Ahora, cuando corren tiempos difíciles y para algunos agoreros la Revolución cubana vive sus últimos días, conviene recordar las palabras de alerta de Antonio Maceo, aquel que tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo: « ¿A qué intervenciones ni injerencias extrañas que no necesitamos ni convendrían? ».
Lo sucedido en Cuba el 11 de julio, además de inédito, tuvo su caldo de cultivo en razones de índole diversa. Por un lado, causas objetivas relacionadas con las penurias que vivimos día a día, agravadas por el recrudecimiento del bloqueo y una feroz pandemia que se encuentra en su punto más álgido y a diario cobra más de una valiosa vida; y también otras artificialmente creadas, para según sus organizadores y orquestadores, alojados una buena parte a noventa millas de nuestras costas darle la estocada mortal a la Revolución.
Cierto que cada jornada es dura para la mayoría de nuestros compatriotas, por los problemas de alimentación, la carencia de medicamentos, el alto costo de la vida, y en los días precedentes al referido domingo, el agobio de los apagones, debido al déficit de generación eléctrica, y, quizás, esa fue la gota que colmó la copa.
Sin embargo, también es una verdad como templo, que esos mismos cubanos, carentes de tantas cosas, se levantaban cada día a cumplir sus obligaciones cotidianas ante el trabajo, la familia y la Patria, y miles de miles marchaban, como lo hacen desde el mismo 11 de marzo de 2020, cuando inició la pandemia, a cumplir el sagrado compromiso de salvar vidas, sin otra satisfacción, como nos pedía Martí, que no fuera el deber cumplido.
¿Quién lo niega? Nadie puede hacerlo. No obstante, el domingo 11, unos pocos, condicionados por la dura realidad que vive el país, y otros, con aviesas intenciones, aprovecharon tan complejas circunstancias para salir a las calles a mostrar su descontento de una manera abiertamente subversiva.
Acompañados, como casi siempre sucede en este tipo de manifestaciones desordenadas y tumultuosas, de personas de baja catadura moral, quienes se sumaron al carro de la contrarrevolución con el único propósito de cometer acciones vandálicas, y crear desorden y caos.
No fue precisamente un levantamiento popular, como propugnan sus ideólogos, empeñados en crear una matriz de opinión de ingobernabilidad y fracaso del proyecto socialista que llevamos adelante hace más de 60 años.
Nada más alejado de la realidad, pues el verdadero pueblo, ese mayoritario de Fidel, Raúl y Díaz-Canel, repudió de inmediato lo sucedido y salió a defender las calles, que, en última instancia, entendido bien el término desde el punto de vista dialéctico, pertenecen a los revolucionarios.
Y como la verdad siempre sale a relucir más temprano que tarde, ya nadie pone en duda que hubo oportunismo de parte del gobierno de Estados Unidos y de quienes, desde allá, estimulan con dinero este tipo de acciones.
Los mismos que convirtieron las redes sociales en la principal plataforma para subvertir, engañar y enmascarar sus maquiavélicas intenciones, y aprovecharon las dificultades propias de un país sometido al cerco económico, comercial y financiero más largo de la historia, para fomentar el odio y la división entre cubanos.
La rápida presencia de Díaz-Canel en San Antonio de los Baños, de la manera que nos acostumbró Fidel, a pecho descubierto y sin miedo, frenó la orquestación instrumentada, y su posterior intervención pública para esclarecer los hechos aunque tergiversada por quienes buscan la desestabilización en Cuba, pues no fue un llamado a la violencia; al contrario, sino a la cordura ratificó a los revolucionarios la orden siempre dada de defender calles y plazas, y no dejarnos escamotear lo que tanta sangre y sacrificio ha costado.
Las denuncias del propio primer secretario y presidente de la República en sus comparecencias del lunes 12 y miércoles 14, junto a varios integrantes del gabinete ministerial, pusieron al desnudo de dónde vinieron dinero y mentiras, y la conferencia de prensa del ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, volvió a probar la manipulación mediática seguida como patrón contra Cuba.
Las tácticas utilizadas son propias de los llamados golpes blandos y revoluciones de colores aplicados en otros países. Esa manera sutil tal y como explicita uno de los principales documentos doctrinales norteamericanos sobre la guerra no convencional, fechado en el año 2010 de «(…) aprovechar las posibles vulnerabilidades del Gobierno a derrocar; distanciarlo de la población; desplazar a la porción de la ciudadanía que actúa de manera neutral hacia posiciones en su contra; explotar estos elementos a través de la subversión, y cuando esta no conduzca a los resultados estratégicos deseados, recurrir al conflicto armado a través del fomento de la insurgencia, que actúe de manera irregular y conduzca a la inestabilidad incontrolable e impida gobernar ».
Algo que en Cuba choca, como valladar infranqueable, con la unidad de la mayoría del pueblo alrededor de la Revolución y el socialismo. No queremos ser ni seremos Granada, Yugoslavia, Libia; países que, bajo la máscara de intervenciones humanitarias, como las que algunos piden, fueron bombardeados, masacrados y arrasados de manera inmisericorde.
Rechazamos la injerencia del gobierno de los Estados Unidos en nuestros asuntos y nos oponemos a las declaraciones del presidente Joe Biden apoyando la subversión contra Cuba. Al tiempo que agradecemos las muestras de solidaridad de países como Venezuela, Argentina, Bolivia, México, China, Rusia y otros muchos más.
Benito Juárez, el Benemérito de América, afirmó que el respeto al derecho ajeno es la paz, y fiel a ese precepto, Andrés Manuel López Obrador, actual presidente de México, al valorar lo acontecido en la mayor de las Antillas, dijo: «(…) Cuba es un país libre, independiente y soberano, no debe haber intervencionismo, no debe de utilizarse la situación de salud del pueblo de Cuba con fines políticos, eso debe quedar de lado, nada de politización, campañas mediáticas, que ya se están dando a nivel mundial ».
Puentes de amor propugna, desde los propios Estados Unidos, el profesor Carlos Lazo; ese es el verdadero sentimiento que debe unir a los cubanos.
Si el bloqueo es la justificación que enarbolamos, «Levántenos el bloqueo y vamos a ver a cómo tocamos, cómo este pueblo avanza. Pero le tienen miedo al ejemplo de Cuba », escribió Díaz-Canel en su cuenta de Twitter.
Fidel, nuestro gran maestro, dejó claro que la estrategia imperialista contra Cuba será siempre la misma: «crear el máximo de descontento, dividir a la población, crear las condiciones más difíciles posibles y conducir nuestro país a un conflicto, un baño de sangre ».
Mientras el Apóstol Martí, en su primer discurso público en los Estados Unidos, el 24 de enero de 1880, afirmó con total convicción: « ¡Antes que cejar en el empeño de hacer libre y próspera a la patria, se unirá el mar del Sur al mar del Norte, y nacerá una serpiente de un huevo de águila! ».
Esas lecciones de la historia no podemos olvidarlas. La Patria no se regala. La Patria se defiende.