023. (Foto: Francisnet Díaz Rondón).
El reconocido artista de la plástica Kevin Gálvez, uno de los premiados en el Salón Territorial de Arte Popular 2023. (Foto: Francisnet Díaz Rondón).
Por Danilo Vega Cabrera
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13 Abril 2023

Imposibilitados de celebrarlo a sus anchas hace dos años y contraídos en nómina expositiva y hasta en calidad en 2022, cuando también homenajeó a creadores paradigmáticos fallecidos por COVID; se imponía un xxix Salón Territorial de Arte Popular, inaugurado el pasado 31 de marzo en la Galería Provincial, que se erigiera como una celebración a la vida. Un renacer pos pandémico, a la manera descomunal, protagonizada por el mejor repentismo y la música de auténtica raíz campesina, así como por los propios participantes en el evento, que, en medio de la inauguración, aún terminaban obras sobre las paredes del lobbie de la galería.

Pero celebramos este año ―y muy especialmente―, los cuarenta de la exposición Arte Inventivo de Cuba, donde Samuel Feijóo sacaba de debajo de la manga, en la lejana Suiza, a varios autores ajenos a la estética tradicional defendida por él mismo en Las Villas. Por ello, esta edición se estructuró en un discurso alrededor de ese cuestionamiento de «lo popular» ―problemática ya observada en la historia del Salón―, tanto a partir de su sesión teórica a cargo del crítico Roberto Ávalos Machado, como en el recorrido de las salas expositivas dividido por provincias.

Y ese canto a la vida era el mismo «escuchado» ante el precioso díptico premiado de la villaclareño-cienfueguera Gabriela Díaz Acosta; o ante los «bichos» silvestres de Ana Mirta Rodríguez Molina, salidos de su cabeza y de su mundo en Banao. Se advertía, igualmente, en el remolino de emociones traducidas en un dibujo sostenido y seguro por el villaclareño Rafael Ortiz García; y en el barroquismo colorista en remedo del oficio perdido de los imagineros hispanoamericanos, durante la colonia del cuarto de los premiados, el también villaclareño Kevin Gálvez Fernández.

Con la pieza de Gálvez Fernández y la de la espirituana Teresa de Jesús Borges Mainegra, una de las Menciones, la escultura ―discreta en número y hermanada con la artesanía―, evidenció un ascenso cualitativo. Entre las Menciones también figuraron Arianna Alfaro Acevedo, Jorge Luis Sanfiel y María Julia Tejeda Morera.

Pero, amén de los anteriores, en el Salón aparecen obras dignas de consideración, de la mano de consagrados y aun de creadores con apenas currículo, o crecidos con su envío. Son ejemplos, entre otros, las de los hermanos Marrero Fleites, Lorenzo Lunar Cardedo, Rebeca Murga Vicens, más conocidos en nuestro medio como escritores; o el caso de María Emilia González Pérez, quien, con loable economía de recursos y el verde conseguido, dio esta vez en el clavo como nunca antes. Asimismo, destacan: la escena de Tania Madruga Pichs, entre lo mejor de un naif cienfueguero que se va tornando muy homogéneo; el dibujo de Aurelia Beltrán Díaz; el costumbrismo urbano de María Manuela Rodríguez Rodríguez; o las obras de los dos Santiago, Brunett y García; las de Yaditcy A. Toledo Hernández, Jonathan Ferrer Pérez y la «resurrección» con igual talento de María Caridad Trueba Veitía.

Con más de cuarenta autores y más de ochenta obras, el Salón refrendó, una vez más, la no existencia de concepto o término lo suficientemente abarcador y a la par exacto, para definir el material y el combustible mental de la creación. De cara a la xxx convocatoria, a los especialistas resta seguir asumiendo, con rigor, los retos del certamen; aunque apercibidos de la inutilidad de fijar esquemas que, si bien válidos a nuestros fines, en ocasiones, solo logran abultar esa suerte de «burocracia» del conocimiento que, a cada rato, la propia creación desmiente. 

 

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