Otra forma de hacer rodar la fantasía

El proyecto Rodando Fantasías apuesta por brindarles herramientas a niños y adolescentes, en el empeño de formarlos como receptores críticos de la comunicación y adiestrarlos en el uso sano de las nuevas tecnologías. 

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Adolescentes y niños en plena filmación.
Rodando Fantasías potencia la creatividad de los infantes, a la par que desarrolla un vínculo más cercano entre padres e hijos. (Foto: Tomada del perfil de Facebook de Rodando Fantasías)
Nileyam Pérez Franco y Chábeli Rodríguez García
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03 Noviembre 2023

Elizabeth vivía en un mundo de silencio. Era una niña pequeña y sólo jugaba con sus imaginaciones. No le ponía atención a nada ni lograba concentrarse. Únicamente le gustaba dibujar y desde allí creó su universo. Pero un día sus pinturas no fueron suficientes.

Ella necesitaba hablar, comunicarse, expresar lo que llevaba dentro. Elizabeth quería que sus dibujos cobraran vida y la ayudaran a decir todo lo que callaba. Su lenguaje creativo adquirió entonces un carácter más complejo. Comenzó a tener sonidos, imágenes, actores, colores. Colocó su fantasía en dos ruedas y la empujó barranca abajo para llevarla al resto del mundo. 

Su historia es sólo un ejemplo. Muchos niños como ella encontraron espacio en un proyecto que los enseñó a utilizar, correctamente, eso que sus padres les prohibían: las tecnologías. Y todo gracias a una maquinaria de la magnitud de Rodando Fantasías.

Cámara, luces,  rodando fantasías

Estudios sociológicos señalan que en el mundo un alto porcentaje de los infantes tienen contacto con las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) antes de comenzar el proceso educativo institucional. Las TIC pueden intervenir como aliadas o enemigas en el desarrollo normal de los pequeños. Sus poderes adictivos se asocian con comportamientos agresivos, hiperactividad, y problemas de interacción social, familiar y de atención, entre otras consecuencias observadas a largo plazo.

Sin embargo, cuando se hace un uso correcto, sus beneficios resultan irrefutables. La publicación del Estado mundial de la infancia en el 2017 reconoce que los niños acceden al ciberespacio en edades cada vez más tempranas y emplean las tecnologías de acuerdo con los comportamientos de las personas adultas que los rodean. Por tanto, escuela, familia y sociedad necesitan aunar fuerzas e ideas para crear un receptor activo en la primera infancia.

Precisamente, ese objetivo impulsa el proyecto Rodando Fantasías desde su creación, el 1.o de septiembre de 2014. Después de casi una década, sus coordinadores siguen paradigmas de la comunicación latinoamericana. Apuestan por la formación de sujetos activos a través de la utilización artístico-creativa de las tecnologías de la información y las comunicaciones por niños y adolescentes.

Su coordinador, César Ramón Irigoyen Milián, explica: «La realidad nos ha demostrado que cuando ellos cuentan sus propias historias, cuando son capaces de utilizar el teléfono, conocen que es un arma potente y después logran crear ese producto que lo saben propio, lo ofrecen a otras personas para su visualización, y se sienten empoderados. Usan las tecnologías, pero para hacer cine, para realizar audiovisuales.

«Con vistas a formar un receptor activo en estos niños, tratamos de que choquen con lo que está pasando a su alrededor, tanto en el barrio como en las redes sociales, para que consuman todo y entren a todas las páginas. Si no se los digo yo, que soy el profesor, lo van a ver en la calle. Tienen que comunicarse, saber qué les aporta y qué los enajena», precisó.

En la actualidad, uno de los mayores peligros de las nuevas tecnologías radica en el uso de redes sociales como Facebook e Instagram por niños menores de 13 años. Estudios recientes han demostrado que estas plataformas dañan la salud mental y el bienestar psicológico de los infantes.

Sin embargo, Irigoyen asegura que «todos los niños en el proyecto tienen sus redes sociales. Creo que superan su uso en comparación con el tiempo en que hacen cine. Pero hay una realidad: si tú los induces para que hagan buenas prácticas con las tecnologías, los niños tendrán la posibilidad de elegir, de comparar o, por lo menos, equilibrar».

La rápida proliferación de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones revolucionaron todas las esferas de la sociedad moderna. Con potencialidades infinitas y riesgos evitables, ocuparon espacios laborales, educativos y recreativos del ser humano.

«Internet ha llegado de golpe y le ha propinado porrazos a todo el mundo. Estamos cayendo en las prácticas de consumo, te crean una adicción. Quienes manejan las redes sociales saben lo que quieren y saben cómo hacerlo. Es una batalla que no sé cómo se va a ganar; pero ya hay una generación de varios niños, adolescentes y padres que han pasado nueve años en el proyecto Rodando Fantasías. Y, al menos en ese tiempo, han hecho muchas películas y les han dado un uso diferente a las tecnologías», afirma César Irigoyen.

Rodando Fantasías va más allá de la formación de niños y adolescentes. También ha formado a los padres y tutores para que acompañen a los pequeños y aprendan de ellos. Gisell Perera González, coordinadora de este espacio, asevera que «la máxima del proyecto es que los padres interactúen con los niños. No es un círculo infantil, hay que acompañarlos».

En ese sentido, Irigoyen agrega: «Los padres tienen que saber qué estamos haciendo con el adolescente. No hay nada más bonito que aprender de un niño, el niño se entrega y te lo enseña todo. Hay pequeños que han tenido muchas cosas que decir y son incapaces de contarles a los padres. Entonces aprovechan el material audiovisual para hacerlo mediante el teléfono. El niño ha buscado esas herramientas para mostrarse».

El grupo comunitario Rodando Fantasías pertenece a la red Cámara Chica de Cuba, auspiciado por la Organización no Gubernamental (ONG) británica British Council, que se encarga de los intercambios culturales y educativos de Reino Unido con el resto de los países donde radican sus oficinas. Minerva Rodríguez Delgado, directora del British Council en Cuba, explica que «el sueño de Cámara Chica inició en la isla con el fin de permitirles a los niños crear sus propios audiovisuales según sus intereses, su creatividad, la situación peculiar en la que estaban en las comunidades, y así comenzamos a trabajar en todo el país».

En cuanto a la participación del British Council en Rodando Fantasías, Rodríguez Delgado asegura que «se encarga de generar las posibilidades de intercambio y de crecimiento en cuanto a las habilidades de creación audiovisual de los niños, de capacitarlos para que adquieran conocimientos que les permitan ser los cineastas del mañana. Rodando Fantasías ha adquirido otra magnitud en cuanto a la labor comunitaria y el trabajo vinculado a la inclusión. Además, contempla el trabajo de protección del medio ambiente y cómo los materiales audiovisuales también sirven para exponer las preocupaciones que desde la infancia se tienen en relación con la protección del medio ambiente. Asimismo, crea alertas no sólo para los niños, sino también para los adultos, sobre cómo tenemos que pensar».

Rodando historias  diferentes

Rodando Fantasías les ha permitido a varias generaciones aprender y formarse en el buen uso de las tecnologías. Les ha enseñado a utilizarlas en función del bien propio y común, mediante el fomento de la recepción activa desde edades tempranas.

Alejandro Daniel Hernández Pérez ha crecido con el proyecto. «Me ha dado toda mi formación cultural y me ha impulsado a buscar las cosas por mí mismo. A veces uno se enajena y no logra ver toda la utilidad que le puede sacar a la tecnología. Me ha formado como persona, porque mis gustos han coincidido con lo que me enseña el proyecto; por tanto, ha contribuido a la formación de mi personalidad», manifiesta.

Esta experiencia ha convertido a Alejandro Hernández en un receptor crítico: «He conseguido comparar diferentes puntos de vista y a partir de ahí hacer un análisis por lo que creo o por mi filosofía como persona adulta. Te da las herramientas para analizar tú mismo. Te enseña a pensar», afirma.

Para Adriana María Garay Chávez, este espacio la ha ayudado a desarrollar sus habilidades sociales. «Rodando Fantasías te abre mucho los ojos y te despierta demasiado. Es cierto que los niños son fácilmente influenciables. Entonces entiendes la importancia de no volverte un consumidor vacío que se entretiene con cualquier cosa; aunque a veces uno lo hace, se da cuenta de que eso no aporta mucho. Con las redes sociales también, porque hemos hecho videos en los que promocionamos el buen uso de las redes sociales, y con esa investigación que nosotros mismos hacemos, aprendemos. Definitivamente, nos ha hecho mejores seres humanos y mejores ciudadanos».

Por su parte, la adolescente Elizabeth Álvarez González, concursante de la 9.a edición del Festival Internacional Rodando Fantasías, manifiesta: «Concursé en el festival con el audiovisual de mi autoría que titulé “Frágil”. Está basado en mi experiencia personal con la sobreprotección de mi mamá, quien, gracias al audiovisual, cambió su comportamiento. Intento que con este producto los padres entiendan los daños que pueden provocarles a sus hijos cuando los protegen demasiado y no los dejan salir solos a ningún lado».

Zuleth Aylen García González, una de las madres del proyecto, expresa: «Nos ha enseñado que las tecnologías no son malas en sí mismas, como muchas personas piensan. Los niños pueden aprender y buscar muchísima información en internet, y nosotras como madres podemos hacerlo igualmente. No debemos dejarlos solos, sino jugar con ellos y así aprendemos; de hecho, aprendí a utilizar YouTube en los talleres, porque no tenía ni remota idea de cómo funcionaba. Así que nosotros también rodamos fantasías».

César Irigoyen tiene muy clara la meta: «Decir que el proyecto va a cambiar los derroteros, la historia, las prácticas de consumo de un país, resulta muy pretencioso. Pero, puede servir de estudio o plataforma para que otras personas piensen o democraticen lo que hacemos, y ya eso es un paso de avance. Creo que hemos logrado fomentar el buen uso de las tecnologías en niños y adolescentes, o, al menos, lo hemos intentado».

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