Sentada sobre una mesa lleva un maquillaje exagerado. Viste un traje inmenso y tiene que hacer un esfuerzo para desplazarse por un estrecho pasillo. Todavía falta como una hora para que salga la carroza. Este año su barrio Jutíos le dedica la función de la noche al clásico Cenicienta. Al otro extremo de la calle, los í‘añacos saben que falta mucho para su salida.
En tiempo de carnavales Vueltas parece un pueblo sitiado, en plena guerra. Los voladores no dejan de sonar y las casas se llenan de visitas. Los hijos ausentes regresan a su tierra. Otros vienen por primera vez y quedan eclipsados por el nivel artístico de las carrozas.
Lucen majestuosas, desafiantes. Una frente a otra, como una provocación de luces, flores, adornos…
Mientras la gente disfruta, otras personas trabajan, y mucho.
Para poder entrar al lugar donde se preparaban los que iban a salir en el palacio a lo Cenicienta del barrio Jutíos casi tengo que mostrar el carné de identidad. Cuidan con celo de su obra, y no descartan la presencia de un espía enemigo.
Al pasar, encontré un mundo de fantasía, como si Walt Disney hubiera creado una sucursal en un pequeño pueblito del centro de Cuba.
Ahí estaba la muchacha con su traje inmenso descansando en una mesa. Más atrás podían verse el príncipe, la princesa y hasta quien le daría vida al reloj, ese que acabó con el encanto del Hada Madrina.
Edelys Montes de Oca Pérez tiene varios años de experiencia. Desde el 2006 encarna a diferentes personajes. Sin embargo, recuerda con especial cariño cuando no pudo estar en desfile porque estaba embarazada.
Edelys Montes de Oca Pérez y el adorno que llevó puesto en su cabeza. (Foto: Leslie Díaz Monserrat).
Para preparase tiene que llegar con tiempo de antelación. El traje parece incómodo y el adorno de la cabeza pesa bastante, pero ella los disfruta: «si no lo hago, si no salgo, es como si no viviera las parrandas ».
Andy Guerra Rodríguez trabaja como vestuarista. En esta ocasión tuvo que preparar 19 piezas. Lleva unos tres meses en la confección de su obra textil. Cuenta que apostó por colores claros y con predominio del dorado.
«El diseño surge de un trabajo colectivo. Soy de Santa Clara pero hace 15 años que trabajo para este barrio. Soy Jutío (aclara) ».
Cuando termina la parranda estos atuendos se alquilan en otros pueblos e insiste en que nunca más se vuelven a usar en territorio voltense.
A diferencia del cuento clásico, esta Cenicienta no perdió su zapatilla a las 12. Al contrario, a esa hora se lució delante de un público que la admiró y aplaudió.
Entrada la madrugada le tocó el turno al barrio í‘añacos. Ellos apostaron por la belleza del océano en una carroza que llevó el nombre de Mare Nostrum.
Los participantes casi pasan la noche en la Casa de la Cultura. Ahí se vivía una locura de formas y colores.
Andy Guerra Rodríguez (izquierda) y Edel Martín Escuela, vestuaristas de los barrios en Vueltas. (Fotos: Leslie Díaz Monserrat). |
Edel Martín Escuela se encargó de vestir a los figurantes. Viene desde Caibarién y lidera un grupo de cinco. Ellos también trabajan en Remedios, Camajuaní, Encrucijada…
La inspiración del fondo marino puede llegar a agregarle complejidad al trabajo del vestuario. Hay que encontrar el punto exacto para darle vida a sirenas, tritones…
En unos dos meses tuvo que crear la imagen de 17 personajes del mar y aunque le resulta difícil trabajar con el atrezo lleva muchos años en la profesión (desde el 98). Primero salía en las carrozas y luego se fue enamorando del trabajo de vestuarista.
Ya casi no queda tiempo. A pesar de la hora el pueblo espera por su carroza.
Se oye la narración. Las lucen impactan. Un traje despampanante, blanquísimo, inmenso, capta la atención de todo.
El público aplaude. El espectáculo termina. Cada quien elige su propio vencedor en una singular batalla en la que cada año es el pueblo el que gana.