Quiero quitármelo de la cabeza a sabiendas de que otros colegas también pudieran acudir a temas garciamarquianos como leitmotiv de sus crónicas. Mas no puedo. Entonces, espero a que mis queridas y fieles musas «bajen » disciplinadamente el día negociado. ¡Y aquí están!, como siempre en mi caso: retadoras, traviesas y socarronas soplándome al oído:
« ¡Ah!, el amor. El amor que nunca muere, el que te cura y el que no te deja vivir; el de las risas y el de los sollozos; el de las dulzuras y el de las amarguras. ¡Escribe, escribe sin parar! Para el amor no hay estaciones, ni contenciones ni convenciones ».
Cierto. He vivido lo suficiente para comprobar la naturaleza contradictoria, transgresora y hereje del amor. Y aseguro cuánta falta nos hace sentirlo, expresarlo y compartirlo como sentimiento
leal y redentor de nuestra especie, ahora tan golpeada y deteriorada por causas propias y ajenas, también paradójicas, injustas y fatales.
Como en El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios, conviven en el mundo contemporáneo el sentimiento más universal algo deteriorado, y las epidemias, pestes y pandemias. (En la segunda novela, una plaga de rabia).
¡Increíble! En los tiempos del coronavirus ha desaparecido la delgada línea entre lo real y lo mágico creado por el Gabo, convirtiéndose lo mágico en real gracias a las redes sociales y a
los medios de comunicación en el vertiginoso entorno digital. ¡Nada de cartas olorosas con bella caligrafía ni peticiones de mano!
El amor inocente y profundo hasta el delirio y la fiebre, el amor eterno por no correspondido que se espera toda la vida la espera compensada no se entienden. Todo va brusco y muy de prisa.
En nuestra tierra abundan historias por contar. No la del amor imposible de Florentino Ariza y Fermina Daza, y «los seiscientos apegos fugaces de Juvenal ». No la de Sierva María de Todos
los íngeles posesa enamorada del padre Cayetano Delaura, mordida por un perro que le transmitió la rabia que la consumió y mató.
Tiempos de coronavirus y otros demonios criollos solapados no han de empañar la disciplinada alegría de este 14 de Febrero cubano, Día del Amor y la Amistad casi en todo el mundo.
¡Celebremos con mesura!
Amar es encontrar en la felicidad del otro la propia felicidad. Se trata de un amor más grande, protector y solidario.