Tras bambalinas

Entre purpurinas y lentejuelas, en el lugar en el que la gente común se convierte en protagonistas de nuestras fiestas populares.

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Parrandas en Vueltas
Cada febrero el pueblo de San Antonio de Las Vueltas vive con intensidad sus fiestas populares. (Fotos: Leslie Díaz Monserrat).
Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
3002
28 Febrero 2017

Sentada sobre una mesa lleva un maquillaje exagerado. Viste un traje inmenso y tiene que hacer un esfuerzo para desplazarse por un estrecho pasillo. Todaví­a falta como una hora para que salga la carroza. Este año su barrio Jutí­os le dedica la función de la noche al clásico Cenicienta. Al otro extremo de la calle, los í‘añacos saben que falta mucho para su salida.

En tiempo de carnavales Vueltas parece un pueblo sitiado, en plena guerra. Los voladores no dejan de sonar y las casas se llenan de visitas. Los hijos ausentes regresan a su tierra. Otros vienen por primera vez y quedan eclipsados por el nivel artí­stico de las carrozas.

Lucen majestuosas, desafiantes. Una frente a otra, como una provocación de luces, flores, adornos…

Mientras la gente disfruta, otras personas trabajan, y mucho.

Para poder entrar al lugar donde se preparaban los que iban a salir en el palacio a lo Cenicienta del barrio Jutí­os casi tengo que mostrar el carné de identidad. Cuidan con celo de su obra, y no descartan la presencia de un espí­a enemigo.

Al pasar, encontré un mundo de fantasí­a, como si Walt Disney hubiera creado una sucursal en un pequeño pueblito del centro de Cuba.

Ahí­ estaba la muchacha con su traje inmenso descansando en una mesa. Más atrás podí­an verse el prí­ncipe, la princesa y hasta quien le darí­a vida al reloj, ese que acabó con el encanto del Hada Madrina.

Edelys Montes de Oca Pérez tiene varios años de experiencia. Desde el 2006 encarna a  diferentes personajes. Sin embargo, recuerda con especial cariño cuando no pudo estar en desfile porque estaba embarazada.

Edelys Montes de Oca Pérez y el adorno que llevó puesto en su cabeza. (Foto: Leslie Dí­az Monserrat).

Para preparase tiene que llegar con tiempo de antelación. El traje parece incómodo y el adorno de la cabeza pesa bastante, pero ella los disfruta: «si no lo hago, si no salgo, es como si no viviera las parrandas ».

Andy Guerra Rodrí­guez trabaja como vestuarista. En esta ocasión tuvo que preparar 19 piezas. Lleva unos tres meses en la confección de su obra textil. Cuenta que apostó por colores claros y con predominio del dorado.

«El diseño surge de un trabajo colectivo. Soy de Santa Clara pero hace 15 años que trabajo para este barrio. Soy Jutí­o (aclara) ».

Cuando termina la parranda estos atuendos se alquilan en otros pueblos e insiste en que nunca más se vuelven a usar en territorio voltense.

A diferencia del cuento clásico, esta Cenicienta no perdió su zapatilla a las 12. Al contrario, a esa hora se lució delante de un público que la admiró y aplaudió.

Entrada la madrugada le tocó el turno al barrio í‘añacos. Ellos apostaron por la belleza del océano en una carroza que llevó el nombre de Mare Nostrum.

Los participantes casi pasan la noche en la Casa de la Cultura. Ahí­ se viví­a una locura de formas y colores.

Andy Guerra Rodrí­guez (izquierda) y Edel Martí­n Escuela, vestuaristas de los barrios en Vueltas. (Fotos: Leslie Dí­az Monserrat).

Edel Martí­n Escuela se encargó de vestir a los figurantes. Viene desde Caibarién y lidera un grupo de cinco. Ellos también trabajan en Remedios, Camajuaní­, Encrucijada…

La inspiración del fondo marino puede llegar a agregarle complejidad al trabajo del vestuario. Hay que encontrar el punto exacto para darle vida a sirenas, tritones…

En unos dos meses tuvo que crear la imagen de 17 personajes del mar y aunque le resulta difí­cil trabajar con el atrezo lleva muchos años en la profesión (desde el 98). Primero salí­a en las carrozas y luego se fue enamorando del trabajo de vestuarista.

Ya casi no queda tiempo. A pesar de la hora el pueblo espera por su carroza.

Se oye la narración. Las lucen impactan. Un traje despampanante, blanquí­simo, inmenso, capta la atención de todo.

El público aplaude. El espectáculo termina. Cada quien elige su propio vencedor en una singular batalla en la que cada año es el pueblo el que gana.

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