Aires de Romañach, el pintor

Leopoldo Romañach Guillén, el pintor de Sierra Morena, visto desde la génesis de un monumento en su localidad natal. Historias no reveladas antes.

Compartir

Pintor Leopoldo Romañach Guillén
Pintor Leopoldo Romañach Guillén. (Foto: Tomada de Internet).
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
2793
25 Agosto 2017

Misteriosa opacidad tiene el busto del ilustre pintor. Despliega   la mirada perdida hacia el litoral de Sierra Morena, su pueblo natal. En el recuerdo, incluso, tal vez tenga atadas las imaginables marinas que, en suerte de recreo, inundó de detalles, corrección y veracidad académica en las vueltas constantes y favoritas por Conuco, Fragoso y Cobos, los cayos de Caibarién.

La niña de las cañas, obra del pintor cubano Leopoldo Romañach.
La niña de las cañas, obra del pintor cubano Leopoldo Romañach.

Clotilde Rodrí­guez Mesa, otro artista olvidado y su discí­pulo, dijo en cierta ocasión que el maestro era un hombre inmenso en vocación artesanal. También lo corroboró el paisajista Manolo Guillermo de la Caridad Fernández Garcí­a, quien siempre habló de Romañach, el maestro, hasta el delirio. Voy rumbo a historias perdidas.

En las frondas de framboyanes, inexistentes antes, aparece el monumento a uno de los insustituibles virtuosos de la   pintura cubana. Está en una cuchilla visible en la carretera que conduce a Sagua la Grande y entronca con una calle desprovista de asfalto hacia el barrio del Rí­o, en Sierra Morena. Ahí­, en una pendiente, afirman que radica la cuna primaria de la familia antes del traslado por territorios cubanos, y el posterior peregrinar del artista por el extranjero hasta el posterior regreso definitivo al ambiente insular.

Los lugareños, en absoluto, desconocen la génesis del emplazamiento. Tampoco de dónde salió la iniciativa, y quiénes la emprendieron, así­ como los   pormenores efectuados en la localidad para rememorar   el centenario del natalicio de Leopoldo Romañach Guillén, el maestro-paisajista. El domingo 7 de octubre de 1962, fecha de esa celebración, ocurrió el suceso. Pregunto y nadie sabe de explicaciones certeras.

Fernández Garcí­a, años después con el acostumbrado ceceo castizo, narró fragmentos de los hechos. No bastaron los datos que dejó truncos por su repentina muerte. Dijo por entonces en su conversación que anteriormente hizo algunos grabados en madera en los cuales recreó la fisonomí­a del virtuoso cubano.

Algunas de sus creaciones, cincelados en madera, Fernández Garcí­a las divulgó en la prensa periódica villareña. Advirtió que, a mediados del siglo pasado existió una pequeña pieza escultórica de Romañach, original del   camagí¼eyano Esteban Betancourt Dí­az de Rada. Sin embargo, careció de carácter público.

Era necesario enaltecer al «propulsor más eficaz de nuestra evolución artí­stica », según reconoció Jorge Mañach, el sagí¼ero. Nada mejor que un busto, sencillo, modelado a partir de arenisca y apropiado, por el material, a tonalidad del gris para impregnarle luz y sombra en contrastes. Los materiales darí­an dureza y resistencia a la posible erosión del monolito.    

Monumento por el centenario del pintor cubano Leopoldo Romañach, en Sierra Morena, Corralillo, Villa Clara.
Monumento a Romañach en Sierra Morena inaugurado en el centenario de natalicio del pintor. (Foto Luis Machado Ordetx).
Edición del periódico Vanguardia del 13 de octubre de 1962 refleja homenaje a Leopoldo Romañach.
Edición de Vanguardia del 13 de octubre de 1962 (Fotocopia Luis Machado Ordetx).

La edición de Vanguardia, perteneciente al sábado 13 de octubre de 1962, indicó en página interior: «Un valor surgido en las entrañas mismas de nuestro pueblo, donde el movimiento cultural encontrará muchos Romañach », y aborda aspectos del descubrimiento de la escultura situada encima de un pedestal. Estoy en camino al contrapunteo de fuentes informativas, imprescindible en el hallazgo de la verdad.

El acto inaugural ocurrió justo en el dí­a del centenario. Fue organizado por los Consejos de Cultura en Las Villas y los municipios de Corralillo y Sagua la Grande, según iniciativa de la Escuela-Taller de Artes Plásticas «Fidelio Ponce de León », situada en la última localidad, refrenda el periódico.

Fernández Garcí­a era el director de esa institución docente. En la apertura lo acompañaron dirigentes polí­ticos de la provincia y los pedagogos José Ramón (Pepito) Núñez Iglesias y Francisco (Marcet) Rodrí­guez Marcet, y un nutrido grupo de estudiantes. También asistieron Rosa Marí­a Romañach, prima del pintor, y el doctor José H. Guardiola Albert, antiguo alumno de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, en La Habana.

Romañach visto según un grabado en madera elaborado en 1945 por Manolo Guillermo Fernández Garcí­a.
Romañach visto según un grabado en madera elaborado en 1945 por Manolo Guillermo Fernández Garcí­a. (Foto Archivo del Autor).

La nómina, entre otros invitados, la completaron Boabdil Ross Rodrí­guez, Apolinario Chávez y Dolores González, artistas-profesores de la Escuela de Artes Plásticas «Leopoldo Romañach », en Santa Clara.

Pasó el tiempo y el escampado escenario que antes exhibió la escultura en toda exuberancia, se llenó de gentí­o y hasta de cierta desatención institucional. En octubre se plasmarán los 55 años de aquella ocurrencia histórica, y el 10 de septiembre será el aniversario 66 de la muerte del í­dolo artí­stico de Sierra Morena. Todaví­a queda un tiempo para el retoque del monumento y de reposición de las cadenas que tuvo la plataforma en sus inicios. De ser así­, ojalá no las hurten inescrupulosas manos.

Quedan algunas dudas. Rodrí­guez Marcet, desde Cienfuegos, apunta hacia la autorí­a de la escultura. Fernández Garcí­a, antes de fallecer, precisó que fue una obra colectiva, y la edición de Vanguardia, medio siglo atrás, testificó en un pie fotográfico lo subrayado por el entonces director de la Escuela-Taller de Artes Plásticas de Sagua la Grande. No existe otra alternativa que sujetarse a esto último.

Tal vez Marcet figuró en la inspiración y el retoque concluyente. Sin embargo, la escultura tuvo en los estudiantes a los insustituibles artí­fices. Así­ lo creo, y por fortuna el espí­ritu de Romañach, con el paso del tiempo, perdura   en Sierra Morena, su tronco natal.

Comentar