Juana Bacallao fue la más peculiar de todas las estrellas exitosas entre las que supo sobresalir, por el carisma, histrionismo, explosividad en el escenario, agudeza para los chistes, con los que se ganó un lugar en el altar de la cultura cubana.
Juana Bacallao representó la cubanía y el arte auténtico de la isla. (Foto: Tomada de internet)
Francisnet Díaz Rondón
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25 Febrero 2024
25 Febrero 2024
hace 8 meses
Difícilmente nazca en Cuba otra artista como Juana Bacallao. Y quisiera comenzar así, hablando de su nacimiento y no de su muerte, porque alguien como ella nunca tendrá final, sino que sobrepasa toda existencia terrenal.
Neris Amelia Martínez Salazar no vino al mundo para pasar desapercibida, sino para quedar en la memoria y el corazón del pueblo cubano. Fue, y es, una criatura única e irrepetible, moldeada por las duras circunstancias que le tocó vivir desde pequeña. Quedó huérfana a los seis años, pero el arte se volvió su madre y padre, que le llevaron de la mano y le dieron todo lo que ganó en la vida.
Fue la más peculiar de todas las estrellas exitosas entre las que supo sobresalir. No contaba con la belleza de Rosita Fornés ni la voz de Rita Montaner, Gina León, La Lupe, Ela Calvo o las chicas de Las D' Aida..., pero no le hacía falta. Su carisma, histrionismo inigualable, explosividad en el escenario, agudeza para los chistes y aquella lengua afiladísima le hicieron ganarse el lugar que ocupará por siempre en el altar de la cultura cubana.
Hay quienes no comprendían su arte, y la cubrían de improperios y burlas estériles al compararla con otras luminarias con el fin de demeritarla. No, señores, Juana Bacallao no era cantante; no, no era bailarina; no, no era vedette ni actriz, en el sentido técnico y estilístico con el que quisieron evaluarla. Ella era única y exclusivamente una show woman, una entertainer en su estado más puro.
Ella no necesitaba cantar bien, bailar de manera perfecta o vestir como las divas tradicionales. Ella simplemente era Juana Bacallao, con un estilo inimitable, auténtica, una artista de pies a cabeza, de esas rarezas que nacen una vez en cada siglo. Capaz de dirigir una agrupación, como sus muchachos de Tiembla Tierra, sin siquiera tener conocimientos académicos de música; capaz de hacer reír con las ocurrencias más inimaginables, capaz de hacer gozar al público más diverso en cualquier parte del planeta.
Juana era la alegría cubanísima, el arte original, la noche feliz, el momento inolvidable, en fin, la Reina del Cabaret de Cuba. Y mientras ciertos compatriotas puristas y elitistas que pululan por ahí la marginaban, ninguneaban, menospreciaban o ignoraban por tan solo no «entender» lo que hacía , Michael Jackson fue a verla actuar en Estados Unidos y luego pidió ir a saludarla al camerino; Las Chicas del Can, de Wilfrido Vargas, le dedicaron el superéxito Baila como Juana la Cubana, y hasta la mismísima Beyoncé se inclinó ante ella y le besó en la mano, en La Habana. Nada, que estos monstruos sí la entendieron muy bien.
Nadie imagina aún la dimensión de Juana Bacallao, nadie imagina la tremenda artista y ser humano que ha dicho adiós a sus 98 años. Todavía muchos no han comprendido ni sopesado la clase de figura que nos ha dejado. Pero no importa, los que sí supimos valorar, reír y disfrutar a tan enorme cubana la recordaremos por siempre llevándola en el corazón.
Y cuando la memoria intente por un instante dejarla a un lado, no dudemos que su gruesa voz nos sacudirá desde el más allá con su carisma inolvidable para recordarnos: «¡Oye, yérica, qué te pasa! ¡Ponte pa' esto, que llegó Juana!».