Historia de una tradición

Pese a las transformaciones que ha sufrido con el paso del tiempo, el carnaval se mantiene como una parte esencial de la tradición popular del santaclareño.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Chábeli Rodríguez García
Chábeli Rodríguez García
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15 Julio 2023

Cuenta la leyenda que bajo la sombra de un tamarindo nació Santa Clara, el 15 de julio de 1689. Desde su fundación, los habitantes de la villa comenzaron a conformar una identidad cultural que llega hasta nuestros días. Parte imprescindible de ella son los festejos populares y tradicionales.

Al surgir la villa en los últimos decenios del siglo XVII, los pobladores concentraron sus esfuerzos en labores constructivas y en las necesidades alimenticias. Por tanto, las conmemoraciones tradicionales comenzaron en el siglo XVIII. Las primeras fueron las fiestas reales y religiosas. La historiadora de la ciudad, Hedy Águila Zamora, en su artículo Las fiestas populares en Santa Clara durante el siglo XVIII, afirma que algunas de las actividades realizadas durante estas celebraciones quedaron en la memoria histórica, por lo que pudieron constituir el germen de los carnavales actuales, los cuales se establecieron como tradición a partir del siglo XIX y, con algunas variaciones, han llegado hasta nuestros días.

Siglo XVII

La villa de Santa Clara nace en este siglo, y según refiere Hedy Águila Zamora, «en la última década del siglo XVII, la historia recoge solamente los momentos del batallar por la organización urbanística, el trazado y acondicionamiento de una plaza central […] y las primeras viviendas […]».

Siglo XVIII

En este siglo las principales conmemoraciones populares eran las fiestas reales y religiosas. Las primeras «debían su celebración a acontecimientos ocurridos en las Cortes españolas, tales como: nacimientos, bodas, coronaciones y ascensiones a la mayoría de edad de los cortesanos más allegados al rey», según la historiadora de nuestra ciudad. Ordenaban la preparación de máscaras, comedias, toros para torear, «bailes, rifas, paseos de carros tirados por caballos con muchachas muy adornadas, representaciones teatrales y ejercicios de equitación (juegos de caballería), amenizados con fuegos artificiales», explica el citado artículo.

Por su parte, las fiestas religiosas se celebraban «para rendirles tributo a santos, vírgenes y otros acontecimientos que la Iglesia católica señalaba», reseña Águila Zamora en la segunda parte de su artículo «Las fiestas populares en Santa Clara durante el siglo XVIII». «El historiador [Manuel Dionisio González] se refiere a las carreras competitivas de caballos que se llevaban a cabo por las calles de la villa, […], también salían comparsas de disfraces, llamadas mamarrachos, en las que participaban sin distinción de sexo y debieron ser muy divertidas pues estaban en la preferencia de los vecinos», puntualiza. Para las celebraciones del Corpus Christi «se organizaban comparsas formadas por danzantes, entre los cuales se distinguían personajes como la tarasca, gigantes y disfrazados de indios. También iban doce jóvenes vestidos de reyes cristianos y otros de reyes moros», afirma la historiadora.

Siglo XIX

Marta Anido Gómez-Lubián, folclorista y etnóloga de la ciudad, en entrevista ofrecida a Vanguardia afirmó que, además de las fiestas religiosas, en este siglo comenzaron los paseos de serpentinas. «En el transporte de aquellos momentos —volantes, quitrines, coches— iban las muchachas con sus disfraces muy bonitos, le daban vueltas a la Plaza (parque Vidal) y tiraban pedacitos de colores, los confetis como les decíamos. Por las calles, el pueblo iba arrollando y conversando», asevera. A finales de este siglo, en la letra de la comparsa El Cocuyé, comenzaron a llamar carnaval a estos festejos.

Siglo XX

Marta Anido expresa: «El carnaval duraba el mes de febrero, era antes de la Semana Santa. El pueblo participaba desde su preparación, con los ensayos por barrios, hasta la carrocería. Todo el mundo se disfrazaba y salía para la calle detrás de la comparsa. Se sacaba una reina del carnaval, la primera que desfilaba en un coche o en un auto descapotable. Entonces empezaba el paseo con los ejercicios preciosos de la motorizada. Después venía la banda y luego la comparsa. Incluso, se alquilaban gradas y se ponían alrededor del parque, mirando hacia la calle». El Libro de Oro de Santa Clara (1954) refiere que en época de carnaval la ciudad «ofrece al visitante un aspecto bullicioso y fantasmagórico, con vistosos adornos, iluminaciones especiales, música, alegría y diversiones sin cuento […]».

Siglo XXI

En la actualidad, los carnavales han cambiado su estructura. «Primero, la banda, los muñecones y la comparsa; la carroza detrás, con sus modelos», asegura Marta Anido. Pese a las transformaciones que ha sufrido con el paso del tiempo, el carnaval se mantiene como una parte esencial de la tradición popular del santaclareño.

(Con fotos de Carolina Vilches Monzón, cortesía del teatro La Caridad y de Marta Anido)

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