Culmina Jazz Plaza en Santa Clara, pero quedará en la memoria la noche en que Emilio Morales y Los Nuevos Amigos cautivaron con la fusión musical del jazz.
Para Emilio Morales, el jazz está presente en todo. Lo define como un inmenso abanico que enriquece la música. Cuenta que hay jazz, incluso, en la música clásica. Por eso concuerda con la teoría de que Johann Sebastian Bach fuese uno de los primeros jazzistas. Emilio también siente la esencia del jazz en aquellas legendarias controversias campesinas, donde Justo Vega y Adolfo Alfonso tuvieran deleitantes «encontronazos». «Aquella improvisación era jazz», afirma el reconocido pianista. «Que no tuviera una armonía o un bajo no quiere decir que no fuera jazz». Así piensa un músico que se ha dedicado fervientemente a esa melódica integración, a ese género que, a pesar de sus tantas y complejas definiciones, siempre llevará la palabra mezcla como su más fuerte atributo.
Una noche santaclareña recibió a Emilio Morales junto al grupo que se hace llamar, cariñosamente, Los Nuevos Amigos. Reciben ese nombre con el propósito de homenajear a una época dorada de la música cubana que no debe olvidarse. La agrupación, aunque pequeña, transmite un clima de intimidad que se evidencia desde las sillas del público. Cada integrante y su instrumento funcionan como imprescindibles partes de un todo musical: el jazz, ese jazz que a todos convoca y a todos impulsa.
La Luna Naranja, en el corazón del boulevard, devino Puchísimo Jazz durante las celebraciones del Festival Jazz Plaza. Personas de varias generaciones convergieron en el Centro Cultural para aplaudir a estos «nuevos amigos» de la música cubana. Frente al piano, Emilio Morales agradeció a la ciudad que, por vez primera, se convirtió en sede del evento.
«Por la primera vez se empieza. Santa Clara siempre ha sido una ciudad de tradición artística, de grandes músicos, de grandes artistas. Tenía que estar «en talla» con esto. Ahora es mucho mejor que sea en La Habana, Santa Clara y Santiago».
Entre aplausos, melodías y cantos transcurrió la presentación. Emilio, la destreza de sus dedos, el poder del piano y una carismática proyección ante la platea hicieron que la Luna Naranja pareciera un hogar. Varias piezas musicales evocaron la memoria de leyendas del jazz cubano. Desde un chachachá inspirado en Frank Emilio hasta un homenaje al maestro Pucho López marcaron el repertorio de Morales y Los Nuevos Amigos, quienes también fusionaron el jazz con la música bailable y levantaron a muchos de sus asientos.
Con un tema llamado Tiempos pasados, Emilio sumergió al público en el mar de la nostalgia. Asimismo, les regaló un Nocturno entre lo clásico y lo moderno, como si estuviese Chopin en La Habana, o mejor, en Santa Clara. Con este número musical, el pianista demostró al público la fusión entre jazz y música clásica, tal y como afirma que gusta hacer en este tipo de conciertos. En su imaginación, Frédéric Chopin caminaba por el Parque Vidal, en guayabera, mirando a las bellas damas de la urbe pilonga.
El danzón también tuvo lugar en la cita. Emilio disparó En la diana e invitó al público a cantar estribillos. Explicó el valor de ciertos géneros musicales a pesar de las nuevas tendencias de la música y el jazz. Asimismo, resaltó cuánto agradecen las personas estos conciertos, pues la tradición del jazz cubano, a decir de Emilio, va mucho más allá.
«Va en compartir con el público, en tratar de hacerlo partícipe de los espectáculos. Va en que ese público bailador, en un momento determinado, escuche una improvisación de un soprano como el maestro Germán Velasco, un trombón como el de Carlitos, o un piano como, modestamente, el mío; pero también un coro que diga: Cochero, pare; pare, cochero».
El pianista y compositor recordó a músicos talentosos con quienes tuvo el privilegio de trabajar o dialogar. Además de Pucho López, mencionó a José Luis Cortés, el inolvidable tosco, de quien aprendió mientras integraba NG La Banda. De geniales catalogó a esos músicos que también pertenecieron a Irakere y considera una escuela, aunque fuesen más jóvenes. «Tienen un talento innato que a cualquiera ilumina», sentenció.
Emilio cree en la fuerza que tienen los músicos cubanos en el mundo. Para él, la formación musical por parte de las escuelas de arte ha influido en el prestigio que hoy ganan varias agrupaciones. Reconoce que antes existía cierto empirismo, aunque hubiese buenos músicos, pero ahora la formación es consciente. Quien ha trabajado con intérpretes de la talla de Beatriz Márquez, Geidy Chapman o Anaís Abreu asegura que existe algo que siempre une a los artistas: la dignidad y el respeto por la música.
Culmina Jazz Plaza en Santa Clara, pero quedará en la memoria la noche en que Emilio Morales y Los Nuevos Amigos no solo cautivaron con la fusión musical del jazz, sino que acudieron a lo popular y lo bailable como mixtura de la más genuina cubanía.