Ella despertó temprano, al ruido de la alarma, y encendió el fogón; él se dirigió al baño a espantar el sueño restante en su rostro. Ella le alcanzó el café, le besó los labios y sonrió feliz; él hizo un puchero infantil, le acarició el cabello y se dispuso a vestirse.
Ella levantó al niño, no sin mucho esfuerzo, y lo apuró a desayunar; él se encargó de la niña, la vistió de prisa y la abrazó con ternura. Ella llevó al muchacho al colegio, arregló su pañoleta y le exhortó a aprenderlo todo; él demoró media hora en el círculo, en espera de que la pequeña cesara de llorar.
Ella corrió rauda al trabajo, ofreció los buenos días e inició su labor; él pedaleó a toda prisa, saludó a los presentes y presidió la reunión. Ella opinó sobre un asunto, demostró su punto de vista y tuvo razón; él escuchó atentamente, resumió el encuentro e hizo conclusiones.
Ella acudió preocupada a la escuela, ante aquella llamada, pero solo fue un susto; él llegó antes de la hora de salida, esperó a la niña en la puerta y la volvió a abrazar. Ella regresó del policlínico, calentó un poco de agua y le cocinó una sopa; él la bañó entre risas, la secó con la toalla y la alentó a vestirse sola.
Ella terminó la comida, los llamó a la mesa y cenaron temprano; él se cepilló los dientes, encendió el televisor y se entretuvo en el sillón. Ella se sentó a su lado, comentaron la película e intercambiaron criterios; él se quedó dormido, luego se levantó y cayó rendido en la cama.
Ella lo tapó con la sábana, besó sus hermosos labios y se acostó a su lado; él se volteó un instante, desnudó su cuerpo e hicieron el amor. Ella terminó exhausta, buscó un poco de agua y bebieron del mismo vaso; él le reiteró su cariño, se acostaron de nuevo y durmieron abrazados.
Ella, al día siguiente, apenas levantarse, propuso visitar a los amigos; él sugirió, además, pasar aunque sea un rato por casa de los viejos. Ella vistió al pequeño, le peinó el cabello y apagó las luces; él cargó a la beba en brazos, cerró la puerta de la casa y se marcharon juntos.
Ella tomó al niño de una mano, su pareja de la otra, y se miraron satisfechas; él colocó a la niña sobre los hombros, sonrió a su novio y caminaron a la par.
Y entonces, ellas se cruzaron con ellos, se saludaron con afecto y continuaron con sus vidas: tranquilas, equilibradas, hermosas, civilizadas, con respeto, en armonía, en sociedad, en paz, en familia.